“El Estado francés propone reducir el seguro social y los servicios públicos”
En el InfoCLACSO del 31 de mayo de 2023, “El derecho a la previsión social“, habló con CLACSO.tv Jean Jacques Kourliandsky, Director del Observatorio de América Latina de la Fundación Jean Jaurés de París sobre la reforma a la ley de jubilaciones en Francia.
– Para tratar de hacer alguna comparación con otros procesos de movilización que se dieron en el pasado, entendiendo que las manifestaciones en Francia son muy fuertes a nivel sindical y de la gente, ¿qué implican estas movilizaciones en la calle? Concretamente, ¿qué pasó en el último tiempo en Francia y por qué se encendieron tanto las calles en contra de esta reforma por decreto que retrasa la edad jubilatoria?
– Fue una reforma brutal, pero no por decreto. La Constitución francesa tiene la particularidad de que da mucho espacio para decidir sin tener el peso del Parlamento. En la Constitución de la Quinta República, que tiene toda una historia. Es un artículo, el 49.3, que fue utilizado en el pasado un centenar de veces por muchos gobiernos cuando están en apuros.
Fue brutal porque era una medida innecesaria. El sistema está equilibrado y la gente está contenta con él tal como está funcionando. La pelea todavía sigue en la calle y el Parlamento. Hubo una propuesta de ley de un grupo parlamentario para revertir la ley, diciendo que había que cancelarla, pero no se puede hacer en las próximas semanas. La propuesta fue rechazada usando otro artículo de la Constitución, el 40, que dice que el Parlamento no puede proponer una ley que constituya una carga financiera suplementaria para el gobierno. De esta carga tenemos hoy la cifra: serían 5 mil millones de euros.
Como el sistema está equilibrado, eso quiere decir que el objetivo del gobierno, que hablaba efectivamente de un déficit probable a un horizonte de 3 o 4 años, no existe por el momento. Pero el gobierno necesita dinero porque el Presidente Macron, desde su llegada al poder, privilegió en lo económico una política de la oferta y no de la demanda, que supone hacer regalos fiscales a las empresas. Entonces, el presupuesto del Estado está entrando en déficit. También por la pandemia, pero en parte por estos regalos fiscales que se hicieron a las empresas. Además, el gobierno tiene el proyecto de potenciar el cambio climático a través de apoyos a algunas empresas que están trabajando en eso. Entonces, uno de los caminos que le pareció más corto es este.
Hay que recordar que este movimiento viene despues de otro, de hace poco tiempo, 2018/2019, en la primera presidencia de Emmanuel Macron: el movimiento de los chalecos amarillos. Él viene de otros recortes del presupuesto del Estado sustituyendo funcionarios por funcionarios digitalizados: cerrando oficinas de correo, oficinas fiscales, escuelas, pequeños hospitales. Lo hace diciendo a la gente que un hospital pequeño no tiene la posibilidad de cuidar bien a la gente, entonces hay que ir a un hospital a 30 km o que pagar los impuestos y otros trámites se pueden hacer por computadora.
En cierto momento la gente se va dando cuenta de que está en una especie de trampa y que lo que propone el Estado es reducir todo lo que se conquistó desde 1933, en el primer gobierno del Frente Popular, y 1945, después de la Segunda Guerra Mundial. Allí hubo un programa que creó el seguro social, que creó todo el sistema del Estado de Bienestar en Francia y que otros presidentes también, pero sobre todo este, desarman disfrazándolo con la palabra ‘reforma’. La gente lo entiende ahora como perder algunos derechos y la calidad que los mismos tenían hasta la fecha. Entonces, la lucha actual se sitúa en este contexto. No es algo que hay que examinar de manera aislada, sino que hay que integrarlo en este movimiento global hacia desarmar el Estado. Cada día se leen elementos nuevos, como la privatización progresiva del sistema de transporte de París.
– Este camino que tú nos cuentas parece el manual habitual del neoliberalismo en cualquier parte del mundo, ¿no? Reducción del Estado y transferencia de dinero de los sectores de trabajadores a sectores empresariales. Parece el manual que vimos en muchas partes de Latinoamérica también.
– Sí, es el Consenso de Washington que se va extendiendo a casi todas las partes del mundo. Pero tenemos un matiz particular: que tenemos un Consenso de Bruselas en Europa. Con esto quiero decir que el Estado de 2023, sea francés, alemán, italiano, belga, no es el Estado de los años 50. Estamos presos de unas normas, a veces se la llama Constitución Europea, que pone en alta toda iniciativa de alternativa real progresista de los Estados.
Esto se traduce con una pérdida de contenido de la democracia a partir del momento en que, por ejemplo, no pueden devaluar la moneda. Porque es una moneda controlada por un Banco Central Independiente, como también lo son los aranceles. Tenemos también reglas que impiden a los Estados tener un déficit, una inflación, un endeudamiento superior a algunas cifras, controladas por la Comisión Europea. Y la Comisión les dice a los Estados, cuando se están saliendo del camino fijado por los textos, que conviene cambiar de política.
