Marx fuera de sus límites: por una renovación de la teoría crítica

 Marx fuera de sus límites: por una renovación de la teoría crítica

Dentro de la Colección de los “Cuadernos del pensamiento crítico latinoamericano”, CLACSO presenta la investigación: “Marx fuera de sus límites: por una renovación de la teoría crítica” de Jacinta Gorriti.

Marx fuera de sus límites: por una renovación de la teoría crítica

Jacinta Gorriti1

Si hay una tradición de pensamiento que nunca dejó de causar impacto es el marxismo, tantas veces declarado muerto, revivido y reactualizado en los dos siglos que nos separan de la vida de su autor. Los doscientos años del nacimiento de Karl Marx fueron la excusa del Foro Marx 200, organizado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en Buenos Aires a fines de 2018, que reunió a numerosxs referentxs de la teoría social contemporánea en torno a la pregunta por la vigencia, los desafíos y las transformaciones de la teoría marxista. Este libro recoge sus intervenciones y las agrupa en cuatro grandes tópicos: 1) Marx, América Latina y el devenir mundial; 2) Marx y su revolución teórica; 3) Marx y la dinámica económica capitalista; y 4) Marx, la política y la democracia. Así, desde el propio ordenamiento del libro se destacan las cuestiones más relevantes a atender desde la órbita del pensamiento marxista en el siglo XXI. Ahora bien, estos tópicos han sido, al mismo tiempo, los más desafiantes y discutidos a lo largo de estos doscientos años: en qué medida el marxismo puede explicar las diferentes trayectorias históricas de las formaciones sociales y sus maneras de vincularse en el sistema capitalista mundial; dónde reside la especificidad teórica del marxismo y su eficacia, que lo ha vuelto un fundamento del pensamiento contemporáneo (sea para retomarlo o para discutirlo); qué puede aportar para comprender las derivas y crisis actuales del capitalismo; y cómo reinterpretar la teoría revolucionaria cuando el horizonte de transformación radical se ha alejado de una política de masas.

En este sentido, el libro acierta en su composición: el conjunto heterogéneo de artículos que lo compone da cuenta de la multiplicidad de registros, herencias y perspectivas en las que se debate la apropiación de la teoría de Marx y, al mismo tiempo, la posibilidad de un marxismo más allá de Marx (o bien, invirtiendo la fórmula althusseriana, de un Marx fuera de sus límites). Hay contribuciones que discuten interpretaciones de los textos de Marx entre marxistas; que subrayan aspectos poco estudiados de la producción teórica de Marx; que elaboran conceptos y esquemas teóricos a partir de las obras del marxismo; y que leen la coyuntura actual a través de la revisión de ciertas categorías y fórmulas marxistas. Hay contribuciones más académicas y sistemáticas, y otras que reponen el carácter oral de la intervención en el Foro de CLACSO. Sin embargo, de una u otra manera todas enlazan la teoría marxista con una comprensión del presente y una proyección del futuro, esa temporalidad de resistencia tan esquiva que supone el porvenir. Si el futuro próximo que aparece en los textos aquí reunidos está signado por la crisis económica, ecológica y social que el mundo ya atravesaba antes de la pandemia, ahora, al momento de su publicación, esta resignifica el gesto de poner la teoría marxista al servicio de una lucha por el modo de entender el presente y de encarar el futuro. La pregunta que le da título a la contribución de Enrique Dussel a este volumen, “¿Qué Marx para el siglo XXI?”, resulta clave. Si, como sugiere Esteban Torres en su artículo “Los tres motores de la teoría social de Marx”, la singularidad de la obra de Marx radica en el anudamiento de un motor racional-científico, un motor crítico y un motor transformativo, replicar el gesto del pensamiento de Marx se vuelve crucial en este siglo que comenzó con guerras, crisis e incluso una pandemia. Porque necesitamos, simultáneamente, una razón científica para explicar (no solo describir) los procesos que atraviesa el mundo y su impacto singular en cada realidad social, una ética crítica de las desigualdades sociales y una voluntad transformadora que active y permita la irrupción de lo nuevo en la historia. Quizás hoy más que nunca, a la luz de las desigualdades radicales que dan forma al mundo actual y de la crisis económica, ecológica y sanitaria en la que el conjunto del planeta está inmerso, sea indispensable volver a Marx, no por simple curiosidad ni interés académico o academicista, sino para reactivar esa potencia científica, crítica y transformadora que lo caracteriza.

