«El racismo estructural todavía está presente en nuestras sociedades»

 «El racismo estructural todavía está presente en nuestras sociedades»

Transcripción de la columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 21 de junio de 2025

La 30° Marcha del Silencio en Uruguay

La razón por la que cada 20 de mayo se hace nuestra 30° Marcha del Silencio en Uruguay  son las heridas del pasado. Todos y todas nos encontramos en la Avenida 18 de Julio, la calle principal de la ciudad de Montevideo, para ir a la Plaza Libertad con carteles de nuestras y nuestros desaparecidos durante la última dictadura cívico militar para reclamar Memoria, Verdad, Justicia y Nunca Más.

En esta ocasión, la Marcha número 30 tuvo como consigna el “30 veces Nunca Más” y “Sepan Cumplir. ¿Dónde Están?” en alusión a dos elementos. Uno es la parte nodal de nuestro Himno Nacional y otra el “Sabremos Cumplir” que el Frente Amplio, junto al presidente actual Yamandú Orsi, utilizaron durante su campaña electoral.

La Marcha del Silencio es una de las marchas más numerosas y conmovedoras en Uruguay, donde la principal avenida de nuestra Ciudad queda en absoluto silencio y cualquier ruido parece algo extraño entre los cientos de miles de personas que marchamos en reclamo de los y las desaparecidas y por la construcción de la memoria colectiva.

Cada año somos más los y las que participamos de la marcha y del trabajo de todo mayo como “Mes de la Memoria”, en intervenir de distintas maneras los espacios urbanos de Montevideo y de otras ciudades del país para hacer el reclamo de Memoria, Verdad, Justicia y Nunca Más.

A quienes alguna vez estén en Montevideo en la fecha del 20 de mayo y puedan participar se los recomiendo. Será una experiencia que no se les va a borrar nunca, porque es una marcha muy conmovedora desde el acercamiento de la columna principal a la Plaza Libertad hasta el nombramiento de todas las personas desaparecidas de ese periodo nefasto de nuestro país.

Quiero destacar, una vez más, que fue una marcha multitudinaria con la participación de muchos y muchas jóvenes, lo que garantiza la continuidad de nuestra lucha.


Afroamericanidad, ayer y hoy

Por otro lado, cada 21 de mayo, en Colombia se conmemora el “Día de la Afrocolombianidad” para celebrar la abolición de la esclavitud en el país en un día como hoy de 1851. Se trata de una jornada no solo para no olvidar lo que fue la esclavitud, sino también para destacar la fuerza moral de la comunidad afrocolombiana, además de reivindicar su identidad cultural y sus orígenes.

La historia de la presencia afro en Nuestramérica está marcada por la forma más brutal de explotación humana que es la esclavitud. Durante más de cuatro siglos, las personas de ascendencia africana fueron sometidas a semejantes condiciones crueles y degradantes, pero también resistieron y lucharon por su libertad.

Según los relatos históricos, esto se dio cuando los colonizadores españoles vieron disminuida drásticamente la fuerza de trabajo de la población indígena esclavizada, debido a malos tratos, condiciones deplorables de trabajo forzado y las enfermedades importadas desde Europa. Basta recordar que entre 1.500 y 1.750, la población originaria de la América Española se redujo de 41 millones a 13 millones.

A partir de allí, los opresores de la época impulsaron una ley que permitía la compra y el ingreso de esclavos africanos para reemplazar la función indígenas en las labores más duras en agricultura y minería. Así las cosas, desde principios del siglo XVI hasta mediados del XIX, 15 millones de hombres, mujeres y niños fueron víctimas del comercio transatlántico de esclavos.

Los primeros esclavos y esclavas africanas llegaron en 1.501 a la isla La Española, hoy territorio compartido entre República Dominicana y Haití. Encadenados y muy mal alimentados, eran amontonados en las bodegas de los barcos. Se calcula que un 30% moría en alta mar o se enfermaba como consecuencia de las infecciones y eran lisa y llanamente tirados por la borda.