Entonces estamos en un sistema bajo un Consenso de Bruselas, que hace mucho más complicado imaginar otras alternativas progresistas cuando tú tienes reglas que progresivamente reducen las posibilidades de una alternativa real. Esto permite entender la violencia de algunas manifestaciones. De los chalecos amarillos en 2018 y 2019 y la concurrencia y la violencia que se notaron también en el movimiento en contra de la reforma de la ley de pensiones en este momento.
– En este camino hemos visto que, frente a la desesperanza y el descrédito de la política, la derecha y la ultraderecha ganan espacio. Lo vimos en varios lugares de Nuestramérica con mucha fuerza y a nivel preocupante. ¿Entiendes que atrás de estas medidas se derechiza la sociedad francesa o las protestas permitieron entender cómo los sectores conservadores hacen una transferencia a los sectores de poder, reparten dinero y eso lleva la situación a un debate más profundo sobre cómo la derecha en muchos casos termina transformando estas medidas en quite de beneficios dentro de las democracias?
– Las consecuencias políticas y sociales del movimiento, que sigue -hay una manifestación, la número 14, prevista para el 6 de junio y la oposición en el Parlamento sigue movilizado- son dobles. La primera: a diferencia del movimiento de los chalecos amarillos, que no tenían líder, no tenían estructura, no tenían organización y desapareció tal como apareció -de repente- este movimiento fue canalizado de una forma ineseperada por el movimiento sindical.
Tradicionalmente, el movimiento sindical francés está dividido. Hay tres grandes sindicatos: la CGT, históricamente ligado al Partido Comunista, la CFDT, de origen socialcristiano, pero autogestionada, con otra cultura, y Fuerza Obrera, que es una escisión de la CGT histórica durante la Guerra Fría. Esos sindicatos siempre tuvieron problemas para coordinarse. En este caso constituyeron una Intersindical, organizaron manifestaciones que claramente supieron sintetizar lo que pedía la gente, aceptaron dialogar con representantes del gobierno para explicarles lo que querían. El gobierno intentó dividirlos; no fue posible.
Y estas manifestaciones fueron pacíficas. La violencia es otro tema minoritario de grupos anarquistas al final de las manifestaciones sindicales. Entonces, hubo sondeos al final de la primera etapa de la protesta: 58% de los franceses aprueban el Movimiento Sindical, que supo clarificar lo que quería la gente y que supo también tener una estrategia democrática: de protesta en la calle, pero sin violencia, organizado, aceptando dialogar con el gobierno. Sin concesiones, pero dialogando para decirle “no, queremos otra cosa”.
Políticamente, a nivel general, el apoyo a los partidos políticos es del 14%. Y el único partido, la única personalidad, que sale fortalecida por el movimiento, es la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen. Que como tú lo decías, no es específico de Francia, en Suecia hay un gobierno de ultraderecha, en Italia también, en las últimas elecciones locales en España subió fuertemente la derecha tradicional y también la ultraderecha con Vox. Eso es la consecuencia de una falta de respuesta de la izquierda al Consenso de Bruselas.
La identidad de la izquierda en los países europeos pasó a las temáticas societales, la comunidad LGBTIQ+, el problema ecológico, problemas de discriminación y se olvidaron las temáticas sociales porque no se sabe cómo mantener lo que la gente tiene. Entonces, los únicos que al menos verbalmente dicen “hay que parar todo esto” son los partidos de ultraderecha. Con la particularidad en Francia de que colocaron a la extranjeria, la discriminación y los migrantes detrás de una cortina, que se llama preferencia nacional. Y captaron el voto de los electores tradicionales comunistas o socialistas.
Los feudos principales de Marine Le Pen son el norte y el este de Francia, que eran las antiguas regiones industriales golpeadas por las crisis de los últimos años. Y entonces aparece como la defensora social de la gente porque apartó a la ultraderecha tradicional que estaba presente en el Frente Nacional histórico.
– El panorama obviamente es muy complejo a nivel político, pero da la sensación de que no difiere demasiado de lo que sucede en otras partes del mundo. Si tuvieses que hacer un análisis más de largo plazo, a 55 años de Mayo del ‘68, ¿cuál es la línea argumental que encuentras en las manifestaciones en la calle, en la movilización social, en el impacto de estas cuestiones? ¿Y qué se podría retomar de aquel Mayo del ‘68 para pensar en esta actualidad?
