“Quedarse en casa”, adaptación de la ciudad en momentos de crisis

 “Quedarse en casa”, adaptación de la ciudad en momentos de crisis

Danilo Minaya[1]

Quedarse en casa es la consigna que nos convoca a todos/as en la actual situación de pandemia que afecta el planeta. El Covid-19 ha desatado una guerra global en torno al manejo de la catástrofe, todas las informaciones en los medios de comunicación masiva giran en torno al tema, tal como la situación lo amerita. ¿Qué significa esto en las situaciones actuales? Salvar vidas de la pandemia, o profundizar más las desigualdades sociales que por siglos nos afectan, todo este sistema global neoliberal que rige los destinos de nuestros países no es más que un sistema generador de pobreza y desigualdad. Vivimos en ciudades fragmentadas y de segregación habitacional, la cual el virus ha sacado a flote y expuesto con más crudeza.

La pandemia nos está diciendo que miremos a nuestro entorno, que veamos la ciudad y su metabolismo, que miremos la sociedad creada por el capitalismo, que veamos cómo la naturaleza ha sonreído ante el respiro de una sociedad obligada al encierro, una sociedad incapaz de ver la voraz destrucción que viene haciendo al planeta con el mal manejo de sus ecosistemas fruto de la contaminación, temas tantas veces discutidos y que forman parte de la agenda 2030 de desarrollo sostenible planteada por la ONU, la cual cita en su objetivo 11 (Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles).

Habitamos ciudades formadas sobre la base de la concentración de los bienes y servicios en las grandes metrópolis que, a su vez, crearon bolsones de pobrezas en sus entornos, asentamientos urbanos formados a la luz de las necesidades de sus habitantes, comunidades situadas cerca de sus medios de “transporte” y “laborales”, sin planificación, o planificación sin ejecutar, falta de participación social para gestionar una buena planificación, planes matizados por políticas clientelares, al interés de quienes nos dirigen con políticas improvisadas que quieren corregir en días, lo que ellas mismas han creado por décadas.

La cultura de los pueblos hay que verla y analizarla en su justo contexto. Se trata de salvar vidas de la pandemia, no de condenarla a profundizar sus miserias en espacio inhabitables, sin dejar de mencionar y reconocer, que el espacio público de esos sectores formados en medio de la marginalidad está en sus calles y callejones, en sus patios y sus aceras, situación que amerita una sentida reflexión de los actores llamados a preservar el orden al momento de abordar la problemática y garantizar el llamado al distanciamiento físico. No basta con plantear que las redes sociales pasen a ser las sustitutas del espacio público.

Quedarse en casa no puede incentivar al autoritarismo, sino a la reflexión y accionar de cara a una realidad social, los reportes recientes dan cuenta de los niveles de desigualdad imperantes en nuestro país, falta de acceso al agua potable, energía eléctrica, recogida de basura, se ha evidenciado que el modelo educativo ha colapsado y, sobre todo, ahora más que nunca, el acceso a la salud, son solo algunas de las calamidades que afectan a un conglomerado víctima del sistema capitalista y neoliberal que nos gobierna.

Repensar la pandemia y sus consecuencias nos invita a la reflexión y ver más allá de la crisis a que nos enfrentaremos. Estamos llamados a verla desde lo social, tomando como prioridad lo colectivo. El tema nos convoca a pensar en una nueva manera de planificar la ciudad, una nueva y equitativa repartición de las riquezas y una nueva Resiliencia Urbana.

Abril de 2020.


[1] Escuela Multitemática / Centro CLACSO República Dominicana.


Danilo-Minaya

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