El militarismo de los Estados Unidos en tiempos del Coronavirus
The aircraft carrier USS Gerald R. Ford CVN 78, is represented here in a combination model and live shot digital photo illustration. The ship is the first in a new class of nuclear-powered aircraft carriers, for the US Navy under construction at Newport News Shipbuilding.
Leyde Ernesto Rodríguez Hernández[1]
Todas las sociedades se encuentran estremecidas por las tensiones militares. El sistema internacional no escapa a ese axioma y algunas entidades que la componen no han vacilado en recurrir a la fuerza militar para solucionar sus diferendos o para protegerse de una amenaza real o potencial.
La carrera de los armamentos es intemporal, general y multiforme, porque en ella participan todas las regiones del mundo y todos los tipos y sistemas de armas nucleares o convencionales. La militarización, en tiempos del Coronavirus, es más injustificable que antes; porque implica la utilización de considerables medios humanos, materiales, financieros, científicos y comerciales que pudieran utilizarse para los enfermos y combatir la peligrosa enfermedad que amenaza a toda la humanidad. La presencia, especialmente en los países del Tercer Mundo, de bases militares y arsenales desproporcionados representa, ahora más que nunca, un peligro permanente para el mantenimiento de la paz y la estabilidad mundial.
La supremacía militar que ostentan los Estados Unidos y sus aliados europeos les permiten accionar preventivamente contra países del Tercer Mundo, como ocurrió contra Libia mediante manipulados argumentos humanitarios. Lo incomprensible de la coyuntura actual es la invariable conducta unilateralista y agresiva del gobierno de Donald Trump, quien ha amenazado con incendiar aún más el ya de por sí convulso Medio Oriente con sus amenazas y chantajes contra Irán, destruir Venezuela con un incomprensible desplazamiento de unidades navales para una supuesta intervención militar, cuyos engañosos argumentos sostienen que el presidente Nicolás Maduro promueve el narcotráfico en la región y constituye, por eso, una “amenaza” a la sacrosanta seguridad nacional de los Estados Unidos. Queda claro que para Estados Unidos no tiene ningún significado la proclama de América Latina y el Caribe como zona de paz, establecida por los estados miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2014, en una de sus Cumbres en La Habana.
Pero todo no queda allí. Donald Trump ha tratado de tensar las relaciones con China, Rusia, Corea del Norte y con la propia Unión Europea. Justamente, en un contexto de histeria contra Rusia y China, el 10 de febrero de 2020 el gobierno de los Estados Unidos presentó “Un presupuesto para el futuro de América”, en el que proyectó 4,8 billones de dólares para el militarismo; y se solicitó más de 700 millones de dólares para contrarrestar la influencia de Rusia a nivel global. Asimismo, 740.500 millones de dólares serían destinados al gasto de guerra nacional; y también 20.300 millones de dólares para reforzar los programas de defensa antimisiles para el año fiscal 2021 y 3.200 millones de dólares para financiar el desarrollo de armas hipersónicas, que es un aumento de casi 500 millones de dólares comparado con 2020.
Con el sobredimensionamiento de los gastos militares, el unilateralismo de la Administración Trump desdeña el funcionamiento de los Organismos Internacionales y la existencia del Derecho Internacional. Se evidencia en el abandono del Tratado de Armas Nucleares de mediano y corto alcance (INF, por sus siglas en inglés), en 2019, y del acuerdo nuclear con Irán firmado por cinco potencias, denominado Grupo 5 + 1, la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el Este y del sistema antimisil de los Estados Unidos hasta las fronteras de Rusia.
Los Estados Unidos despliegan su defensa antimisiles de manera consistente, enérgica e intensiva, lo cual genera preocupación y respuestas asimétricas en la dirigencia rusa. Como si fuera poco en la tierra, los Estados Unidos no ve el espacio exterior como un bien común global. Donald Trump firmó una orden para la extracción comercial de los recursos naturales de la Luna. Todas estas acciones militaristas no cesan en plena expansión de la pandemia de Coronavirus en el territorio estadounidense, donde la cifra de muertos diarios, lamentablemente, comienza a batir récord mundial y el sistema sanitario se muestra colapsado.
En esta coyuntura tan compleja, resultan trascendentales las propuestas de Rusia y China para prevenir la carrera de armamentos en el espacio ultraterrestre. La diplomacia rusa ha denunciado el propósito estadounidense de desplegar misiles de entre 500 y 5.500 kilómetros de alcance –prohibidos en 1987 por el tratado INF- en Europa, Japón, Corea del Sur y algunas islas del Pacífico.
En el plano geopolítico global, el unilateralismo estadounidense puede interpretarse como una reacción de la superpotencia ante la pérdida relativa de hegemonía en el contexto de la transición hacia un sistema internacional multipolar. De ahí que en la reciente 56 sesiones de la Conferencia de Seguridad de Múnich, otras potencias intentaron definir a grandes rasgos el concepto de “desoccidentalización” (westlessness) que consiste en que los Estados Unidos y Europa pierden paulatinamente la iniciativa estratégica, “arrebatada” por China y Rusia, cuyas capacidades económicas, militares y humanitarias, en su conjunto, han ido en ascenso.
Sin embargo, la estrategia estadounidense ha tratado de debilitar a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). La cooperación militar entre Estados Unidos y la India gana en importancia. Los ejercicios militares conjuntos, ya bastante habituales, se van a intensificar en el futuro inmediato. La India es un componente integral de la estrategia de los Estados Unidos en la región Indo-Pacífico, y pieza clave para su éxito en el empeño de doblegar a China.
Esa alianza creciente entre India y los Estados Unidos afecta inevitablemente a los BRICS y acentúa escenarios de conflictividad en lo inmediato. El Brasil de Bolsonaro, pese a mantener la escala de los negocios con China, su primer socio comercial, al retirarse de la CELAC también dejó en evidencia que se subordina a la estrategia diplomática y militarista estadounidense. Brasil es otro pilar de los BRICS que ha sido neutralizado por Donald Trump.
En tiempos del Coronavirus, volvemos a ratificar que el militarismo de los Estados Unidos, impulsado por un Complejo Militar Industrial cada vez más imponente, que justifica su perversa existencia en doctrinas de seguridad nacional y en belicosas estrategias político-militares patrocinadoras de la denominada disuasión nuclear, representa una gran amenaza para la diplomacia mundial en el ámbito multilateral y para las relaciones bilaterales entre los estados, en un sistema internacional global e interdependiente en pugna transicional hacia la multipolaridad.
[1] Cuba. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”.
Leyde-Ernesto-Rodriguez-Hernandez
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