No obstante, para “replicar el gesto” marxiano, es preciso ante todo entender cómo pensaba el propio Marx: de qué materiales se servía, cómo se fueron transformando sus ideas, de qué manera componía su pensamiento con el de otrxs, qué cuestiones lo interpelaban, etc. Claro que no para encontrar allí un Marx “auténtico”, sino para comprender su método en el saber mismo en que se realiza. Uno de los aspectos más interesantes del libro es, precisamente, el modo en que deslinda, a veces explícitamente (como en los artículos de Álvaro García Linera, “Marx y la visión multilateral de la historia”; de Marcello Musto, “Las investigaciones tardías de Marx sobre los países no europeos”; y de Bob Jessop, “La influencia de las ciencias naturales en el desarrollo de la crítica de la economía política de Marx: el argumento de la biología celular”) y a veces solapadamente, los movimientos del pensamiento de Marx: las capas, redes y tejidos conceptuales, históricos y políticos que lo componen. Pero no es simplemente una “arqueología” del pensamiento de Marx lo que aparece. Antes bien, se trata de un saber de uso del marxismo que, al mismo tiempo que capta su desarrollo, se inscribe en su estela y piensa en esa órbita. O bien, un ejercicio de esa misma crítica inmanente que Marx practicaba (como señala Guilherme Leite Gonçalves en “Teoría social en Marx”). Así, el pensamiento de Marx se abre a múltiples encuentros que lo refractan en distintas direcciones: hay marxismos latinoamericanos, europeos, científicos, democráticos, sociológicos, revolucionarios, críticos, actuales e inactuales.

La discusión respecto de los modos de definir la obra de Marx no es menor: en ella se juegan sus apropiaciones contemporáneas y sus legados. Por caso, los debates respecto del carácter eurocéntrico o no de la obra marxiana, que han permeado la historia de “desencuentros” de Marx y el marxismo con América Latina, son retomados aquí desde nuevas lecturas y a partir de la publicación de sus manuscritos inéditos no con un afán escolástico, sino para entender los alcances y límites de sus contribuciones para pensar hoy nuestra región. Algo similar pasa con las discusiones disciplinarias en torno a la obra de Marx que buscan en uno u otro campo de su pensamiento sus aportes más relevantes para el presente. Hay quienes ponen el acento en los análisis económicos de la teoría marxiana, quienes hacen hincapié en su teoría social y sociológica y quienes rescatan sus intervenciones políticas. En cualquier caso, lo que se busca en Marx no es un repositorio de discusiones ya saldadas, ni respuestas a preguntas de nuestras propias condiciones históricas, sino un espacio abierto o un método para pensar aquello que Marx no pensó pero que sus lecturas actuales permiten poner de relieve. Este punto es central en el libro, que tiene en el problema del método marxiano uno de los hilos rojos que tejen el conjunto de intervenciones.

Más que un marxismo, lo que demuestra el libro, entonces, es que no hay una teoría marxista homogénea y lógicamente consistente, sino una constelación plural de ideas que tienen como referencia a la obra de Marx. Una obra cuyo carácter inconcluso y cuya densidad teórica son precisamente las que le dan esa impronta abierta a la reinterpretación constante. Si bien este libro se inscribe casi exclusivamente en una apropiación académica del trabajo de Marx y de su legado, no por ello deja de manifestarse en sus contribuciones la politicidad inherente a la tradición marxiana. Esa misma que ha permitido declarar muerto y revivir a Marx a lo largo de la historia contemporánea, como sostiene Elvira Concheiro Borquez en “200 años de Marx: lo político ante los retos de hoy”. La obra de Marx no aparece solamente como un campo de batalla teórico, sino también político. En otras palabras, los modos de apropiación teórica de Marx y las posturas políticas que sustentan están profundamente vinculados, y es interesante notar cómo se ponen en tensión estas diferentes perspectivas en el libro, en una época en la que el horizonte postcapitalista (tal como Marx lo imaginaba) ha quedado lejos. ¿Cómo leer a Marx en el siglo XXI? ¿Cómo resignificar nuestra visión de futuro sin abandonar “una perspectiva de emancipación”, como sugiere Göran Therborn en “Pensar el mundo actual desde Marx”? Una de las preguntas que el libro deja abiertas, entonces, es si resulta posible sustraer al marxismo de su refugio académico y volverlo a conectar con uno o, más bien, con múltiples proyectos políticos con capacidad real para disputar el orden social existente.

