Líneas reflexivas desde la realidad brasileña

 Líneas reflexivas desde la realidad brasileña

Lucrecia Raquel Greco[1]

“Todes les seres vives han surgido y perseverado (o no) bañades y arropades en bacterias y arqueas. Verdaderamente nada es estéril; y esa realidad significa un peligro tremendo; un hecho básico de la vida y una oportunidad generadora de bichos” (Haraway, 2018: 107).

Lo que deseo, espero deseemos, espero potenciemos desde todas nuestras trincheras, es que estés biches humanes, rodeades de virus, aprovechen este peligro para iniciar un mundo más matricial, de cuidados intra e interespecies. Más matriz-útero flexible y menos patrón como pide Aler (2018).

Hace poco se dio un 8M en las calles de las ciudades e incluso de las aldeas. Y luego un golpe viral nos recluye.

Quienes estaban el 8M en la calle tenían voz, podían ejercerla con ciertos márgenes. También había mujeres que no podían estar en la calle, (o en el centro de la aldea, en el espacio público de sus comunidades o instituciones de encierro). Clamando por ellas estábamos, pero ellas no estaban.

Había quienes no estaban no pudiendo, había quienes no estaban no sabiendo, o no pudiendo saber, o, y tal vez las más patriarcales, pudiendo saber y no queriendo. Pero sabemos que había muchas que no podían estar, queriendo o no queriendo.

Esas muchas están hoy, o en espacios domésticos riesgosos por la violencia o en espacios públicos riesgosos por el virus y la violencia o trabajando porque esa es la única opción.

A la puerta de mi casa, en Salvador de Bahía, llegan hombres, nuestros amados proveedores de frutas, que no pueden parar de trabajar. Arrastran su carro cargado por las calles, son claramente hombres negros y pobres. Dentro de casa en estos días de crisis hubo una mujer, que entró por la noche y robó el celular de mi compañero. Una mujer negra. Una mujer negra y pobre, que probablemente es de quienes no pudieron estar el 8 M.

Casi todas quienes escribimos estamos bajo un techo, con alguna contención y un cuarto (o al menos una computadora) para pensar y respirar. Tenemos esa opción. Quienes nos abocamos, o podemos abocarnos al trabajo intelectual, tenemos ciertos privilegios, de clase, no exclusivos de nosotras, pero es la clase que estará en sus hogares resguardada. Las violencias de género nos atraviesan a todas, pero estamos quienes tenemos redes y diálogos, y hay quienes no. Esa línea se dibuja de diversas maneras a través de la clase, la raza, la nacionalidad, la edad, la localidad y otros factores. Muchas de nosotras podemos trazar los caminos con mayor libertad.

Para muchas que estamos adentro, existe un subibaja. El espacio se achica y los deseos se agrandan. A veces llega el pesimismo. Quienes tenemos hijos nos preguntamos qué les tocará. Qué les toca. “¿Por qué nací en época de coronavirus?“, pregunta Janaina, de 5 años. Janaina también conoce a las princesas de los videos y a la madre tierra, y sabe cuestionar las injusticias de la división doméstica de tareas en casa.

En casa, en tiempos regulares, trabaja ayudándonos con las tres crías, nuestra “cuidadora” –en términos formales, empleada doméstica–. Ella hace, realmente hace a nuestra reproducción con dos bebés y una niña cuando nuestro trabajo está en tiempos regulares. Ella ahora no está trabajando y está recibiendo sueldo. En gran parte no viene en estos tiempos porque nosotros, les empleadores, lo propusimos. Porque en este Brasil anti derechos, el hecho de que una empleada doméstica pueda no trabajar en una pandemia depende de la decisión de los patrones.

Por eso, queremos que este virus, estes biches que estamos deviniendo, nos lleven a un mundo matricial, uterino, de cuidados, sin patrones. En casa y en la calle, en las selvas, montañas y aldeas. En la abolición de cárceles e instituciones de encierro. Donde los cuidados se paguen y reconozcan igual o más que el trabajo intelectual, que el trabajo mercantil.

Es una expresión de deseo, depende de articulaciones políticas y micropolíticas complejísimas en contextos tan nefastos como el Brasil de Bolsonaro. En todos los frentes debemos trabajar para que los mundos domésticos, íntimos de todas, sean lugares de pulsión vital y no de muerte y tortura.


[1] Programa de Pós Graduaçao em Antropologia – PPGA Universidade Federal de Pernambuco, Brasil. Grupo de Trabajo Luchas Antipatriarcales, Familias, Géneros, Diversidades y Ciudadanía


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