Al llegar a América, un protomédico los inspeccionaba antes de bajar a tierra. Tras ese trámite, el asentista -quien gozaba del privilegio de importar negros esclavos- pagaba a la Aduana los derechos y procedía a acreditarlos grabando con un hierro candente o carimbo las iniciales del propietario en la espalda o en los hombros de los esclavos y las esclavas, una metodología legitimada por la ley. Luego, se los encerraba en barracones oscuros e insalubres, atados con cadenas hasta proceder a la subasta y concretar la venta. Una vez adjudicados, el nuevo amo solía volver a marcarlos con un hierro al rojo vivo para establecer su propiedad de manera fehaciente.

La vida de un esclavo y de una esclava en América difería de una colonia a otra, pero tenía un aspecto en común: no tenían derechos como ser humano y eran propiedad del amo al igual que una carreta o una mula, de la que se deshacía cuando ya no le era de utilidad. El trato que recibían en las plantaciones y barracas donde dormían era por lo común despiadado y se les castigaba severamente por cualquier hecho considerado como desobediencia por el amo. A pesar de ello, se rebelaban y escapaban, creando palenques o campamentos de cimarrones, hasta donde los propietarios los perseguían y les aplicaban castigos ejemplificadores en caso de captura.

Hasta el día de hoy, las clases dominantes de muchos de los países de la región siguen escondiendo los orígenes y fundamentos de la esclavitud, que con su mano de obra forzada contribuyó a la acumulación capitalista y al desarrollo industrial de los países europeos. Negación que se emparenta con el racismo que sufren hasta nuestros días la población de origen africano y sus descendientes, desvalorizando sus culturas, el rol que han cumplido –y siguen cumpliendo– en nuestras sociedades y ocultando los malos tratos y la explotación a los que se los sometió durante siglos, primero como mano de obra esclava, luego como “carne de cañón” en las gestas independentistas o, por ejemplo, en la guerra llamada de la  Triple Alianza de 1865 a 1871 de Brasil, Argentina y Uruguay contra Paraguay, a lo que se sumaron las epidemias de cólera y de fiebre amarilla que provocaron gran mortandad entre los más pobres, incluidos los afroamericanos del sur del continente.

El Día Nacional de la Afrocolombianidad es una oportunidad para volver a mirar para atrás pensando en transmitir a las nuevas generaciones los grandes episodios que han forjado nuestras identidades y rescatar la diversidad cultural que nos habita, rescatando las luchas por su libertad y dignidad de las poblaciones africanas traídas a América por la fuerza, simbolizadas en la noche del 22 al 23 de agosto de 1791, cuando un grupo de hombres y mujeres, arrancados de África y vendidos como esclavos, se rebelaron contra el sistema en el actual territorio de Haití para obtener la libertad y la independencia, un levantamiento que finalmente condujo a la independencia y a la abolición de la trata de esclavos en el país en 1804, seguido de Cuba, México y gran parte de América Latina, siendo Brasil el último en abolir la esclavitud en 1888.

Saludamos desde esta columna la conmemoración de la Afrocolombianidad en el día de hoy, precisamente el país que cobijará en menos de tres semanas la X Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales, del 9 al 12 de junio en Bogotá, donde el racismo contemporáneo será un tema de debate y análisis en diálogos magistrales, paneles y mesas para seguir construyendo alternativas para superar definitivamente ese racismo aún presente en nuestras sociedades.

– Más allá de la abolición de la esclavitud, hay una continuación en la lógica de discriminación y de racismo estructural, también lógicas de segregación laboral y cómo los marcos de extractivismo están muy relacionados a la violencia racista. Qué difícil es mirar esta situación sin pensarlo en un presente, no por la esclavitud en sí sino por las consecuencias hasta el día de hoy, ¿no?

– Por supuesto. El racismo estructural todavía está presente en nuestras sociedades, en los sistemas educativos, en las participaciones de las distintas estructuras sociales y que cotidianamente las seguimos observando a diario.


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