Un punto para considerar en este sentido tiene que ver con la articulación entre feminismo(s) y marxismo(s) que, como se aclara en la “Presentación”, no pudo ser abordado en el libro. Tal vez su ausencia sea otro signo de las dificultades que supone una reconfiguración creativa del legado marxiano que interpele a los movimientos más disruptivos, masivos y transnacionales del momento. ¿Tiene todavía algo para aportar la obra de Marx a los feminismos? Y, al revés, ¿pueden los feminismos contribuir a una reelaboración creativa del marxismo? Sin duda, no es una discusión nueva: en estos doscientos años, numerosas teóricas feministas han señalado los olvidos del marxismo con respecto al trabajo reproductivo y a las desigualdades de género. En cambio, lo que no ha sido explorado en igual medida es cómo componer rigurosamente estas dos tradiciones que enlazan de distintas maneras una práctica teórica, una práctica ética y una práctica política, sin reducir una a otra o incorporar ad hoc ciertas categorías de una en la otra. Desde el marxismo (o los marxismos) no se puede desconocer el lugar central que las luchas feministas tienen actualmente, sobre todo en América Latina donde constituyen una de las fuerzas más potentes que desafían las lógicas neoliberales de gobierno. No solo en las prácticas políticas que encarnan, sino también en las formas de conocimiento que habilitan, en la ética del cuidado que sostienen y en la crítica de las desigualdades sociales en todos sus niveles que ejercen. Por lo cual, si hoy más que nunca necesitamos volver a Marx para discutir las derivas del capitalismo neoliberal, este no puede ser sino un Marx feminista.

De igual manera, cabe preguntarse cómo reformular en la actualidad la crítica de la economía política marxista a partir de las contribuciones de las militancias ambientalistas al debate sobre la sostenibilidad de nuestros modos de organización social. Si bien el ethos ecologista recorre buena parte del libro, las menciones a la cuestión ecológica no van más allá de una denuncia del carácter destructivo del proceso de expansión capitalista. Ahora bien, ¿es posible exceder el diagnóstico necesario e impostergable respecto del desastre ambiental en ciernes y avanzar hacia una reformulación teórica del marxismo en clave ecologista? Es decir, no simplemente la adición de la cuestión ecológica a los tópicos clásicos del marxismo en su crítica del modo de producción capitalista, sino la elaboración teórica de nuevos conceptos que nos permitan comprender el presente e intervenir en él. Reactivar la sensibilidad ecologista que el marxismo porta en su ADN es un primer paso, pero hoy más que nunca urge entender las condiciones complejas y desiguales en las que se inscribe la cuestión ambiental para plantear alternativas realistas en todos los niveles. En definitiva, tomarse en serio el tipo de crítica transformadora que Marx alienta con simpleza y precisión en la tan mentada tesis XI, supone plantear nuevos marcos rigurosos a partir de los cuales leer el presente e impulsar otros futuros que no sean una repetición inercial de las condiciones actuales –desde las que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, como reza la frase del momento.

Otra cuestión relacionada con el carácter político de los modos de lectura de Marx concierne al vínculo entre marxismo, Estado y democracia; una discusión que subyace en varios textos del libro. ¿Podemos mantener hoy en día la clásica crítica del Estado capitalista de Marx, casi sin mediaciones? Identificar en todo Estado la “sustancia dictatorial” que lo constituye, por retomar el término que Atilio Borón usa en su artículo, “Marx, 200 años”, ¿sirve para explicar las formas, las dinámicas, las orientaciones y los modos de gobierno que los Estados adoptan en la actualidad? Ya que la temática del Estado está ligada en Marx a la teoría de la revolución, como nos recuerda Beatriz Rajland en “Marx y la política”, la revisión de una supone al mismo tiempo la de la otra. Así, si resulta indispensable volver a pensar el carácter transformador de la obra de Marx, sin duda es fundamental reconceptualizar el Estado desde su órbita. Porque la discusión ya no pasa por justificar si necesitamos o no un Estado, sino por qué formas de Estado queremos sostener. La crítica del Estado capitalista como garante de la explotación y dominación de clase es necesaria, pero completamente insuficiente. Especialmente ahora, en medio de la pandemia de Covid-19, cuando los Estados han vuelto a adoptar un lugar central en la sociedad mundial por ser las únicas instancias sociales con la capacidad de coordinación, centralización y asignación de recursos indispensables para salvar vidas en esta situación.

