Pandemia y vida cotidiana: núcleos críticos para analizar y abordar
Gisela Spasiuk y Zulma Cabrera[1]
Ante el hecho repentino que modificó nuestras vidas cotidianas, se hace necesario plantear algunas reflexiones en clave de género y de derechos que contribuyan a pensar sobre sus implicaciones, impactos diferenciales, así como las acciones particulares que se sugieren para abordar dicha situación.
El aislamiento social y preventivo como eje de la respuesta a la pandemia del COVID-19, tiene efectos diferentes en las vidas de mujeres, varones y otras identidades. Una de ellas es la centralidad y la forma que adquieren las tareas de cuidados; somos las mujeres las que ejercemos mayoritariamente las mismas en los hogares. Al clausurarse los establecimientos escolares, las tareas educativas deben realizarse en las casas, a lo que se agrega la atención a las personas denominadas de riesgo y las labores domésticas en el confinamiento, entre otras actividades relacionadas con el trabajo de solidaridad para con la comunidad; profundizando con ello la desigual distribución de tareas que en esta coyuntura se agudiza[2]. Es precisamente en esta difícil coyuntura de cuarentena que debemos aprovechar para asumir, de manera decidida, la lucha contra el patriarcado: compartir las tareas equitativamente como expresión no sólo de los derechos sino como la necesidad de conciliar la vida pública y la vida privada.
- La pandemia afecta las fuentes de reproducción de la vida cotidiana puesto que, al suspenderse los empleos, se despide personal. Al respecto –y como lo señala un informe reciente de la OIT–, también las mujeres constituimos el mayor porcentaje de trabajadoras a tiempo parcial y del trabajo informal en todo el mundo (precario y de baja remuneración); situación que, sin lugar a dudas, nos ubica como mujeres/identidades diversas en posición de vulnerabilidad y desventaja
.
Adicionalmente, y considerando la evolución de otras crisis, a las mujeres /identidades les resulta más difícil y le toma más tiempo su reincorporación al mercado de trabajo. Es decir, las crisis afectan la autonomía económica de las mujeres y su participación en los diferentes ámbitos y, en este sentido, las “reubica” en nuevas coordenadas de vulnerabilidad. A esta situación se cruzan otras categorías, en las que se interceptan la posición social y la raza, entre otras; complejizando las condiciones de vulnerabilidad, pero también el impacto en la vida de las mujeres y de otras identidades.
- Muchas mujeres en varios países del mundo verán disminuido su acceso a la anticoncepción y a la atención pre y postnatal debido a la saturación de los servicios de salud.
- Los contextos de violencia familiar y aumento de la tensión en el espacio doméstico, debido al confinamiento, hace que el riesgo de violencia de género hacia las mujeres aumente. En tal sentido, y entre sus manifestaciones más “crudas”, el número de femicidios en el país ha ido en aumento desde que esta situación comenzó.
- Si se aborda el tema de cuidados en el sistema de salud, podemos observar que el peso de los mismos (en el ámbito privado y en los servicios de atención sanitaria) recaen en mayor medida en las mujeres que en los hombres, una realidad que es también invisible en la mayoría de los análisis de la crisis. Esta situación se explica por la vinculación con el desempeño de profesiones feminizadas como la enfermería que, a la par que otras variables de incidencia, detonan las condiciones de vulnerabilidad.
- La situación de las empleadas de casas particulares (extensión de las tareas domésticas como oficio realizado en otros hogares), amerita un capítulo especial. Especialmente en Argentina no están incorporadas en el decreto del PE como actividades prioritarias, por lo tanto, deben cumplir el aislamiento. Estas mujeres reciben presiones y son intimadas a trabajar, o bien no se les abonan sus haberes (el gobierno nacional tomó medidas de asistencia económica que aportan, pero que no resuelve la discriminación y vulneración de derechos a los que están expuestas, en un escenario en que el avasallamiento es ejercido por otras mujeres).
El temor a lo desconocido, la incertidumbre y las condiciones de encierro antes mencionadas, entre otros aspectos, derivan en una presión diferente y desproporcionada en las mujeres, con alto riesgo en sus condiciones de salud mental.
Es un hecho que las situaciones de vulneración contra mujeres, niñas y otras identidades no binarias es una realidad social abrumadora, además de injusta, que se hace necesario contemplar en las medidas de política para este tiempo crisis. La búsqueda de igualdad no es una política “sólo para los tiempos de bonanza”; la inclusión de la perspectiva de género cobra aún mayor sentido sobre todo en contextos de crisis. Es necesario que estos hechos sean abordados desde claves múltiples que permitan marcar el punto de inflexión y encontrar la ruta y las estrategias para hallar el mejor camino para superarla.
Como sociedades, ante esta nueva situación reaccionamos improvisadamente y sobre el curso de los acontecimientos. No seremos los mismos ni las mismas una vez superada la emergencia sanitaria. Es esperable que esta crisis cambie (ya está cambiando en buena medida) la manera en la que nos organizaremos en el futuro para tomar decisiones y cuidarnos. En definitiva, requerimos que se cambien los límites tolerables vigentes de las sociabilidades colectivas. Las crisis son, sin lugar a duda, momentos propicios para dejar de naturalizar nuestra vida cotidiana, pues, parafraseando a Susy Shock, no queremos ser más esta humanidad. No queremos ser más esta humanidad que necesita ver de cerca a la muerte para hacerse cargo por fin de que otras vidas sean posibles. De esto y mucho más se trata la lucha por la democratización social.
[1] UNAM. Centro de Estudios y Promoción de la Equidad de Géneros Flora Tristán, Argentina. Grupo de Trabajo CLACSO Luchas Antipatriarcales, Familias, Géneros, Diversidades y Ciudadanía.
[2] Estudios como la Encuesta de Uso del Tiempo del INE.5 en España dan cuenta de la situación en condiciones usuales.
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