Polifonía feminista

 Polifonía feminista

Indhira Libertad Rodríguez[1]

Mi piel es negra
Mis brazos son largos
Mi pelo es lanoso
Mi espalda es fuerte
Lo suficientemente fuerte
como para soportar el dolor
Infligido una y otra vez
¿Cómo me llaman?
Mi nombre es tía Sarah
Mi nombre es tía Sarah

Mi piel es amarilla
Mi pelo es largo
Entre dos mundos
Yo pertenezco
Mi padre era rico y blanco
Una noche forzó a mi madre
¿Cómo me llaman?
Me llamo Saffronia
Me llamo Saffronia

Mi piel está bronceada
Mi pelo está bien
Mis caderas te invitan
Mi boca como vino
¿De quién soy?
Cualquier persona que tenga
dinero para comprarme
¿Cómo me llaman?
Mi nombre es Sweet Thing
Mi nombre es Sweet Thing

Mi piel es marrón
Mi manera es dura
Mataré a la primera madre que vea
Mi vida ha sido muy dura
Estoy terriblemente amargada estos días
Porque mis padres eran esclavos
¿Cómo me llaman?
Me llamo Peaches

Nina Simone (1966) “Cuatro Mujeres”


Reitera Nina al cantar “Es el retrato de 4 mujeres, diferentes, cuatro mujeres negras”, en todas hay una queja, pero cada una es diferente, a todas un afuera las nombra: “¿Cómo me llaman?”, una cosa, una fruta, una flor o una cuidadora. Hay discursos de saber poder como el que elabora la academia, organismos internacionales, entre otros, que utiliza la categoría “mujeres negras” como uni-versal, haciendo invisible las inconmensurables narrativas de la diversidad de mujeres negras.

Alguna vez escuché “el arte lo dice antes”, Nina estaba adelantándose a un debate que harían emerger las mujeres afroestadounidenses en la década del 70 de partidos políticos, movimientos sociales, las artes e incluso la academia, que interpelaba la categoría mujer, así en singular, que se enarbolaba desde un feminismo liberal, blanco, heterosexual y euro-usa-centrado, como el único y legítimo sujeto. Una de ellas fue Angela Davis (1981/2005) visibilizando el rol de las mujeres negras desde sus antepasadas esclavizadas en EE.UU., y la distancia entre la historia vivida por estas, llena de violaciones y explotación fuera de la “casa”, de la de sus amas blancas. Puso en jaque la comprensión que hasta los momentos se había dado en torno al espacio público y el espacio privado con su consecuente asignación de roles genéricos, contribuyendo a una problematización más profunda de la división sexual del trabajo.

Las mujeres lesbianas hicieron lo propio, desatando un dispositivo de interpelación a lo interno del feminismo que sigue vigente, pues ese sujeto mujer fue heredado de la razón ilustrada, siendo la Sofía del Emilio roussoniana, su viva imagen. La distinción entre la mujer como constructo ficcional, y las mujeres, los sujetos históricos reales. Luego lo hicieron otras identidades de las disidencias sexuales, las mujeres indígenas, las campesinas y cuanta diversidad femenil creada por situaciones de clase social, trabajo, lugar de vida, grupo etario, raza y sexualidad, pueda vivenciarse. Apostando, en definitiva, por el reconocimiento de la agencia política en las “otras” mujeres. No existe una mujer uni-versal, no se puede generalizar la experiencia de una mujer como siendo la de todas (Fischer, 2003). El feminismo no puede ser uno porque las mujeres somos diversas (Lozano, 2014). “Porque si no hubiese más de una ‘versión’, ¿de qué con-versación podría tratarse?” (Oyarzún, 2010: 48). De versar acerca de las estrategias políticas comunes en la diversidad, para subvertir un sistema de género-sexo-deseo moderno/colonial heteronormado, es de lo que trata esta reflexión en torno a les sujetes de los feminismos.

