«Las acciones de Trump violan los acuerdos internacionales y los derechos humanos»

 «Las acciones de Trump violan los acuerdos internacionales y los derechos humanos»

Transcripción de la columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 19 de febrero de 2025

Frente a las políticas antiinmigrantes, comenzamos la sexta temporada de InfoCLACSO hablando de migración y movilidad humana, un derecho para todos y todas.

El 20 de enero de 2025, Donald Trump inició su segunda presidencia en los Estados Unidos con altos niveles de arrogancia, desafiante y autoritario, con ínfulas de llevarse el mundo por delante después de una campaña donde prometió una nueva edad de oro para su país.

Rodeado de lo más rancio de la política norteamericana, como su vicepresidente James David Vance o sus ministros Marco Rubio y Elon Musk, desde el primer día Trump salió a amenazar gobiernos y pueblos y a implementar políticas de cierre de fronteras, no solo al ingreso de inmigrantes sino también de productos y mercaderías imponiendo nuevos aranceles que van en contra de las reglas de la Organización Mundial del Comercio. Además de bloquear lisa y llanamente miles de millones de dólares en proyectos de ayuda humanitaria, sacó a su país de la Organización Mundial de la Salud y prometió hacer lo mismo con el Acuerdo de París sobre la lucha contra el cambio climático, entre otras medidas.

En este periodo corto de un mes de gobierno, Trump también ha reforzado sus aspiraciones expansionistas, ya no solamente con presencia de tropas en los cinco continentes sino directamente prometiendo anexiones territoriales, como convertir a Canadá en un estado de la Unión, ocupar Groenlandia y retomar el control del Canal de Panamá.

Vamos a detenernos aquí especialmente en la política anti-migrantes de Donald Trump. Quiero recordarles que ya hemos emitido un comunicado del Comité Directivo de CLACSO, el pasado 28 de enero, para reafirmar que “Migrar no es un delito, sino un derecho humano”, el cual concluía con un llamado urgente a los gobiernos de nuestra región, a las organizaciones internacionales y a la sociedad civil global a actuar de manera conjunta para exigir el cese inmediato de las políticas de deportación masiva y cualquier práctica que promueva discursos de odio y violencia.

Desde su primer día de gobierno, Donald Trump habló de poner fin a todas las políticas de fronteras abiertas e implementar el operativo de deportación más grande en la historia de su país. Desde entonces, las familias mexicanas, las latinoamericanas, africanas y asiáticas están viviendo un verdadero apartheid jurídico y social, muchas condenadas a vivir en la clandestinidad con la espada de Damocles pendiendo sobre sus cabezas.

Porque no solo la administración Trump expulsa migrantes de a decenas de miles mediante redadas que son verdaderas cazas de personas, sino que les infringe un trato denigrante, como si fueran delincuentes, separando familias y sin derecho a defenderse. Amplió las prioridades de detención a cualquier persona que esté en el país sin la documentación pertinente, no solo a aquellas con condenas penales, consideradas por ellos una amenaza a la seguridad pública, y a migrantes detenidos en la frontera. Son contundentes las imágenes de personas migrantes encadenadas subidas a la fuerza a aviones con destino a sus países de origen, sin dejar de mencionar la iniciativa de utilizar la ilegal cárcel de Guantánamo, en la isla de Cuba, para alojar allí a los que consideren más peligrosos.

Además, Trump puso fin al uso de una aplicación fronteriza que permitía que los migrantes entrasen al país con permisos de dos años que les daban la posibilidad de trabajar, lo que canceló decenas de miles de citas agendadas de personas que esperaban del otro lado de la frontera, en México.

Trump también promete avanzar en poner fin a la ciudadanía por derecho de nacimiento. Hasta ahora, a cualquier persona que nace en Estados Unidos se le otorga automáticamente la ciudadanía, un derecho establecido en la famosa 14ª Enmienda de la Constitución que establece que toda persona nacida o naturalizada en los Estados Unidos, y sujeta a su jurisdicción, es ciudadana de los Estados Unidos y del estado en que resida. Esa garantía constitucional, Trump también quiere borrarla de un plumazo.

Frente a este panorama oscuro para la libre movilidad humana, vemos que países como Colombia y Guatemala están implementando medidas para repatriar compatriotas de manera digna y cuidada y no enfundando trajes de reos y encadenados como los presentan las autoridades norteamericanas.

En el caso de México, que comparte 3.169 kilómetros de fronteras con Estados Unidos, el gobierno de Claudia Sheinbaum lanzó el programa “México te abraza” destinado a mexicanos y mexicanas retornados al país, el cual incluye la apertura de nueve centros de atención migrante en la frontera norte para recibir asistencia para tramitar documentación, apoyo en la reinserción social con incorporación laboral y programas de bienestar.

Bien cierto es que las políticas migratorias violatorias de los derechos humanos no comenzaron con el actual presidente estadounidense ni son un tema exclusivo de los Estados Unidos de Norteamérica. Lo que sí comprobamos es que en pocas semanas de administración Trump, alcanzan dimensiones catastróficas montadas sobre discursos xenófobos y racistas cada vez más virulentos que también se repiten en otras partes del mundo de la mano del avance de fuerzas y gobiernos de derecha y ultraderecha.

Sin lugar a dudas, lo que demanda la humanidad en este primer cuarto del siglo XXI son menos muros y más puentes. Reafirmamos entonces lo que es una de las premisas del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales y que será uno de los temas prioritarios de su X Conferencia en Bogotá en junio: las migraciones y la movilidad humana son derechos fundamentales y por lo tanto deben ser combatidas y erradicadas las acciones de gobiernos como el de Trump porque representan una violación flagrante a los acuerdos internacionales, a los derechos humanos y refuerzan dinámicas de exclusión y discriminación. Asimismo, aumentan aún más esa tan triste característica que tenemos en América Latina y el Caribe de ser la región más desigual del planeta.

– Siempre se buscan las mismas salidas a las mismas conflictividades. Está la lógica de pensar que el de afuera es un problema. Qué nivel de reiteración sorprendente que tienen algunas cosas en nuestro mundo, ¿no?

– Reiteración sorprendente pero cada vez más dramática. Porque lejos de repetirse de la misma manera, se profundizan las medidas y el drama. Además genera consecuencias muy importantes en todos y todas quienes son directamente afectados por las medidas de criminalización. Realmente estamos en un momento muy preocupante para nuestra región y para el mundo.


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