Ventana al mundo
Ventana al mundo
Un libro no es una obra de arte; es la posibilidad de una obra de arte; sólo adquiere vida cuando se abre y respira en compañía de quien lo lee.
Umberto Eco señaló que este curioso objeto se inventó bien de una vez por todas. Como la tijera o la cuchara, no puede mejorarse. Pero incluso la perfección tiene su historia.
La tecnología de la lectura ha cambiado mucho. De acuerdo con Iván Illich, en el siglo XII los escolásticos inventaron la página con renglones que semejaban los surcos de un viñedo; de ahí que la palabra legere provenga de “cosechar”. Para que una sociedad agrícola aceptara la sorprendente lengua escrita se usaron metáforas rurales (de manera semejante, hoy nos tranquilizamos al encontrar un “escritorio” en la pantalla de nuestra computadora).
En los siglos XII y XIII, los rollos de pergamino y los inmensos tomos que debían ser apoyados en un facistol fueron relevados por libros portátiles y esto modificó para siempre la conducta humana. La lectura, que se solía ejercer en voz alta, empezó a ser silenciosa. Una actividad colectiva se volvió personal, sin otro juez que la conciencia del lector. El tránsito fue decisivo para consolidar la noción de “individuo”. Con la invención de la imprenta en el siglo XV, el número de conciencias que pensaban por cuenta propia se amplió lo suficiente para dar lugar al Renacimiento.
La historia de la modernidad es inseparable del libro, que tuvo una vida bastante estable hasta la llegada de la televisión. En 1962, el comunicólogo Marshall McLuhan profetizó el fin de la cultura de la letra en La galaxia Gutenberg. Curiosamente, el éxito de esa obra contradijo su mensaje: el acta de defunción del libro fue un bestseller.
El siguiente viraje tecnológico no llegó con medios audiovisuales, sino con un aparato alimentado de letras: la computadora personal. Desde el siglo XII la manera de leer no había cambiado tanto. Hoy practicamos esa tarea a saltos, pasando de un mensaje a otro y del papel a múltiples pantallas. La lectura se ha vuelto atmosférica.
En su variante electrónica, el libro alberga enciclopedias, diccionarios y bibliotecas enteras, y permite que incluso el lector sea leído al dejar rastros de sus hábitos y preferencias. Sin embargo, haciendo un fácil juego de palabras, podemos decir que el libro impreso tiene un papel asegurado. Las razones son evidentes: su tecnología no caduca, activa los cinco sentidos, incluido el tacto y el olfato, y pasa de mano en mano. Mientras tengamos necesidad de otras manos habrá libros en papel.
En el siglo XVIII, el científico alemán Lichtenberg descubrió el secreto profundo de este invento: “Un libro es como un espejo: si un mono se asoma a él, no puede ver reflejado a un apóstol”.
El libro es una ventana al mundo y el mundo es un espejo: la arriesgada oportunidad de saber lo que llevamos dentro.
Juan Villoro
Escucha el relato y recorre el aficheSOCIEDADES LECTORAS
“Todas las sociedades”, nos dice Michèle Petit, “arrojaron sobre la noche estrellada una red de palabras, de historias, de cosmogonías de las que nos apropiamos fragmentos desde la infancia”. La lectura es, para las comunidades, una manera de presentar el mundo a sus nuevos miembros, de inscribirlos en una historia, una cultura y una genealogía. Las sociedades, como las personas, son lo que han leído, y una comunidad que lee cultiva su memoria y su identidad. Formar lectores/as es, también, formar ciudadanía: lectura y democracia van de la mano.
El espacio propicio para la lectura es de irreductible libertad y es también un espacio de encuentro con la alteridad. Es en este sentido que el rol de los mediadores y mediadoras (bibliotecarios, docentes, narradoras) resulta fundamental, ya que contribuyen a la formación de sociedades de lectura eligiendo los textos, escuchando lo que tienen para decir los/as lectores/as, dándoles la palabra, comentando, interrogando, releyendo. Mediar es exponer la propia experiencia con los libros, retirarla del espacio de lo privado para que pase a formar parte del aprendizaje de los demás.
EL PROTAGONISMO DE LECTORES Y LECTORAS
Un libro no existe sin sus lectores/as. Así como suele decirse que, si un árbol cae en un bosque sin nadie para oírlo, no hace ruido; del mismo modo podríamos pensar que un libro no leído no es, todavía, un libro propiamente dicho. Leer, por otra parte, no es una actividad pasiva: implica desarrollar una capacidad creciente de construir sentido y pensar críticamente.
A pesar de las muchas innovaciones tecnológicas y la vertiginosa vida actual, la lectura sigue siendo una actividad no rentable pero necesaria; es, como expresa Carlos Skliar, “una respiración como una bocanada de tiempo libre, un tiempo libre sin ninguna utilidad, una inutilidad digna de celebración”.
EL DERECHO A LA LECTURA
Leer es un derecho y, como todo derecho, debe ser garantizado para todos y todas por el Estado. Esta es una tarea que los gobiernos de América Latina, el Caribe y todo el mundo deben contemplar dentro de sus agendas de políticas públicas. Muchos son los modos en que los Estados pueden y deben contribuir a fomentar y formar sociedades lectoras: desde la creación de planes nacionales de lectura, la distribución de material bibliográfico actualizado en escuelas, bibliotecas y espacios alternativos, hasta la formación, asesoramiento y acompañamiento de docentes, responsables de bibliotecas y mediadores, la creación de repositorios digitales y la organización de un sinfín de actividades en espacios comunitarios para generar condiciones y líneas políticas en lectura y escritura, que impacten comunidades y poblaciones diversas.
Las políticas de circulación del conocimiento basadas en el acceso abierto son un potente motor para la democratización y el fomento de la lectura. El acceso abierto es la disponibilidad de los textos en la internet pública, que permite a cualquier persona leerlos, descargarlos o copiarlos, sin barreras financieras, legales o técnicas más allá del acceso a internet. La única restricción debería ser la de dar a los autores y autoras el derecho a ser reconocidos y citados de forma apropiada.
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Lecturas para ir a Fondo
Libros para interpretar el mundo. Libros para transformarlo
Colaboradores:
Coordinación CLACSO:
Karina Batthyány, María Fernanda Pampín y
Gustavo Lema
Director Ejecutivo (i) del Parque Cultural de Valparaíso:
Erick Fuentes Góngora
Edición:
Lucas Sablich, Solange Victory y Marcela Alemandi
Ilustración: Alejandro Magallanes
Diseño: Marcelo Giardino
Realidad virtual y web:
Sebastián Higa y Camila Pastor








