“La pandemia ha exacerbado las desigualdades educativas y afectado derechos de niñas y niños”
(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 23 de febrero 2022)
¿Cómo se viene vislumbrando la Novena Conferencia y cuáles son los pasos importantes que se están dando?
Estamos en condiciones de confirmar en este momento que vamos a tener más de 3.500 participantes en las mesas de trabajo, vamos a tener 180 paneles, 38 foros y 14 diálogos magistrales con representantes de las Ciencias Sociales y las Humanidades en nuestra Conferencia #CLACSO2022.
Estimamos, por tanto, que será el reencuentro más importante –y esperado también– luego de esta pandemia y que nos estaremos reuniendo en la sede de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), Ciudad Universitaria, en torno de unas 6 mil personas para hacer lo que hacemos siempre en CLACSO: articular debates, ideas, movilizaciones, acciones, rumbo a la discusión de lo que está ocurriendo en América Latina y en el mundo con la temática de las desigualdades.
PANDEMIA, EDUCACIÓN E INFANCIA
Hoy quiero compartir con ustedes algunas ideas más generales del informe de UNICEF, la organización para la Infancia de Naciones Unidas, que se titula “Evitemos una década perdida”. Justamente este informe se hace con motivo además del 75 aniversario de UNICEF, que realizó o centró sus esfuerzos en ver los efectos del COVID-19 sobre la infancia. Y el título nos dice que prevengamos una década perdida, cuáles son las medidas urgentes para revertir el impacto devastador del COVID-19 en niños y niñas y jóvenes.
La organización establece justamente que el COVID-19 es la peor crisis para la infancia desde que existe UNICEF, es decir, en sus 75 años de historia.
UNICEF sostiene que durante la pandemia los derechos humanos de todos los niños y las niñas se han visto afectados en un grado que no se había visto en más de una generación. Y alerta: si no tomamos medidas, el mundo se va a enfrentar a una década perdida para los niños y las niñas y que, por supuesto, los ODS (los Objetivos de Desarrollo Sostenible) se van a convertir en un sueño imposible.
En menos de dos años 100 millones de niños y niñas se han sumido en la pobreza, un aumento del 10% desde 2019, es decir, de antes de la pandemia. UNICEF calcula además la pobreza infantil con dos medidas bien interesantes y diferentes (pero complementarias). Por un lado, toma aquellos niños y niñas que viven en hogares definidos como económicamente pobres, pero por otra parte también trabajan con la noción de pobreza multidimensional que hemos abordado en otros InfoCLACSO del año pasado.
Pobreza multidimensional que en este caso se operativiza por medio de mirar las privaciones en algunos de los siguientes ítems: educación, salud, vivienda, nutrición, saneamiento y agua. Entonces toma la noción de pobreza para la infancia con estos dos criterios.
¿Qué es lo que nos plantean? Antes de la pandemia, alrededor de mil millones de niños de todo el mundo y la mitad de todos los niños y las niñas de los países en desarrollo, tenían al menos una privación grave de educación, salud, vivienda, nutrición, acceso a saneamiento y agua potable. En los países en vías de desarrollo, UNICEF estima en este momento que el porcentaje de niños y niñas que viven en pobreza multidimensional, es decir, con privación a los elementos que planteé anteriormente, ha aumentado de en torno del 47% antes de la pandemia del COVID-19, al 52% en 2021 que es el último año disponible. Y eso da justamente el aumento de 100 millones de niños y niñas adicionales que se suman a ese fenómeno que ya existía tan grave a nivel mundial de la pobreza infantil.
También se analiza en este informe que, en el mejor de los escenarios, se necesitarán entre 7 y 8 años para poder recuperarnos y volver a los niveles de pobreza infantil anteriores al COVID-19. Recordemos que esos niveles anteriores son extremadamente altos. Pero necesitaremos 7 y 8 años para volver a ese punto de 2019.
Además, como sabemos, la distribución desigual del impacto de COVID-19 y los diferentes ritmos a través de los cuales se está dando la recuperación en los distintos países, está profundizado por la desigualdad entre los países y afecta particularmente a los niños y a las niñas que viven en las regiones de bajos ingresos o de menores ingresos.
También el informe nos muestra que en el impacto en la pobreza hay algunas dimensiones particularmente afectadas como son la educación y la salud. Por ejemplo, en lo que refiere a educación, nos habla del impacto del cierre de las escuelas durante el primer año de la pandemia. Recordemos que en ese primer año de 2020 fue un fenómeno prácticamente mundial.
Justamente UNICEF estima que durante el momento más estricto de los confinamientos a las cuarentenas (marzo de 2020 en adelante), más de 1.500 millones de estudiantes no asistían a la escuela debido a los cierres. Y que América Latina y el Caribe ha sido la región más afectada por la interrupción de las clases con el 80% del tiempo de clases interrumpido durante el primer año de la pandemia (de clases presenciales).
