“La inclusión laboral es un eje central para el desarrollo social inclusivo”

 “La inclusión laboral es un eje central para el desarrollo social inclusivo”

Transcripción de la columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 29 de noviembre de 2023

En esta columna, quiero compartir los contenidos principales del Panorama Social de América Latina y el Caribe 2023 que elabora la Comisión Económica Para América Latina Y El Caribe (CEPAL). Es un buen momento para reflexionar a partir de las cifras y el análisis que aparecen en base a que los distintos gobiernos de nuestra región, informan en los indicadores sociales, económicos y productivos.

Desde CLACSO, tenemos una alianza estratégica con la CEPAL trabajando en América Latina y el Caribe sobre distintos temas en materia de formación e investigación. En 2023, el Panorama Social de América Latina actualizado destaca a la inclusión laboral como eje central para el desarrollo social inclusivo y se dedica a analizar los retos y oportunidades asociados a ella. La inclusión laboral que es considerada por la CEPAL como una piedra angular en la relación virtuosa entre crecimiento e igualdad. Por ello, se debe dar a la inclusión laboral un lugar central en materia de igualdad.

La CEPAL destaca la urgencia de avanzar en una agenda de políticas para la inclusión laboral que considere centralmente la reducción de la informalidad, de las desigualdades y contribuya al desarrollo inclusivo de la región.

Sobre este punto, es necesario resaltar dos conceptos. En primer término, la informalidad, ese problema que tenemos en América Latina y el Caribe. Prácticamente la mitad de la población se encuentra en esa condición y, por tanto, sin ningún tipo de protección laboral y social. Este es justamente un elemento que potencia las desigualdades. Y en segundo término, el desarrollo inclusivo, esa idea de Naciones Unidas de no dejar a nadie atrás en el marco de los llamados ODS, Objetivos de Desarrollo Sostenible. En este sentido, la inclusión laboral es una condición para la incorporación de todos y todas al desarrollo.

El Panorama también plantea cómo a partir del fin de la pandemia, decretado en mayo de 2023 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), América Latina y el Caribe sigue enfrentando desafíos estructurales y una crisis social prolongada con consecuencias sobre la salud y la educación, con una situación de inseguridad alimentaria vinculada al aumento del costo de vida y con una profundización de la crisis de los cuidados y de las desigualdades de género.

Asimismo, se expone que desde 2014 hasta hoy, se registran niveles de crecimiento muy bajos en nuestra región, aproximadamente del 0,8%. Esto es menos de la mitad del crecimiento de la denominada ‘década perdida’ de los 80’. El bajo crecimiento en la región se entrelaza con las distintas dimensiones y niveles de desigualdad. Recordemos que el crecimiento del producto en nuestra región en 2021 fue del 6,5%; en 2022 del 3,8% y en 2023 del 1,7%. Y se estima que en 2024 podría llegar  al 1,5%.

A pesar de estas tendencias negativas mencionadas, hay algunos indicadores un poco más favorables, en particular una leve caída en la incidencia de la pobreza y la pobreza extrema en el año 2022 en nuestra región. También una reducción de la desigualdad medida por ingresos por el índice Gini, un incremento en las tasas de participación laboral, en las tasas de empleo y una caída de la desocupación.

En términos generales, en la región la inflación tiende a la baja, aunque está todavía en niveles más altos que antes de la pandemia. Hay que tener cuidado con estos números, porque pese a la mejora de dichos indicadores, todavía en América Latina y el Caribe tenemos más de 180 millones de personas que no cuentan con ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas. De esos 180 millones de personas, 70 millones no tienen ingresos para adquirir una canasta básica de alimentos. Entonces, tenemos que mirar nuevamente estas cifras, que nos dan una magnitud real de lo que está ocurriendo con la pobreza y la pobreza extrema en nuestra región.

El índice de desigualdad de Gini, que se estima en base a las encuestas de hogares, tuvo una leve mejora, cayendo en promedio un 1,1% anual entre 2019 y 2022. Es un ritmo algo mayor a lo observado en el quinquenio anterior, es decir, entre 2014 y 2019 que venía descendiendo a niveles de 0,2% anual. También se ha llevado a la evolución de la pobreza y la pobreza extrema en la región latinoamericana: la primera disminuyó en 3,6% y la última en 1,8%, lo que representa una mejora respecto de 2019. En 2022, esta pequeña disminución de la pobreza, de acuerdo al informe de la CEPAL, es consecuencia de un crecimiento real de los ingresos laborales y para 2023 se proyecta otra leve mejora.

Con respecto a la dimensión laboral, el informe alerta sobre la situación de América Latina y el Caribe: “La región vive una crisis en cámara lenta desde 2010”. ¿Por qué? Porque entre 2014 y 2023 el número de ocupados creció solo el 1,26%, es decir, la mitad del 3,2% registrado en esa famosa década perdida de los años 80’.

La pandemia de 2019 profundizó esta tendencia: desencadenó la mayor crisis de los mercados laborales de la región desde 1950 hasta ahora. En 2020, la creación de empleo cayó por primera vez en 70 años. Después, entre 2020 y 2022, hubo una leve recuperación de los niveles de ocupación, posterior a la crisis más fuerte de la pandemia, con impacto directo en la disminución de la desigualdad, pero las brechas de ingreso continúan todavía muy elevadas en la región.

Debemos señalar que el ingreso laboral es la principal fuente de recursos para los hogares de todos los estratos. Pero según datos de 2022, en los países de la región el monto total del ingreso por trabajo remunerado captado por el decil más rico fue casi tres veces más alto que el de los cuatro deciles más pobres.

También hay un capítulo referido a las desigualdades de género. Al respecto, el informe muestra que entre 2001 y 2019 la tasa de participación de las mujeres en el mercado de trabajo, se incrementó lentamente, pero en 2020, debido a la crisis de la pandemia, se registró una pérdida masiva de puestos de trabajo que afectó a las mujeres de forma desproporcionada en relación a los varones y ocasionó un retroceso de 18 años en la tasa de participación femenina.

Una de las principales razones de esta persistencia en la brecha de género de la participación laboral, es la desigual distribución del trabajo no remunerado, es decir, la desigual distribución básicamente del trabajo doméstico, el trabajo de los cuidados entre varones y mujeres en la distribución al interior de los hogares y la ausencia de todos nuestros países de políticas públicas que coloquen como objeto mismo a las tareas del cuidado.

Con respecto a la desigualdad e inclusión laboral, es razonable mencionar algunos indicadores sobre las juventudes. El informe señala que en la mayoría de los países de la región, la tasa de desocupación juvenil es cerca de tres veces más alta que la de los adultos: un 23% de las personas jóvenes no estudian ni trabajan remuneradamente, de las cuales más del 70% son mujeres. Además, casi el 16% de las y los adolescentes no asiste al sistema de educación formal.

Este informe de la CEPAL plantea la importancia de volver a colocar en el centro el análisis de la desigualdad  vinculada a las políticas de inclusión laboral, que deben orientarse a ampliar la cobertura de los sistemas de protección social y al fortalecimiento de la protección de ingresos. También hay que considerar los cambios actuales en el mundo del trabajo, la crisis climática, las transiciones justas y cómo todo esto afecta la inclusión laboral. Además, deben llevarse adelante políticas enfocadas en la educación con criterios de calidad y relevancia, que aporten una formación para poder participar de manera adecuada en los mercados trabajo o de las estructuras productivas. Y también, políticas de salud vinculadas a la población en general.


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