Mujer, género y sexualidades

En los años ochenta del siglo XX, el debate feminista entra en una crisis que se centra en tres temas fundamentales, íntimamente vinculados: las sexualidades (así en plural), las categorías “mujer” y “género”, y finalmente el o les sujetes del feminismo. Recordemos rápidamente que el “género” son los roles, funciones, expectativas que se nos asignan social, cultural y simbólicamente, de acuerdo al cuerpo sexuado que encarnamos. Lo mismo que decir que: género es lo que se entiende por ser mujer u hombre en un contexto histórico, social, cultural, político, económico, religioso, geográfico, territorial, dado. Donna Haraway (1995) critica la categoría “género”, planteando que deja anclado el debate de la emancipación de las mujeres a la moderna dualidad naturaleza/cultura y que en el devenir soslayó el estudio de la categoría “sexo”, del cuerpo sexuado. Lo cual ya había sido apuntado antes por Gayle Rubín (1989), cuando denunció que el feminismo no tenía una teoría sobre la sexualidad y al intentarlo quedaba entrampado en el “género”. Pocos años después Judith Butler (1990/2007), a través de la noción de performatividad aplicada al género, demuestra como la sexualidad queda ocultada por este.

Ahora bien, no puede desdeñarse el giro interpretativo que otorgó al movimiento feminista un firme escenario de lucha tanto teórica como política, al incluir la categoría “género” en su semántica y comulgo con la intelectual feminista Magdalena Valdivieso cuando apunta que: “Pueden haber aproximaciones de género que no impliquen necesariamente un compromiso con la transformación de las relaciones de dominación (…) [sin embargo] lo que hemos criticado es el uso tecnocrático del concepto de género.” Refiriéndose a los procesos de institucionalización y ONGenización de las demandas del movimiento, al cual se le adjudicó la sustracción de la radicalidad y su aparente despolitización. Aparente, pues sólo basta ver la potencia contentiva de esta 4ta Ola.

Luego con la emergencia de las subjetividades queer, les cuerpes intersexuales, transexuales, transgéneros y travestís en el feminismo, germina un análisis que apunta a develar como los cuerpos son producidos por biotecnologías complejas, por una biopolítica meticulosa. Como bien dice la feminista argentina Diana Maffía: “En síntesis, el mismo sexo biológico es producto de una lectura cultural” (2003: 6). Queda así en entredicho que el género descanse finalmente, en la diferencia sexual, en la materialidad corpórea y que incluso la lectura de ese cuerpo pasa por el tamiz de lo social. De esta forma se amplía la comprensión de lo que hay que deconstruir para emancipar-nos.

Las subjetividades feministas de Nuestramérica:

En Nuestramérica estos debates tuvieron dos claros Hitos. Uno fue cuando se discutió la participación de las lesbianas en el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (EFLAC) y el otro fue en el mismo espacio, años posteriores, con la participación de mujeres “trans”. Decantando en un debate no resuelto aun, acerca de cuál es el o los sujetos del feminismo. Pues, no sólo ya no está enunciado por un sujeto en singular “la mujer”, la bio o cismujer ya no parece tener la exclusividad en este campo de lucha.

Lo que para nada quiere decir que se apueste a un “feminismo sin mujeres”, las mujeres y lo femenino sigue siendo el núcleo desde el cual se despliegan las demandas del movimiento feminista. “Lo femenino concierne a cada ser humano, hombre o mujer” (Izaguirre, 2019: 18), suele estar encarnado por la cuerpa de las mujeres, pero no únicamente. De hecho hay comunidades que históricamente han sido feminizadas por sus dominadores, como demuestra la intelectual mexicana Karina Ochoa, ocurrió con los indígenas amerindios por parte de los colonizadores españoles: “al indio/a no se le ‘humaniza’ sino que se le feminiza, es decir, su carácter ‘otro’ (bestial, inhumano, semihumano, etc.) se ve intercambiado o equiparado por el de ser mujer, […] como un sujeto inferiorizado y ‘penetrable’” (2014: 109). Lo que otorga vigor entonces a poner en común las luchas antisexistas, antimachistas y/o antipatriarcales, anticapitalistas, antimperialistas, anticoloniales, antirracistas, antihegemónicas, antisistema. Allí donde un sujeto sea feminizable en la lectura jerárquica de la diferencia, habrá un feminismo que luche por su libertad.