Los Estados, entendidos como sistemas interestatales puesto que están interconectados entre sí, son también lugares donde se concentran las luchas populares y donde se vuelven posibles ciertas formas de justicia social ante las derivas del capitalismo global. Rechazar masivamente el Estado no contribuye a la constitución de otras formaciones estatales, así como el rechazo radical de las tecnologías y el llamado a la “desconexión” no resultan eficaces para cuestionar las formas tecnológicas dominantes y los nuevos modos de acumulación por desposesión del capitalismo actual. Al igual que la tecnología, el Estado no es ni bueno, ni malo, ni tampoco neutral, sino que está definido y limitado por relaciones sociales. Pero no se trata, a la inversa, de romantizar ni de sobrevalorar el papel del Estado, sino de entender su lugar en los largos y arduos procesos de transformación social. Es decir, si algo nos enseña la tradición fundada por Marx es que la pregunta por el Estado no se hace en abstracto ni para defender las formas estatales existentes, sino a partir del deseo de transformarlo en función de las luchas que nos implican.

Ahora bien, repensar el Estado implica asimismo volver a pensar la democracia. Es innegable que en las últimas décadas se ha producido un proceso de desdemocratización de las sociedades, tanto a nivel nacional (con el ascenso de partidos de extrema derecha y de movimientos que se sirven de procedimientos democráticos para avanzar hacia la supresión de las instituciones y derechos democráticos) como a nivel global (con el aumento intensivo de desigualdades de ingresos y riquezas). En “Marx, la democracia y el nuevo bonapartismo”, Klaus Dörre nos otorga algunas claves de este proceso paradójico en el que la democracia es instrumentada en contra de sí misma para acompañar, no ya el crecimiento económico, sino la financierización de las relaciones sociales y los bienes públicos. Aunque las tensiones entre democracia y capitalismo no sean una novedad para el pensamiento marxista, resulta imprescindible considerarlas a la luz de las condiciones materiales de nuestras sociedades contemporáneas. De esta manera, la naturaleza de clase del Estado y las ambivalencias de la democracia en el capitalismo no deben ser un a priori o un principio anquilosado sobre el cual montar un aparato teórico, sino aquello a ser explicado cada vez, en la singularidad de cada coyuntura.

En relación con esto, si una de las principales cuestiones que ha atravesado el pensamiento de Marx ha sido la pregunta por las fuerzas sociales efectivas que se disputan en una situación dada, no basta considerar el poder que detentan hoy los Estados porque estos se encuentran también sobredeterminados por las fuerzas sociales dominantes, a la vez en una escala local, nacional, regional y global. En un mundo configurado alrededor de inmensas desigualdades, un pensamiento científico, crítico y transformador no puede desatender a los actores gigantes que manejan los hilos de las riquezas globales, tales como los grandes fondos de inversión y las corporaciones transnacionales, especialmente las tecnológicas. ¿Puede la teoría de Marx contribuir para un análisis riguroso de las nuevas modalidades del capitalismo y de sus actores principales? Desde distintos enfoques, en sus respectivas contribuciones al volumen Orlando Caputo (“Marx y la economía mundial actual”), Robert Boyer (“La teoría de la regulación y el legado de Marx”), Anwar Shaikh (“Marx, el capital y la competencia”) y Enrique de la Garza Toledo (“Actualidad del marxismo en el siglo XXI”), consideran que la teoría marxista todavía permite explicar los movimientos y las crisis del capitalismo, tanto en lo que tienen de nuevo como en sus recurrencias. Por eso, resulta llamativo que aquellos grandes actores que en las últimas décadas han sido claves en la transformación de los procesos y de las formas de organización del trabajo, de creación de valor, de acumulación de capital, de los sistemas jurídicos y de las relaciones de clase del capitalismo actual, apenas aparezcan mencionados en el libro.

Tal vez este sea otro de los puntos en los que necesitemos avanzar con Marx más allá de su propia teoría. Porque el desarrollo de una teoría de la sociedad mundial, una de las herencias más relevantes y urgentes de la teoría marxiana, no puede prescindir de una comprensión de los grandes actores que marcan el pulso de la realidad global y de sus desigualdades extremas. A menudo sucede que la crítica marxista se limita al nivel del Estado o a identificar los modos de dominación política que se condensan en él. Sin embargo, necesitamos ejercer un tipo de crítica que apunte no solamente a los Estados, sino igualmente a las nuevas organizaciones, corporaciones, empresas, etc. que tienen efectos estructurales decisivos en el mundo actual. Sobre todo ahora, cuando por la pandemia el conjunto de nuestras interacciones y actividades cotidianas (desde el trabajo y la educación hasta las reuniones sociales y el ocio) pasan por la mediación de tecnologías digitales concentradas en manos de unos pocos jugadores globales. Desde América Latina no podemos evitar la pregunta por las élites económicas mundiales ni tampoco por cómo se inscriben concretamente en cada formación social estos movimientos económicos globales en su anudamiento complejo con prácticas sociales específicas de cada una de ellas. No meramente para denunciar nuevos y más sofisticados modos de dominación y dependencia económica, política e ideológica, sino para comprender y explicar los cambios y las repeticiones que aquellos movimientos implican y las posibilidades y capacidades reales de los Estados en este escenario mundial.

