La revisión china de las cifras del Covid-19
Guillermo Puyana Ramos1
El ajuste hecho por China a las cifras de las víctimas en Wuhan, en el que se incluyeron a 1.290 enfermos y 325 fallecidos que no habían sido registrados en enero y febrero, ha mostrado el daño profundo que, desde otros países, se hace a la lucha contra el COVID-19 debido a la manipulación de la información.
Esa era la pieza que le faltaba al rompecabezas conspirativo promovido por el Gobierno estadounidense para atacar y dejar de financiar a la Organización Mundial de la Salud (OMS), bajo el argumento de que ésta había sido complaciente con China, a la que ha acusado de haber ocultado la realidad sobre el brote del virus.
En otras condiciones, la noticia ese día hubiera sido que ningún paciente de COVID-19 había muerto en China.
El contexto preciso es que es normal que los países ajusten sus datos de infectados y muertos. El 10 de abril, Inglaterra, un país con el 5% de la población de China, adicionó 3.486 casos a sus cifras de infectados. El 3 de abril, el gobierno francés tuvo que agregar 17.827 enfermos y 884 fallecidos, porque se trataba de personas mayores en casas de cuidado y Francia solo estaba reportando enfermos y muertos en hospitales. El estado de Nueva York dijo el 14 de abril que había omitido 3.778 muertos. En ninguno de estos casos hubo titular en los medios.
Los ajustes en los datos van a seguir porque son parte del problema real de la pandemia. Países con baja capacidad de prueba o que no han llegado a las casas de retiro donde personas mayores se mueren y se reportan como fallecimientos causados por alguna de las miles de dolencias de la vejez y luego se verifica el virus, como se divulgó en un reportaje de CNN del 7 de abril, los forenses de Estados Unidos no están recibiendo kits de prueba para saber si los cadáveres presentan trazas del virus porque los necesitan para los vivos y eso induce un subreporte. O que simplemente en la urgencia han tomado la decisión de concentrarse en la red de hospitales y se olvidaron de las principales víctimas del COVID-19 que en el mundo occidental están internas en casas de cuidado, olvidadas por sus familias y los gobiernos. Muchas cosas harán que las cifras se revisen una y otra vez y que, cuando la curva parece entrar en la meseta, venga un ajuste que lleva otra vez las gráficas al techo.
Lo lamentable y lo preocupante es cuando se selecciona un caso para atacar a un país, o a una raza o a una organización multilateral. Mucho más grave aún cuando se ve la enorme sombra de la politización por lineamientos estratégicos como la destrucción del sistema internacional regulado: armas, migración, desarrollo, cambio climático, comercio, seguridad, derechos humanos, educación. Salud es un escalón más. En su presidencia, Trump ha abandonado a socios como Canadá cuando dejó el NAFTA, Corea del Sur cuando se retiró del KORUS, Australia y otra vez Canadá cuando se retiró de la Asociación Transpacífica. Se fue de la UNESCO, el Consejo de las Naciones Unidas para Derechos Humanos, el Tratado de Paris y el Acuerdo de Fuerzas Nucleares de Alcance Medio. Ha amenazado con abandonar a sus aliados de la OTAN, a dejar la Organización Mundial de Comercio y con no regresar al G7 si no volvía a aceptarse –increíble– a Rusia. Insisto, la OMS no es sino otro escalón.
Y no hay que olvidar las determinantes electorales norteamericanas internas en este episodio. Con índices de aprobación cayendo, sin defensa contra su ineptitud en la coordinación de la lucha contra la pandemia, perdiendo terreno en los estados industriales del centro, Trump necesita urgente un enemigo, alguien a quien echarle la culpa. Culpó a Ford porque no había ventiladores, a Europa por la expansión de la pandemia en Estados Unidos los mismos días que elogiaba a China, a los demócratas porque no se les ocurría nada por estar ocupados en su proceso en el congreso.
Este ataque va contra el más importante instrumento de cooperación internacional para luchar coordinadamente contra un problema de salud global y busca o acabar con la OMS para reemplazarla por algún organismo que responda primordialmente a los Estados Unidos, o la renuncia del doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, cuya visión de la salud pública mundial va en el sentido de que ciertos tratamientos y vacunas deberían prodigarse a los países más pobres del mundo gratis, sin consideraciones comerciales, un lenguaje incomprensible para Trump y su círculo.
Será una lucha de largo plazo, pues el retiro norteamericano de las instituciones gobernadas multilateralmente no empezó con el COVID-19 ni involucra a sólo China. El aspecto coyuntural es que en la lucha contra la pandemia, ningún país ha puesto en marcha tanta asistencia humanitaria como China en todas sus dimensiones, no solo materiales y equipos sino también experiencia y conocimiento. Si China toma una decisión tan extraña a su política internacional de cooperación y decide no seguir, esa cooperación y asistencia no vendrán de los países que se beneficiarían del resultado de expandir el odio y el racismo en un momento en que más que nunca se necesita la solidez y presencia de los organismos internacionales y de la solidaridad de los países del mundo.
1- Presidente de la Asociación de la Amistad Colombo-China, escritor de varios medios de comunicación y abogado de la Universidad de los Andes. Artículo publicado originalmente en: http://spanish.chinatoday.com.cn/2018/tj/202004/t20200423_800201838.html
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