“Los estados no están muertos y tienen un rol principal en la vida de las sociedades”
(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 9 de septiembre de 2020)
Me parecía hoy muy oportuno tocar algo que ha estado presente en las columnas anteriores: destacar lo que es el tema del Estado y el papel del Estado. Algo que nos ha dejado claro esta pandemia es los debates sobre el rol del Estado, sobre el rol de la política en general y de las políticas públicas en particular, quizás algunos debates incluso que creíamos haber saldado muchos de nuestros países. Queda claro -y en esta pandemia lo pudimos ver todos y todas- que el mercado como eje regulador de la vida es absolutamente incapaz de dar respuestas globales ante situaciones de crisis, en ésta que estamos viviendo ahora y en otras que hemos tenido antes.
También hay algo que está muy claro: aquellos que hablaban de la muerte de los estados, la desaparición o la reducción a su expresión mínima de los estados, los estados no están muertos y tienen un rol principal en la vida de las sociedades, en la vida de todos y cada uno de nosotros y nosotras. Principalmente porque son justamente la estructura que puede ejecutar políticas públicas para la inclusión y para el bienestar de todas las personas en las distintas sociedades. El Estado es, ni más ni menos, que el garante de los derechos y el que puede además tomar esas medidas para el bienestar de la población. Y que puede además, entre otras cosas, contrarrestar efectos del mercado, más aún en los países con un fuerte régimen neoliberal en el ámbito tanto económico como en el ámbito social y también en el ámbito político. El papel del Estado ha sido reconocido y ha sido mencionado por la mayoría de los organismos internacionales en el marco de esta pandemia, desde la OPS (Organización Panamericana de la Salud), la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) y otros.
Qué preguntas nos podemos hacer hoy y qué urgencias tenemos hoy en relación a este papel del Estado. En primer lugar, cómo plantearnos transformaciones al largo plazo que efectivamente permitan fortalecer ese papel social del Estado social –valga la redundancia– sin que esto termine siendo simplemente un papel de regulador frente a las crisis globales como las que ya vivimos en el 2008, en el 2000, que en definitiva terminan reproduciendo las lógicas y las claves del sistema vigente. Además, nos podemos preguntar cómo avanzar en la construcción justamente de estados que sean capaces de ejercer su rol. Ese rol es el rol de garantizar los derechos humanos básicos y elementales para todos y para todas. Derechos que por supuesto tienen que ver con la salud, con el trabajo, con la seguridad alimentaria, con las distintas dimensiones que fuimos abordando en las columnas pasadas.
-En relación a la presencia de los estados, hubo diferencias muy grandes en el manejo de la crisis de la pandemia en diferentes lugares. ¿Ya empiezan a aparecer algunos datos de cómo la presencia de estados más fuertes, más presentes, cambiaron las condiciones de existencia de la gente frente a la pandemia en las sociedades?
-Sí. Quizás el indicador más sistematizado que tenemos hasta ahora tiene que ver con los sistemas de salud, con las garantías de acceso y de cobertura por parte de los sistemas de salud. Y está claro que aquellos países con sistemas de salud más fuertes, más sólidos y además de carácter universal, han tenido una mejor respuesta en esta situación de crisis. También nos podemos mover al plano de lo laboral o de lo económico donde las situaciones son similares. Y por eso insisto: lo que importa es la presencia del Estado en sus funciones de garante del bienestar de la población. Y además estamos en este momento en una oportunidad excelente, como dijimos ya hace algunas semanas, para poder discutir o para poder plantearnos –y eso es lo que queremos impulsar desde CLACSO– nuevos contratos o nuevos pactos sociales que nos permitan efectivamente construir sociedades más inclusivas, más igualitarias, con mayor respeto de los derechos humanos, mayor democracia, con mayor en definitiva bienestar social que garantice las condiciones de vida de todos y de todas. Y allí estos nuevos contratos que queremos discutir, no se pueden hacer sin plantear el fortalecimiento de un Estado social. Y un pacto social que en definitiva nos permita retomar aquellas palabras claves que hemos mencionado en otras columnas, las palabras claves tales como la democracia, la solidaridad, la interdependencia y la corresponsabilidad. Tú me dirás para qué estas palabras, para que justamente en torno a esos ejes se discuta, se esboce ese nuevo contrato social que estamos todos y todas esperando en América Latina y el Caribe, que nos permita tratar de avanzar hacia sociedades más justas alejada de esa narrativa neoliberal que se nos ha impuesto en nuestra región de los años 80 en adelante, donde la vida y las personas fueron siempre lo menos importante. Llegó el momento de colocar la vida y las personas en el centro y eso sólo se puede hacer con una fuerte presencia del Estado social.
-Por último, entiendo que también una de las propuestas que estuvo presentándose con bastante fuerza habla de una renta básica universal y también implica una presencia de un Estado potente que tenga en cuenta no solamente los problemas coyunturales, sino pensarlo por ahí a largo plazo…
-Exacto. Lo vimos, como recordarás, en alguna de las columnas en que hablamos del tema del trabajo. Esa es una de las propuestas básicas. Si estamos hablando de un Estado social, si estamos hablando de una fuerte presencia estatal, una de las propuestas es el ingreso ciudadano o la renta básica universal. No hay que quedarse solamente en eso: hay que incluir el tema del derecho a la salud y al acceso por lo tanto al sistema de salud, el tema de la seguridad social, y por eso mencionaba cada una de las dimensiones que hemos ido abordando hasta ahora. Insisto: el Estado como garante, el Estado es quien puede garantizar esos derechos que todos y todas tenemos. Y para eso no tiene nada más que hacer que cumplir su papel.
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