Resistencia en Colombia 2021, continuidad de la Primavera Andina

 Resistencia en Colombia 2021, continuidad de la Primavera Andina

Pelao Carvallo[1]

En este 2021 de pandemia eterna prosigue la Primavera Andina[2] y Colombia forma parte de ella. Partió en Venezuela en el 2017, dando la vuelta por Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia y Chile, persistiendo de distinto modo en estos dos últimos. Aunque en Bolivia, Perú y Ecuador se ha reencausado la rebelión de distinto modo, lo electoral es un eje común que, como no implica una respuesta al fondo a la crisis, hace esperar alguna continuidad a esas revueltas. El proceso revolucionario en Chile, parte de esta primavera, tiene un aspecto electoral dado por un proceso constitucional forzado por la propia revuelta, pero la gran abstención en las elecciones da cuenta de que esa vía no es, ni puede ser el cierre de ese proceso.

Colombia muestra claramente las fortalezas de estas movilizaciones, que parten de errores no forzados de las élites dominantes y de su excesiva autoconfianza: un alza de 30 pesos en el costo del transporte en Chile el retiro de subsidios en Ecuador, una reforma tributaria alcista y castigadora en Colombia: actos políticos no necesarios realizados solo para mostrar lo que la élite puede… pero que los pueblos dejaron claro que no podían, en el caso de Colombia logrando que la reforma tal cual fue propuesta fuera cancelada. No son 30 pesos, son 30 años dijeron en Chile, y eso le dio una profundidad enorme a la demanda social de ese proceso revolucionario. La derrota de la Reforma Tributaria (hay que insistir en eso: es la derrota de esa reforma, , la derrota del gobierno del Duque de Uribe, la derrota de la élite colombiana) permite instalar otras demandas prexistentes pero anuladas por los discursos oficiales y sus medios de retrasmisión. Las demandas antirrepresivas, indígenas, por la paz, por los derechos, por el medioambiente, por la salud, contra el abuso patriarcal, contra el abuso económico neoliberal estaban allí desde antes, pero quedaban al margen porque la voz de las élites lo acaparaban todo. La presencia en la calle dio espacio para esas otras demandas y la voz colectiva forzó su entrada en los medios de retrasmisión oficial.

Cuando la salida a la calle por una demanda permite que otras se instalen, abre espacios que pueden convertirse en un proceso revolucionario, dependiendo del peso y esfuerzo de la represión militar, policial, mediática y judicial. Esa es la otra gran derrota de la élite: que la voz de los pueblos se cuela por todas partes, principalmente entre el propio pueblo que empieza a escucharse a ese gran sí mismo que es y a dejar de escuchar y creer el eco de las élites. En eso, la situación de Colombia[3] es similar a ciertos momentos en Ecuador, Venezuela y Chile. En Ecuador se llegó a una tregua y proceso electoral que calmó la revuelta y su costo de muertes. En Venezuela la represión, el hambre, el exilio de sobrevivencia y la desconfianza en la farándula opositora y sus carguitos inventados frenaron el proceso, pero en Chile el proceso revolucionario sigue de tal modo que ha derribado el Estado chileno tal cual se conoció por 30 largos años transicionales.

En octubre del año pasado ya había dicho que la primavera andina “es una primavera campesina, pequeña y familiar, que en tiempos de pandemia ha sido la fuente de sobrevivencia y alimentación solidaria y autogestionada de las comunidades, pueblos y ciudades…” Eso sigue describiendo la situación.

Lo que los pueblos de Colombia hagan y logren (y ya llevan muchas victorias) podrá dar más fuerza y continuidad a esta primavera andina. Ojalá sea así.

Los objetivos de las demandas populares en las manifestaciones son claros: la desmilitarización de los militares y de las policías, mostrando el contenido antimilitarista de estas luchas. También lo expresa el que el conflicto base sea el de dos modelos en confrontación: el capitalismo neoliberal financiero individualista contra la solidaridad comunitaria de ayuda mutua. Habitualmente en nuestra región no están confrontados porque son desigualmente complementarios, todo lo que los Estados depredadores y la élite neoliberalista no pueden depredar, amortiguar o resolver lo dejan en manos de las comunidades y su práctica de ayuda mutua. La pandemia[4], y antes de ella el excesivo abuso indolente de las élites neoliberales, han disminuido a ojos de todos la efectividad de esos Estados depredadores y de esas élites, y han mostrado toda la capacidad efectiva de la ayuda mutua comunitaria, tomando el carácter de confrontación, confrontación de formas de encarar la vida, pasando de lo complementario a lo desplazante. La ayuda mutua comunitaria no tiene tanta conciencia de su capacidad revolucionaria por la misma razón que tiene el capitalismo para dejarla subsistir: es una forma de vida, solo es revolucionaria para quien no la vive.

