“América Latina y el Caribe es la región más desigual del planeta”

 “América Latina y el Caribe es la región más desigual del planeta”

(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 12 de abril 2023)

Nuestra región latinoamericana y caribeña sufre de amplias desigualdades que se arrastran desde hace siglos, porque podemos encontrar incluso algunos elementos vinculados a la desigualdad en el pasado colonial de nuestra región.

Dichas desigualdades, lejos de superarse en nuestra región, van abordando nuevas dimensiones y profundizándose en algunas de ellas. Justamente en América Latina y el Caribe, el 50 por ciento más pobre de la población se lleva el 10 por ciento de los ingresos. Mientras el 10 por ciento más rico recibe el 55 por ciento de los ingresos.



Estas cifras nos muestran con mucha claridad esa profundidad y también el componente estructural que tiene la desigualdad en nuestra región. Además, en términos de riqueza, la concentración es mayor todavía, porque el 10 por ciento más rico acumula casi el 80 por ciento de la riqueza. Y el 50 por ciento más pobre, tan solo el 1 por ciento de la riqueza en nuestra región.

Entonces, nos lleva a un elemento central dentro de esa matriz de desigualdad que es la pobreza en la región latinoamericana y caribeña. Primero, más de un tercio de los latinoamericanos y las latinoamericanas son hoy pobres, es decir, el 34 por ciento de la población, lo que equivale además a 209 millones de personas. Después, lo que dijimos particularmente en marzo, Mes de la Mujeres, es que las mujeres, dentro de esta situación de desigualdades y pobreza, son  las que salen también más perjudicadas.

La CEPAL nos muestra distintas dimensiones asociadas a este fenómeno de la pobreza y cómo afecta a las mujeres. Con respecto a la autonomía económica, allí encontramos que en América Latina y el Caribe una de cada cuatro mujeres no tiene ingresos propios, es decir, no tiene dinero ni recursos monetarios propios que le permitan, entre otras cosas, tomar algunas decisiones.

Mientras que, si miramos el caso de los varones, son el 13 por ciento los que no tienen ingresos propios. Ahí vemos una brecha que también nos habla de la desigualdad de género. Además, cómo repuntó la pobreza en general, pero la pobreza extrema en particular producto de la pandemia.

La pobreza crece de manera particular dentro del grupo de poblaciones vulnerables o que se encuentran en ese límite entre la clase media y la clase baja. Ante la pérdida de cualquier elemento que afecte sus ingresos, rápidamente caen en situaciones de pobreza. Allí quiero tocar el tema de la informalidad con respecto a las personas que están en el mercado de trabajo en condición informal. Informal quiere decir muchas cosas y también quiere decir personas sin ningún tipo de protección social. Esas personas en situación informal, lo que podemos llamar la clase media informal, son particularmente vulnerables, ante cualquier oscilación de las que ocurren en nuestro país, a caer en situación de pobreza.

Y por último, en general cuando hablamos de estas situaciones, tenemos que marcar los bajos niveles de ahorro, es decir, la poca capacidad de ahorro que tienen muchas personas en la región latinoamericana. Justamente son estas situaciones de ahorro en muchos casos las que permiten enfrentar las distintas circunstancias como fue la pandemia o cualquier otra situación crítica que enfrentan las personas.

Un 30 por ciento de latinoamericanos y latinoamericanas podría subsistir sin ingresos entre uno y tres meses, mientras que uno de cada cuatro aguantaría como máximo un mes con los ahorros que tienen y los ahorros del 15 por ciento no alcanzarían para más de una semana.

No nos tenemos que centrar solamente en indicadores asociados a los ingresos, sino también incorporar otras dimensiones en el análisis tanto de la pobreza como de la desigualdad en particular. Desde que tenemos justamente métricas de desigualdad que pueden ser comparables entre regiones, hay algo que sistemáticamente destaca a nuestra región: que es la región más desigual del planeta y que esa desigualdad ha persistido a pesar de los esfuerzos de muchos países en materia de políticas sociales durante las últimas décadas.