Era otro contexto. En el ‘68 había una derecha nacional patriota con De Gaulle, que tenía un sentido de la nación, del Estado, que desapareció. Yo diría que es simbólico que para hacer olvidar un poco todo este movimiento, el partido del Presidente hizo votar una ley muy curiosa, que nadie pedía, que obliga a todos los municipios de alrededor de 1000 o 1500 habitantes a colocar la bandera del mercado común europeo en la fachada de los edificios. Esto refleja el conflicto social que existe en Francia. Están los que se sienten bien en la globalización o que practican lo que se llama el separatismo social, que es un problema cada vez más fuerte con las clases superiores, que ponen a sus hijos en colegios privados para separarse de los hijos de los migrantes o de la gente socialmente menos rica.
Estamos en un contexto que no existía en el ‘68, donde había un servicio público y una presencia del Estado todavía fuertes. Ahora estamos en otro momento, sobre todo después de la ampliación del mercado común, de la Unión Europea, con otras definiciones.
Yo diría que la mejor definición de lo que está pasando en Europa ahora fue la que dio el Secretario de Defensa de Estados Unidos, David Rumsfeld en 2003, cuando Francia, Alemania y Bélgica rechazaron en el Consejo de Seguridad de la ONU la invasión de Estados Unidos a Irak. Eso va a cambiar, es la vieja Europa. Con la ampliación va a venir una nueva Europa muy distinta. La izquierda, a diferencia de los años 70, no tiene horizonte, está totalmente paralizada por el obstáculo de las leyes que impiden toda forma de alternativa que sea también una alternancia. No solo de caras, sino un cambio real.
La gente empieza a verlo ahora. En las últimas elecciones parlamentarias del año pasado hubo 53% de abstención. Porque la gente se da cuenta de que vamos a elegir diputados que tienen un muy buen auto con un buen volante, pero sin motor: el motor está en Bruselas. Entonces, eso fomenta una distancia cada vez más grande entre los electores, la gente, el pueblo, y la autoridad. ¿Quién es la autoridad? Son las multinacionales, la Comisión Europea, que queda con capacidad de mover las cosas, los representantes a los que nos piden elegir. Por eso, la crisis de gobierno actual es una crisis del gobierno democrático también.
– Por último, la actual parece ser una Europa atrapada en una situación muy compleja, profundamente dependiente de la cuestión energética, pero también con un conflicto bélico adentro. Y del que esmuy difícil salir. ¿En qué situación se encuentra Europa, después de todo esto que nos has comentado, en el marco del conflicto en Ucrania?
– En cierto momento, con Donald Trump, Europa tuvo una ventana de autonomía posible. Trump había decidido retirar a sus soldados de Europa para dedicarse al conflicto con China. Con Biden llegó otro tipo de política. Volvió a Europa a través del conflicto de Rusia con Ucrania y consiguió otanizarla. Dos países de la Unión Europea que le permitían tener un espacio de autonomía exterior, Finlandia y Suecia, ahora pidieron su adhesión a la OTAN. Hay dos países europeos que son iliberales: Hungría y Polonia. No se dice nada.
El conflicto genera muchas contradicciones. Los únicos ganadores en este conflicto son China y Estados Unidos. En el caso de Europa, Estados Unidos, que consiguió retomar un control de la pequeña autonomía que había conseguido Europa. Ahora el gas y petróleo que compraba Europa a Rusia lo compra en parte a Estados Unidos. La autonomía militar desapareció con la integración de Suecia y Finlandia a la OTAN. Y las Fuerzas Armadas europeas compran mucho material militar a Estados Unidos. La semana pasada, Alemania anunció que le iba a comprar 50 helicópteros. Los aviones 75 fueron comprados por media docena de países europeos. Y se habla mucho menos de un proyecto de avión de defensa con tecnología europea.
A los que dicen que Europa está fortalecida por este conflicto: no. Europa está cumpliendo la profecía de David Rumsfeld en 2003. Cada vez más subordinada a Estados Unidos Militarmente, por supuesto, pero también económicamente. Los debates en los medios de comunicación en relación a este conflicto son muy flojos. Se habla más de los armamentos, de si el tanque alemán es mejor que el norteamericano o el ruso, que del por qué de esta guerra, muy peligrosa, y cómo salir de ella. Porque Rusia es un Estado que tiene una potencia nuclear muy fuerte y tenemos un riesgo de que escale. Entonces, ¿cómo parar esto?
Lo están intentando algunos países africanos y algunos países latinoamericanos: propuestas de diálogo, pero que por el momento no tienen ninguna posibilidad de cuajar. Por lo que vemos, Estados Unidos decidió que había que mantener la presión. Y Rusia, por otra parte, no quiere salir de la parte del territorio de Ucrania que invadió.
Entrevistó Gustavo Lema.
Feminismos, trabajo y acción sindical: diálogos entre Europa y América Latina
Si desea recibir más información sobre las propuestas de formación de CLACSO:
[widget id=”custom_html-57″]
a nuestras listas de correo electrónico.