Los cuidados en la agenda feminista argentina
Lorena Guerriera y Carina Carmody[1]
Un estudio de las producciones feministas realizadas en la academia y el activismo argentino (2013-2018)
Quisiéramos compartir con ustedes algunas reflexiones o aportes que brindan los estudios acerca de los cuidados para pensar algunas cuestiones en relación con la situación de la pandemia de coronavirus que estamos viviendo.
Sin duda que en estos días los cuidados han estado más que nunca en el centro de nuestras vidas cotidianas, en la política, en los medios de comunicación… Se ha puesto en escena la interdependencia entre las personas y nuestra precariedad o fragilidad como seres humanos. En ese sentido, nos parece oportuno traer a la reflexión que el cuidado desde la perspectiva de la ética de los cuidados y desde un enfoque de género supone una actividad específica “que incluye todo lo que hacemos para mantener, continuar y reparar nuestro mundo. Ese mundo incluye nuestros cuerpos, nuestros ser y nuestro ambiente, todo lo que buscamos para entretejer una compleja red de sostenimiento de la vida”[2]
En esta definición de Johan Tronto acerca de los cuidados, se incluye tanto la posibilidad de autocuidado como la de cuidar a otros, y se incorpora tanto la perspectiva de quienes otorgan como de los que reciben cuidado. Poner la vida en el centro, ha sido un lema que, con distintas palabras, se ha escuchado en estos días. ¿Qué significa esto?
En el campo de los estudios de los cuidados se vienen aportando diversas ideas que, sin dudas, resultan importantes para poder iluminar lo que ocurre en estos días y los desafíos que tenemos por delante, si es que los queremos tomar como oportunidades.
El primer punto que los estudios de los cuidados vienen señalando es que necesitamos una economía del cuidado. La economía de los cuidados plantea que de lo que se trata es de repensar la economía tal cual la venimos sosteniendo. Esto supone repensar esta economía depredadora de los recursos, que prioriza el consumo de mercaderías en favor de grupos económicos concentrados y no la salud o la vida de las personas y la preservación de la naturaleza.
Tenemos que preguntarnos y conocer cuáles son las cartografías de las desigualdades que se manifiestan después de años y años de capitalismo, patriarcado, extractivismo, y recientemente en nuestro país después de 4 años de desguace de toda política social, económica, política en virtud de los derechos humanos. Es necesario nuestro aporte porque no pueden ser las segundas, terceras o cuartas decisiones para “les de abajo”. Tenemos que poder encontrar la manera que estas medidas ineludibles desde un primer momento cuenten con los dispositivos necesarios para que no golpeen a los sectores más desprotegidos y sean sostenidas por las ocupaciones más devaluadas.
Se movilizan inmensos recursos frente a una pandemia que aparece -todavía- sin rostro. Sin embargo, frente a los rostros de las violencias, frente a los feminicidios y travesticidios, no hay “tratamientos preventivos” que comprometan a la sociedad en su conjunto.
Hoy más que nunca se ha puesto a la luz la importancia del trabajo de cuidados de la medicina, la educación, y de todas esas actividades que son necesarias para sostener nuestra vida y que, en el escenario anterior a la expansión de este virus y a la cuarentena, parecían invisibilizadas o naturalizadas. Por otra parte, esta situación nos ha hecho pensar en qué es lo que necesitamos para vivir diariamente y cómo necesitamos de otros y de otras para satisfacerlas, necesidades que no sólo son físicas o biológicas -alimentarse, higienizarse, educarse- sino de vínculos, afectivas, emocionales, de escucha.
Si bien conformamos una red o trama en que cuidamos a otros o somos cuidados en diferentes momentos de nuestra vida, no todos cuidamos de la misma forma o en la misma proporción. Es una evidencia cotidiana que las que se dedican al cuidado adentro o afuera del hogar son mayoría mujeres; en la Argentina el 90% de las mujeres realiza trabajo doméstico y de cuidados no remunerados.