La pandemia no solo no logró detener la primavera andina[5], sino que logró ese desplazamiento: que millones de “neoliberalizadxs” deban recurrir a la ayuda mutua por mera sobrevivencia, produciendo así la confrontación, porque se puede transformar en una forma de vida para quienes adscriben en la práctica al neoliberalismo. Todo esto es haciendo separaciones muy tajantes, cosa que la vida misma no es, es todo más mezclado. Entonces esa forma de vida de ayuda mutua comunitaria, esas prácticas, son eminentemente antimilitaristas en tanto su centro es dar vida, cuidar la vida, mantener la vida y celebrarla. Por ello las marchas usan escudos, por eso surgen equipos de salud para atender manifestantes, grupos de alimentación para sostener las manifestaciones, etc. Porque esa forma de vida se está desplegando revolucionariamente para gente que tiempo atrás vivía en el Mall y en el Smartphone. Dicho de otro modo: la minga es revolucionaria cuando se despliega en las ciudades, la olla común es revolucionaria cuando la clase media recurre a ella, el saqueo es revolucionario cuando las madres adultas y no los jóvenes varones saquean, el cuidado en la calle es revolucionario cuando se hace para una manifestación como parte de esa manifestación.

El estado depredador extractivista y las élites neoliberales están en jaque porque su base masiva está desapareciendo, convirtiéndose en otra cosa. Por ello es que no pueden más que proponer soluciones militares o militarizadas, como ya lo hicieron Moreno en Ecuador y Piñera en Chile: milicos a las calles. Duque no hace otra cosa porque a menos que se les fuerce, lo militar es la representación de la vida neoliberal y estatal en grado sumo y por tanto es indispensable que gane y se represente como heroica. Lo militar es, simbólicamente, el estado neoliberal desde antes del estado neoliberal puesto que es el consumo improductivo hasta la muerte, eso son las balas y proyectiles el consumo que se autoconsume hasta la muerte, ajena y propia.

Los conflictos sociales, no olvidemos, son una oportunidad de negocios para la industria y el mercado militar – bien lo saben en BDS[6] – así como de aprendizaje y práctica de tácticas, estrategias y armamentos que retroalimentan a complejos militares sobrealimentados como el colombiano, chileno e israelí, por poner tres ejemplos de negocios mutuos militares. Hay una cosa que saben bien los ejércitos y es que no sobreviven a la deserción y a la insumisión, llegados a ese punto, de la deserción y la insumisión masiva no solo las fuerzas militares y militarizadas se urgen en reinventarse sino que todo el Estado debe reinventarse, Eso es lo que ha pasado en Chile por ejemplo y como la revuelta ha sido también una revuelta antimilitarista contra la participación miliar en la represión, contra la policía militar y contra el servicio militar con la más contundente insumisión[7] de la historia chilena, y derrotadas las fuerzas armadas chilenas en eso, el estado está en proceso de reinventarse.

Claro, las posibilidades revolucionarias antimilitaristas de la forma de vida de la ayuda mutua comunitaria tiene su limitación: puede ser, y lo ha sido, cooptada por cualquier forma de estado, patriarcado y capital, por este sistema de dominación y violencia, es decir por el Poder[8], por eso no hay que convertirla en un aprendizaje institucionalizado, estatalizado, mercantilizado en el sentido del mercado capitalista.

19 de mayo de 2021


[1] Pelao Carvallo 19 de mayo de 2021. Grupo de Trabajo CLACSO “Memorias Colectivas y Prácticas de Resistencia”. Este artículo nace de los apuntes para el webinario ¿Qué está pasando en Colombia? Semana Global de Contagio Antimilitarista, realizado del 17 al 22 de mayo del año en curso. El video de la charla especifica desde la perspectiva regional latinoamericana está disponible en: https://www.facebook.com/1421886927880165/videos/769828860398521

[2] https://www.clacso.org/la-primavera-andina-florece-en-pandemia/
[3] http://ramalc.org/2021/05/11/colombia-el-desmonte-del-escuadron-movil-anti-disturbios/
[4] https://www.clacso.org/contra-la-revuelta-enfermedad/
[5] https://www.clacso.org/contra-la-revuelta-enfermedad/
[6] https://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=67037
[7] https://www.clacso.org/la-revuelta-social-contra-el-servicio-militar/
[8] https://www.clacso.org/anarquismo-en-tiempos-de-punkdemia/


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