Esta combinación de los cierres prolongados de escuelas y el aprendizaje remoto inadecuado, podría traducirse en una pérdida sustancial de aprendizaje exacerbando las desigualdades educativas que ya existían antes de comenzar la pandemia.
Allí se marca que el principal factor de este fenómeno es la desigualdad en el acceso a las tecnologías digitales: a nivel mundial, 2.200 millones de niños, niñas y jóvenes de 25 años o menos, es decir, dos tercios de niños, niñas y jóvenes de todo el mundo, no tienen conexión a internet en casa. Entonces, en toda esa etapa de educación, de teleeducación remota, tenemos esos impactos diferenciales y las dificultades de una inmensa mayoría para poder acceder.
También UNICEF nos muestra que la crisis desatada por el COVID-19 tuvo importantes repercusiones sobre la salud de niños, niñas y jóvenes. Según este organismo, en 2021 50 millones de niños y niñas sufrieron desnutrición y esa cifra todavía podría aumentar en 9 millones más para este 2022 por el impacto de la pandemia en las dietas, en los servicios de nutrición y en las prácticas de alimentación de niños y niñas muchas veces también asociados a la asistencia de los centros educativos.
Además, más de la mitad de los países tuvieron interrupciones en la aplicación de las vacunas que integran los calendarios nacionales de vacunación. No estoy hablando de la vacuna contra el COVID-19, sino las vacunas habituales de los calendarios para la población infantil. Unos 23 millones de niños y niñas no recibieron las vacunas esenciales y esta es la cifra más alta desde 2009.
También, como decía, el informe dedica un apartado especial a la salud y especialmente a salud mental, mostrando cómo en la interrupción en las rutinas, en la educación, en la recreación, así como la preocupación por los ingresos familiares por parte de los adultos responsables, la salud, el aumento del estrés y la ansiedad expuso a muchos niños, niñas y jóvenes a situaciones con impacto negativo en su salud mental. Las condiciones de salud mental afectan a más del 13% de los adolescentes de 10 a 19 años en todo el mundo. Y si bien no sabremos el verdadero impacto de esta pandemia en la salud mental de los niños, según un relevamiento preliminar en 21 países que realizó UNICEF en la primera mitad 2021, 1 de cada 5 jóvenes informó que a menudo se sentía deprimido o tenía poco interés en hacer las cosas habituales producto de todas estas situaciones que estamos describiendo.
Sabemos además que hay otras situaciones por fuera de la excepcionalidad de la pandemia que afectan la situación de niños, niñas y jóvenes como, por ejemplo, los conflictos armados, las zonas de conflictos, las migraciones. A todo el panorama que estoy describiendo hay que sumarle estos otros fenómenos no excepcionales o no asociados a la pandemia.
Estamos en una encrucijada en la que necesitamos realmente colocar las temáticas de bienestar, de protección social, de los derechos -en este caso de niños, niñas y jóvenes-, pero los derechos en general en el centro de las preocupaciones.
Realmente si queremos salir de esta situación de pandemia, no tener esta década perdida para la infancia o, como veíamos la semana pasada para el caso de las mujeres también esta situación de década perdida, tenemos que apostar a invertir en el bienestar social, en la protección social, en el gasto público de los estados en bienestar y protección social que incluya a todos y todas para evitar estas alarmantes situaciones de retroceso, tanto en términos de bienestar como de ejercicios de derecho.
Cómo siempre el impacto de las desigualdades golpea a los mismos sectores. Mientras que se planteaba el “Quedate en casa”, para determinadas personas era una posibilidad, para otros no solamente era un imposible sino una lógica de abandono en el caso de los niños y las niñas que tampoco tenían la posibilidad de seguir con ningún tipo de virtualidad educacional.
Absolutamente. Recordemos los datos que acabo de manejar sobre la posibilidad de tener las herramientas: la primera es la conexión a internet –pero no es la única– para la teleeducación, y el “Quedate en casa” pero a costa de cortar procesos de educación, de socialización y las consecuencias que ya hemos visto en la caso de las mujeres que asumieron en muchos casos el lugar de educadoras de sus hijos durante los prolongados cortes de la educación presencial.
Todos estos temas efectivamente tienen que estar en el centro de nuestra preocupación, la situación era compleja antes de la pandemia y se volvió dramática ahora en la post-pandemia. Evidentemente estos temas van a estar en nuestra Conferencia #CLACSO2022. Por supuesto hay un Grupo de Trabajo en la temática de la Infancia y Juventudes, los foros van a estar discutiendo durante nuestra Conferencia, pero la preocupación tiene que estar en cómo logramos revertir esta situación. Y una vez más, insisto, el camino es pensar en las instituciones, en el carácter universal, en las garantías para todos y todas, en definitiva, en los procesos de bienestar y protección social. Y eso remite una vez más a la discusión de qué Estados, para qué sociedades, cuál es el lugar en esa ecuación Estado-Sociedad.
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