El aumento de las mujeres que realizan trabajo remunerado, es decir, “salen a trabajar”, en los últimos años ha sido significativo y esto trajo a la luz una importante crisis de los cuidados, que sin duda pone en debate la necesidad de la distribución de los cuidados entre los géneros.
En la obligación de no salir de casa en esta cuarentena, se dieron a conocer algunas excepciones, el inciso 5 del artículo 6 contempla a quienes deben circular para repartir el cuidado de los hijos entre madres y padres. Cómo se está logrando llevar adelante estos acuerdos o cómo son resueltos, finalmente estos conflictos serán uno de los temas pendientes a estudiar.
Otro tema es el del autocuidado o cuidado de sí. La pregunta es: ¿cómo cuidar y cuidarse en tiempos de coronavirus para las trabajadoras y los trabajadores que proveen cuidados? Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, en Argentina las mujeres también son mayoría en el área de salud, un 71,2% según las cifras oficiales. Los sectores que se dedican a tareas de cuidado (acá también podemos incluir maestras) suelen tener mayores tasas de precariedad, jornadas extensas y registran altos grados de burnout o de agotamiento.
Además del personal sanitario en instituciones como hospitales, geriátricos o residencias, debemos considerar los trabajos de cuidados remunerados realizados en el hogar. Las tareas del cuidado de los adultos mayores es una de las excepciones autorizadas por el decreto de necesidad de urgencia de la Presidencia de la Nación. Este decreto refiere que quedan exceptuadas de la cuarentena personas que deben asistir a otras, con discapacidad, familiares que necesitan asistencia, a personas mayores, a niños, niñas y adolescentes; una de las preguntas entonces es: ¿cómo realizar estos trabajos de cuidados si se está planteando el distanciamiento social?
Una reflexión seria amerita la situación que enfrentan los países en este momento de propagación del virus y que ha visibilizado con mayor contundencia las situaciones de desigualdad social y económica de ciertos grupos y en ciertos territorios. La consigna “quédate en casa” en el marco de la cuarentena preventiva no es tan transparente o cristalina, y cuando queremos pensar en situaciones particulares este lema tan repetido en estos días parece difícil de concretar. Los anuncios e información de los medios parecen hablarle a sólo un sector de personas y aconsejarles acerca de los cuidados de la higiene, de la alimentación, de la educación de los hijos y personas con trabajos estables. Parecen dirigirse a una población que se asimila homogénea en sus condiciones de vida y características, y que además circula entre el espacio de lo público al espacio de lo privado de un solo modo y dándole los mismos usos y sentidos. Una universalización que se pone en jaque cuando uno empieza a ponerle cuerpos y vidas concretas al lema de “quédate en casa”. Una casa que se presenta en los discursos como hogar de cuidado y no como un espacio en el que puede estar presente la violencia de género, los abusos sexuales, situaciones de poder, de desigualdad entre los géneros en la distribución de tareas, por ejemplo. Por lo tanto, se hace necesario despatriarcalizar los vínculos, porque aislamiento en el hogar no es sinónimo de cuidados.
Sin duda, la pandemia vino a revolucionar nuestras vidas y nuestros modos de pensar innumerables aspectos de nuestra existencia cotidiana y de las políticas públicas. Será esta experiencia un aprendizaje sobre el cual construir nuevas estrategias que pongan en el centro de las políticas del Estado, la urgencia de un cambio de paradigma que visibilice las desigualdades de clase, género, raciales, geográficas, como condición ineludible en una sociedad que cuida.
[1] Facultad de Trabajo Social UNER. Grupo de Trabajo Luchas Antipatriarcales, Familias, Géneros, Diversidades y Ciudadanía.
[2] Joan C. Tronto (1987). “Más allá de la diferencia de género. Hacia una teoría del cuidado”. En: Signs: Jornal of Women in Culture and Society, vol. 12, University of Chicago.
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