“Repensar el orden de género y transformar la asignación de los cuidados”
(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO –3 de noviembre 2021)
Para seguir recorriendo los 34 ejes que componen nuestra Conferencia #CLACSO2022 en el mes de junio (en la UNAM de México), hoy te propongo abordar la temática de Los Cuidados, que fue la razón también de mi viaje a Guadalajara, donde en conjunto con CALAS (Centro de Acción Legal-Ambiental y Social) organizamos una plataforma para el diálogo en torno a la temática del cuidado. Más precisamente a los desafíos que se presentan para las sociedades de América Latina y el Caribe en torno a la temática de los cuidados. Plataforma que, además de CALAS, organización con la que hemos organizado este evento, participó también la CEPAL, académicas de América Latina y el Caribe y también representantes de distintos gobiernos latinoamericanos que están trabajando en torno a esta temática.
¿Por qué? Porque como hemos dicho aquí, las desigualdades de género son un rasgo estructural e histórico en América Latina y el Caribe que se enmarcan dentro de las desigualdades sociales y que también nos explican o están en la base de la insostenibilidad del modelo de desarrollo para nuestra región.
Además, como también ya lo hemos comentado, esta pandemia del COVID-19 ha profundizado los nudos estructurales de las desigualdades y particularmente de las desigualdades de género, y puso en evidencia la organización social injusta del cuidado que tenemos y la necesidad de avanzar hacia un cambio en el estilo de desarrollo que ponga en el centro los cuidados y la sostenibilidad de la vida.
Entonces, allí es que nos preguntamos: ¿cuáles son justamente los desafíos y las oportunidades de la sociedad del cuidado en esta etapa que podríamos empezar a llamar pos pandemia?
Primero que nada veamos de qué hablamos cuando hablamos de la sociedad del cuidado. Por un lado, estamos hablando de nuevas formas de entender el cuidado y la atención de las personas, particularmente de las personas dependientes; y por otro lado también de pensar y reinventar nuevas formas de organizar la sociedad. No solamente estamos hablando de un cambio profundo en las formas en la que el cuidado ha sido históricamente percibido y llevado a cabo principalmente por nosotras las mujeres, por tanto un cambio que cuestiona de manera directa la división sexual jerárquica del trabajo, sino que estamos hablando de nuevos modelos sociales, nuevos modelo económicos que a diferencia del modelo actual (capitalista), guiado por la lógica del beneficio, coloque al cuidado, al bienestar, a la solidaridad, como su principal premisa y su razón de ser. En ese sentido, el feminismo (particularmente el feminismo crítico) tiene mucho que decir y aportar a estos procesos.
Los rasgos de la Organización Social del Cuidado en América Latina y el Caribe (que hemos recorrido el año pasado en alguna que otra columna), básicamente nos muestra que hoy el cuidado en América Latina es una función de las familias, dentro de las familias de las mujeres, que se hace principalmente de manera no remunerada, y que por supuesto el acceso a los cuidados y particularmente a los cuidados de calidad, están muy segmentados en función del nivel socioeconómico de las personas.
En general, como decía, el cuidado es familiar, no remunerado, y cuando se da de manera remunerada también es prestado por mujeres bajo las formas de trabajo doméstico remunerado (las trabajadoras domésticas o las empleadas de los hogares según como se llamen en cada uno de los países).
Ahora, ¿qué pasó con la pandemia? Con la pandemia además, aquí la CEPAL presentó en el marco de la reunión que tuvimos en Guadalajara unos datos muy interesantes: la pandemia aumentó la sobrecarga de trabajo de cuidados no remunerados para las mujeres.
Veamos si quieres algunos ejemplos en el caso de América Latina: en Argentina, de acuerdo a los estudios que se han hecho hasta ahora, el 54% de las mujeres expresó sentir una mayor sobrecarga de trabajo de cuidados a raíz de la pandemia. En Colombia las mujeres dedican ocho horas diarias de trabajo no remunerado, se dio que la situación del COVID-19 aumentó en una hora más en este trabajo; eran siete y pasaron a ser ocho durante estos meses que llevamos de pandemia. En Chile son 19 horas de trabajo de cuidado de niños y niñas que dedicaron las mujeres durante la pandemia (2 horas más que antes de la pandemia). Y en Uruguay ocho horas diarias no remuneradas dedicaron las mujeres (una hora y media más que antes de la situación del COVID-19). Y así podríamos seguir recorriendo otros países de América Latina, pero la conclusión es que hay una mayor carga de trabajo no remunerado. Y esto remite a la discusión, una vez más, del Estado de Bienestar, de colocar la discusión del bienestar en el centro y construir esa sociedad de los cuidados.