Recuerdo haber escuchado a una lesbofeminista académica caraqueña hace ya 10 años, decir acerca de una mujer trans activista, que venía sistemáticamente coincidiendo con nosotras en espacios de lucha feminista, que no debíamos establecer mucha alianza con ella, pues aunque ella se asumiera mujer, había sido socializada como hombre. Esa afirmación me hizo profundo ruido en aquel momento, un ruido más afectivo que teórico, pues yo estrechaba lazos de amistad con esta mujer trans y a través de ella iba comprendiendo y sintiendo la realidad de este colectivo. Desde aquel entonces ella ha seguido en el activismo y cada vez más, se asume feminista. A pesar de su procedencia de raza negra y clase popular, pudo trascender el destino manifiesto para las mujeres trans con estas intersecciones, está viva a más de sus 35 años y cursa actualmente estudios de educación universitaria. Así que desde mi experiencia no puedo más que decir que si una mujer trans se asume feminista y/o se siente atraída por esta lucha, pues bienvenida. De lo contrario tendríamos que pensar en la brecha que existe entre descolonizarnos en el saber, pero no en el ser.

Otra anécdota. En el 2013 celebramos el día por la Rebeldía Lésbica. Decidieron que sólo las lesbianas hablarían. El resultado fue la puesta en debate por parte de otras mujeres lesbianas y de mujeres que se asumieron lesbianas políticas, argumentando que el lesbianismo no se resumía en la orientación de la líbido de una cismujer a otra cismujer, sino en las poliversiones del amor entre mujeres, profundo y sororal, empático, contextual, no automático o políticamente correcto, sino sentido conscientemente y pulsional. El debate se terminó realizando con todas las presentes e incluso los varones que asistieron. El enriquecimiento del espacio saltó a la vista, pues no sólo las lesbianas se permitieron escuchar-se y darse la oportunidad de elaborar preguntas, planteamientos, alternativas o estrategias que no necesariamente ya habían pensado, sino también quien no era o se asumía lesbiana, se entrenó en el respeto hacia la diferencia y su mayor comprensión. En aquel momento hice un análisis no sólo como la feminista que estoy siendo, gerundio que denuncia el estado cambiante, flexible, interrogante, no sólo mío sino del movimiento en sí. Sino como chavista, pues pensé que le sujete político que había emergido no permitía ya ser excluide de ningún espacio de participación política y que estaba y está dispueste a luchar por ése derecho.

Múltiples lugares de enunciación

El sujeto es construido por los discursos, pero al mismo tiempo tiene posibilidades de acción, como desarrollar políticas de auto-representación. Al feminismo le acontece una polifonía de lugares de enunciación, resultando múltiples feminismos. Para comprender la diversidad de feminismos existentes hay que atender a la construcción relacional de la subjetividad política (Medina, 2016). “Ahí donde hay un privilegio, un derecho está siendo negado, precisamente porque los privilegios no son universales, como son pensados los derechos.” (Gargallo, 2014: 19).

Con el uso del término agencia, vinculado a la realidad y a los contextos en razón de “la necesidad de una mayor responsabilidad y conocimiento del propio lugar de enunciación” (Casado, 1999: 82), dentro del debate feminista se deconstruye la asociación entre ser mujer, tener experiencias de mujeres y ser, por tanto, feminista: “Sin duda, estos planteamientos vinieron a alterar profundamente tanto el sujeto ortodoxo del feminismo, como la forma de entender el feminismo.” (Medina,2016: 128). Tanto el abanico de discursos políticos que tiene a su disposición una persona, como su construcción cultural, hacen que las interpretaciones personales de un acontecimiento varíen, de ahí “los diversos discursos que sobre el rol y los derechos de las mujeres las propias mujeres mantienen, en directa conexión con sus experiencias subjetivas y sociales.” (Medina, 2016: 143. Cursivas mías). Porque los procesos de formación de la subjetividad son a la vez sociales y subjetivos.