Con respecto a esto, la revitalización del pensamiento de Marx que el volumen ensaya va de la mano con el impulso de una perspectiva materialista, en un sentido amplio, para las ciencias sociales. Precisamente, desde este materialismo que el libro nos invita a recuperar es posible arriesgar que la crítica que nos lega Marx consiste en un ejercicio que involucra una práctica teórica creativa, una inscripción política específica y una orientación realista al mismo tiempo, siempre en función de la variabilidad histórica. El desafío está en sostener los tres elementos simultáneamente sin jerarquizar ni reducir unos a otros: que la inscripción política no cancele la creación de teoría ni confunda los propios deseos con la realidad; que la producción teórica no se desentienda de los procesos históricos en curso ni de su implicación en ellos; y que la disposición realista no se convierta en un elemento desmovilizador o desmotivador sino que impulse la capacidad de explicación y transformación de los fenómenos sociales. Ahora bien, esta misma perspectiva es la que nos habilita y empuja a atravesar los espectros del marxismo y del propio Marx para producir nuevas herramientas teóricas a la altura de los programas de transformación de nuestra época.

De nuevo, lo que el libro pone en juego de manera ejemplar es el carácter imprescindible de la teoría de Marx para un pensamiento crítico del presente, en su opacidad y complejidad, al mismo tiempo que los límites de este dispositivo teórico. Límites que tienen más que ver con nuestras propias dificultades para elaborar marcos teóricos que nos orienten y nos permitan intervenir en la coyuntura desde la teoría, que con una carencia en la teoría marxiana. Dicho de otro modo, no podemos exigirle a Marx que nos otorgue respuestas para nuestros desafíos históricos, pero podemos partir de su entramado conceptual para constituir nuestros propios campos teóricos. Como demuestra este volumen colectivo, la teoría de Marx sigue marcando los pasos de la izquierda contemporánea e interpelando a quienes se interrogan críticamente por las condiciones sociales actuales. Asimismo, al exponer los alcances que puede tener una teoría sustantiva de la sociedad, nos invita a replicar el gesto y llevar hacia zonas imprevistas el ejercicio de creación teórica. Quizás el puntapié para generar nuevas revoluciones teóricas, como la del propio Marx, no sea otro que cambiar de preguntas más que de respuestas. Y en este ejercicio el encuentro con otras tradiciones, disciplinas, autores y espacios de militancia resulta fundamental.

En otras palabras, es al asumir el carácter incompleto e inacabado de la teoría marxiana que se vuelve posible encontrar puntos singulares de intervención desde las coordenadas teóricas que nos ha legado. Solo cuando se reconoce que Marx no puede (ni tendría por qué) darnos todas las respuestas es que se torna viable la imbricación entre presente, pasado y futuro que le da el título a este volumen: situar la contemporaneidad del marxismo supone también leer en el pasado lo que está en movimiento y escrutar en el presente las constelaciones que nos vinculan con lo que ha sido y con lo que podría llegar a ser. En su conjunto, Marx 200 años. Presente, pasado y futuro constituye una potente muestra de la vitalidad de la teoría marxista en un presente desquiciado, tan alejado como cercano de los pronósticos de Marx acerca de un capitalismo que no cesa de transformarse y acelerarse, de producir novedad y reactualizar viejas formas de dominación, de incluir y excluir en un mismo movimiento. Un volumen que permite identificar las trayectorias de los marxismos contemporáneos y de sus representantes más reconocidos, con todos sus aciertos y limitaciones. Su lectura puede resultar de interés para quienes deseen profundizar en algún u otro aspecto de la teoría marxista, discutir ciertas apropiaciones de la obra de Marx o analizar sus múltiples legados, pero también para quienes se aproximen por primera vez a esta tradición, que encontrarán heterogénea y rica en aportes teóricos.


1-Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CONICET – UNC). Integrante del Grupo de Trabajo de CLACSO “Teoría social y realidad latinoamericana”


Cuaderno-PLC-N79-octubre_2020

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