Porque otro dato que me parece interesante compartir hoy con ustedes (que también es producto de los análisis que viene realizando la CEPAL) es que si miramos la situación laboral de las mujeres, hay un retroceso histórico para las mujeres en la participación laboral y en la calidad del empleo. Pongamos un solo ejemplo: 18 años de retroceso en la participación de las mujeres en el mercado laboral como producto de la pandemia. Es decir, como si nos remontáramos a 18 años atrás en el impacto que ha sufrido la condición y la calidad del empleo para las mujeres. Y además con una recuperación desigual, porque ya se está observando que los varones están volviendo a tasas de participación laboral similar a las previas a la crisis de la pandemia, mientras que en el caso de las mujeres hay estos años de retroceso.
Entonces, queda muy claro que el cuidado es una tarea urgente y no es solo una tarea que corresponde solamente a las mujeres. La pandemia mostró con total claridad la urgencia de construir esta sociedad del cuidado si realmente queremos un futuro más igualitario, más sostenible y más inclusivo. Esto nos obliga a repensar el orden de género y a transformar esta asignación de los cuidados, que es asimétrica y se asigna a las mujeres y a redistribuir este trabajo no remunerado entre varones y mujeres, pero también entre familias, Estado, mercado y comunidad.
Si no abordamos este tema, seguramente no vamos a poder hablar de sociedades más equitativas, más igualitarias en América Latina y el Caribe.
-Clarísimo Karina lo que nos comentas y aparte viene siguiendo una senda que nos permite ir avanzando sobre estas temáticas que son tan fundamentales. Y en ese sentido, me da la sensación que hoy tendremos un programa que estará conectado en cierto lineamiento, porque con Francia Márquez Mina estuvimos ahondando en algunas cuestiones… Yo te iba a proponer antes de finalizar este encuentro contigo, escuchar 40 segundos de esa charla, donde hace alusión a una cuestión que entiendo tiene cierta relación de lo que tu venías comentado y después podemos dialogar unos minutos más, te parece…
De acuerdo.
Francia Márquez Mina: Tuve mi primer hijo, me tocó trabajar en la mina durante todo el embarazo: por ejemplo, hoy fui a la mina y lo parí en la madrugada del día siguiente. Y así nos toca a todas las mujeres… Mi mamá no tiene huellas en sus manos, yo me di cuenta eso cuando gané el Premio Medioambiental Goldman cuando fui a sacarle el pasaporte y casi ella no podía viajar conmigo. Cuántas mamás en Colombia, aquí en Argentina, en América Latina, han perdido las huellas de sus manos trabajando en casas de familia, haciendo lo que sea para sacar a sus hijos adelante.
Remite a esas desigualdades de género tan profundas y tan estructurales en América Latina, en Colombia como cuenta ella, pero en toda la región. Que, en definitiva, hablan de estas desiguales oportunidades que tenemos las mujeres, y particularmente muestran cómo no está articulado, no es posible de acuerdo a las políticas que tenemos hoy en nuestra región a las políticas públicas, la articulación de la vida laboral y la vida reproductiva entre las tareas del cuidado y las tareas del trabajo laboral o remunerado. Eso es justamente –no el único– uno de los puntos que queremos abordar cuando hablamos de las sociedades del cuidado.
Que todos y todas tengan derecho a realizar estas actividades sin que una condicione a la otra, y sin que la potencial condición de maternidad que tenemos las mujeres (porque no todas las mujeres son madres), se convierta en uno de los nudos centrales para nuestra participación laboral y para las desigualdades de género en definitiva. Y eso ha quedado más que demostrado con este testimonio que ella nos da y también con toda la investigación que hay en nuestra región sobre cómo se articulan estas dos dimensiones.
Todos los indicadores que estamos viendo nos hablan de esto, en general de las desigualdades, pero con algunas desigualdades en particular como en este caso que abordamos la de género, donde se ve que el impacto está siendo realmente diferencial desde la perspectiva de género. Y uno de esos temas fue también lo que abordamos en esta plataforma para el diálogo en Guadalajara, seguiremos trabajando por supuesto y será un tema central, desde ya lo puedo anunciar, en nuestra 9ª Conferencia de Ciencias Sociales y Humanidades en siete (7) meses.
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