Hablando de la polifonía feminista, la intelectual venezolana Alba Carosio nos dice:

“En nuestra Latinoamérica del Siglo XXI, afrontamos una encrucijada entretejida o bifurcada entre feminismos integrados y feminismos de ruptura, entre feminismos ideológicamente globalizados y feminismos policéntricos y localizados en nuestra latinoamericanidad, entre feminismos de la igualdad y feminismos de la diferencia, entre feminismos universalistas y feminismos alternativos (con reconocimiento de etnia y clase) (…) Pensarnos desde Nuestra América implica hacerlo desde la marginalidad explotada del imperio global, donde la violencia se naturaliza teniendo como base la violación colonial.” (Carosio, 2009: 21)

Creo que la textura de ese pensamiento como nuestroamericanes es extensible a las mujeres y poblaciones del sur global, la violación, como el ejercicio de poder sobre la otra, le otre, el otro colonizado. Los pactos sociales para la conformación de nuestros Estado/Nación pasaron por la negación de la violación como práctica fundante de la relación colonial, hay un dolor y horror muy antiguo en nuestras cuerpas y sentipensares. Pero también hay un gozo y celebración de la vida, muy profundo. Por eso me seduce, para pensarnos la imagen del rizoma, nos cuenta Amalia F. que: “Según Deleuze, rizoma es una raíz, usualmente crece de forma horizontal, produce a su vez raíces subterráneas y tallos aéreos.” (2003: 12). Como el jengibre caliente, picante y fresco.

Conjugar políticas de redistribución y de reconocimiento se perfila como una de las estrategias:

Nancy Fraser en 1997 abre un debate acerca de la justicia y las formas en que las políticas públicas pueden garantizarla. Para Fraser existen, fundamentalmente, 2 tipos de injusticias: económica y cultural; ante las cuales hay dos tipos de soluciones: redistribución y reconocimiento, respectivamente. Para enfrentar la injusticia socioeconómica, expresada en la distribución injusta de bienes y recursos son necesarias políticas de redistribución; pero ante las injusticias legales y culturales que se manifiestan en el dominio cultural, y la injusticia en la representación, referida la jurisdicción del Estado y a sus reglas, se hacen necesarias políticas de reconocimiento.

A manera de modelos ideales toma 4 ejes de injusticias, estos son: clases sociales, sexualidades menospreciadas y colectivos ambivalentes en los que se cuenta: el género y la raza. No hay persona o identidad que sea miembro de un solo eje. En todos los cruces de colectividades bivalentes que se nos ocurra, las injusticias político-económicas y culturales-valorativas NO están diferenciadas claramente por lo que necesitan políticas de reconocimiento y políticas de redistribución.

Son algunas pistas para recordar y tener presente que: “es necesario pensar las resistencias entendiendo el importante papel en ellas de las vulnerabilidades personales, así como de las crisis sociales y políticas. Son precisamente estos elementos, los más propicios para que las mujeres activen estrategias de reivindicación.” (Medina, 2016: 131)

 Cierro con las oportunas palabras de nuestra Argelia Laya para pensar la utopía feminista que pasa por vivir vidas vivibles libres de violencia: “La violencia contra la mujer, a veces, visible o evidente y, otras, invisible o no evidente es uno de los problemas que llaman a nuestra organización como humanas. Así, nuestras estrategias deben centrarse en acciones, programas y proyectos dirigidos a la eliminación de todas las formas de discriminación: sexual, racial y social. Todo ello a partir de la acción crítica, solidaria y participativa, tanto entre las mujeres como entre nosotras y el resto de los seres humanos.” (1994) Mujer negra: cinco siglos de resistencia y de aportes a la cultura de las américas


Referencias bibliográficas:

  1. Butler, Judith (1990/2007). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Ediciones Paidós Ibérica, SA, Barcelona.
  2. Carosio, Alba (2009) “El feminismo latinoamericano y su proyecto ético-político en el siglo XXI” en Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, julio/diciembre, 2009 – vol. 14/ N° 33. CEM-UCV, Caracas, Venezuela, pp. 13-24
  3. Casado, Elena (1999) “A vueltas con el sujeto del feminismo”, Revista Política y Sociedad, nº 30, (Madrid: Universidad Complutense de Madrid). pp. 73-91.
  4. Davis, Angela (1981/2005) Mujer, raza y clase. Ediciones Akal, S.A. Madrid, España
  5. Fischer, Amalia (2003) “Devenires, cuerpos sin órganos, lógica difusa e intersexuales”. En Maffía, Diana (Comp.) Sexualidades migrantes. Género y transgénero. Editora Feminaria, Buenos Aires. Pp. 9-30.
  6. Gargallo, Franchesca (2014) Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en Nuestra América (México: Corte y confección).
  7. Haraway, Donna (1995). “«Género» para un diccionario marxista: La política sexual de una palabra” En: Donna J. Haraway. Ciencia, cyborgs y mujeres. Ediciones Cátedra, Madrid, pp. 213-251.
  8. Izaguirre, María Antonieta (2019). “La fobia y lo femenino” en Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, vol. 24, N° 52-53, diciembre 2019. CEM-UCV, Caracas, Venezuela, pp. 13-24
  9. Lerner, Gerda (1986/1990). La creación del patriarcado. Editorial Crítica, Barcelona.
  10. Lozano, Betty (2014) “El feminismo no puede ser uno porque las mujeres somos diversas. Aportes a un feminismo negro decolonial desde la experiencia de las mujeres negras del Pacífico colombiano” en Yuderkys Espinosa, Diana Gómez, Karina Ochoa Tejiendo de otro modo: Feminismo, epistemología y apuestas descoloniales en Abya Yala. Editorial Universidad del Cauca, pp.335-352.
  11. Maffía, Diana (Comp.) (2003) Sexualidades migrantes. Género y transgénero. Editora Feminaria, Buenos Aires.
  12. Medina, Rocío (2016) “Agencia y Mujeres saharauis refugiadas. Identidades Colectivas y Subjetividades desde los feminismos descoloniales”. En Bidaseca, Karina Genealogías críticas de la colonialidad en América Latina, África, Oriente. Clacso, Buenos Aires, Argentina. Pp. 125-146
  13. Ochoa, Karina (2014) “El debate sobre las y los amerindios: entre el discurso de la bestialización, la feminización y la racialización”. En Yuderkys Espinosa, Diana Gómez, Karina Ochoa Tejiendo de otro modo: Feminismo, epistemología y apuestas descoloniales en Abya Yala. Editorial Universidad del Cauca, pp. 105-118.
  14. Oyarzún, Kemy (2010) “Feminismos latinoamericanos: interseccionalidad de sujetos y relaciones de poder”. En Espinosa Miñoso, Yuderkys (Coord.) Aproximaciones críticas a las prácticas teórico-políticas del feminismo latinoamericano. En la Frontera. Buenos Aires, pp. 47-60.
  15. Rubin, Gayle (1989) “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad”. En Vance, Carole S. (Comp.) Placer y peligro. Explorando la sexualidad femenina. Ed. Revolución, Madrid, pp. 113-190.
  16. Valdivieso, Magdalena (2014) “Otros tiempos y otros feminismos en América Latina y el Caribe”. En Feminismos para un cambio civilizatorio. Clacso-Celarg-Cem. Caracas, Venezuela. Pp. 23-38.

[1] Socióloga. Feminista en construcción de un feminismo popular, plurinacional, nuestroamericano y decolonial. Fundadora de la Red de colectivos “La Araña Feminista” e integrante de su Equipo Editorial. Especialista en Justicia de Género y Políticas Públicas (FLACSO Brasil-CLACSO 2020). Integrante del GT-CLACSO “Feminismos, resistencias y emancipaciones”. Maestrante de Estudios de la Mujer de FACES-UCV y parte del Centro de Estudios de la Mujer CEM-UCV. Integrante de la “Red Latinoamericana contra la Violencia de Género”, “Organizaciones Unidas Contra la Trata y todo tipo de Violencia”, “La Secretaría Plurinacional de Feminismos Insurgente de FIEL (Frente de Escritos por la Libertad)” y del “Observatorio de DDHH de los pueblos”. Cuidadora de plantes y animales, sembradora de la vida.


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