Esto nos muestra una vez más la profundidad del fenómeno de la desigualdad y de esa inercia con la que se transmite de generación en generación. Esta desigualdad también a nivel regional, tiene que ver con los bajos niveles de movilidad social que en general se observan en la región latinoamericana y caribeña. Esa movilidad social que justamente se vuelve clave frente al desafío de reducir la desigualdad y que en nuestra región nos parece un objetivo inalcanzable.

Recientemente la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) dio a conocer uno de sus informes de 2022, sobre Economía y Desarrollo, donde habla de que el motor de las desigualdades es la lotería de la cuna, es decir, aquellos elementos que vienen dados por el origen de las personas asociadas a su estructura familiar, a su lugar de residencia y a todas esas variables que vienen en definitiva dadas por el contexto de las personas.

Ese reporte de la CAF de 2022, señala justamente que hoy muchos hijos, si miramos la parte educativa, superan el nivel educativo alcanzado por los padres. Sin embargo, que mientras los hijos de padres poco educados los superan alcanzando niveles educativos bajos, como puede ser primaria o en el mejor de los casos secundaria completa, los hijos de los padres más educados son quienes logran completar la educación superior.

Aquí aparece otra dimensión que está presente en la discusión en nuestros países: la temática de la educación y de avanzar en niveles educativos en las distintas generaciones. Podemos encontrar esta persistencia intergeneracional en los niveles educativos en nuestra región, donde el 90 por ciento de los hijos de padres con educación media y alta, es decir, secundaria completa o más, también tendrá ese nivel educativo. Y el 80 por ciento de quienes terminan con educación básica, tienen padres que también tenían ese mismo nivel educativo.

Son dimensiones que tenemos que empezar a colocar sobre la mesa y de las que cada vez más organismos de nuestra región, CLACSO entre ellos, nos están dando evidencia. Esto lleva a la reflexión de qué podemos hacer tanto desde el ámbito académico, pero principalmente en términos de generación de conocimiento, para desarrollar políticas que puedan avanzar en esta reducción de las desigualdades.

Y las opciones de políticas son de variada naturaleza, por supuesto dependen del ciclo de vida de las personas y van a incluir intervenciones que tendrán que ver con el momento mismo de la gestación, con la infancia, con la niñez, con la adolescencia, pero también con los momentos de transición a la adultez y por supuesto también luego con las personas viejas y su cuidado.

Y aquí aparece otro tema más en términos de estos nudos estructurales de la desigualdad en América Latina y el Caribe que es la cuestión del cuidado. Las desigualdades son un eje estructural de nuestras Plataformas para el Diálogo Social y las dimensiones asociadas al cuidado y a las políticas también lo son.

– Que daños han hecho los discursos basados en la meritocracia en gobiernos profundamente neoliberales. Tú hablas de características muy marcadas sobre las lógicas del lugar de donde una persona nace, los accesos son muy marcados a la hora de la estructuración de qué nivel de impacto de desigualdad vive y sufre cada una de esas personas…

-Absolutamente. Es una vez más esa perspectiva que pretende colocar el énfasis en el nivel individual y no justamente en la responsabilidad social y colectiva que tenemos, por tanto, todos y todas quienes vivimos en sociedad sobre estos temas, cual si fuera resultado de esfuerzos o no esfuerzos a nivel personal la posibilidad de salir de situaciones de pobreza o de superar determinados elementos o dimensiones de la desigualdad. Además, pensar en cómo debemos trabajar en el campo de la política pública con esta perspectiva de ciclo vital que acompañe a lo largo de los distintos ciclos vitales dichas temáticas. Además, como tú bien decías, no colocar el análisis o énfasis en lo individual, cuando estos son problemas sociales y colectivos y que requieren por tanto de respuestas colectivas como sociedad.