A un año del asesinato de Juan Antonio López

 A un año del asesinato de Juan Antonio López

Juan Antonio López se definía desde su raíz eclesial y su compromiso comunitario. Fue miembro activo de la Iglesia Católica en Tocoa, Colón (Honduras), por más de 25 años y Delegado de la Palabra de Dios durante 14 años. Desde muy joven asumió la lucha social y política como una vocación de vida. Ya en su juventud se vinculó a los movimientos populares, combinando su formación como pedagogo con aprendizajes en diversas áreas, en las que se fue formando de manera autónoma. Por ello, los temas de derecho, economía política, ecología, teología y derechos humanos no le eran ajenos. Su compromiso lo llevó a integrarse en organizaciones centroamericanas y latinoamericanas, donde cultivó una visión crítica sobre el extractivismo y la defensa de los bienes comunes.

Convencido de la necesidad de cambios reales en la sociedad, desde sus escritos denunciaba la degradación política y social que limita el desarrollo humano y bloquea la participación de jóvenes, de hombres y mujeres en la vida pública. Para Juan, la política no era un espacio de privilegios, sino de servicio, verdad y dignidad. Por ello, repetía con firmeza que “la tierra y el agua no se venden, se cuidan y se defienden”, una consigna que encarnaba su resistencia frente a los intereses que depredan el territorio. Su voz, profundamente moral y anclada en la fe, lo convirtió en referente de esperanza para muchos, pero también en blanco de quienes vieron amenazados sus intereses económicos, de modo especial los promotores del megaproyecto Pinares/Ekotek, al que Juan López y el Movimiento de Defensa de los Bienes Comunes se opusieron por considerarlo un proyecto de muerte debido a los daños ambientales que acarrea para las comunidades del Bajo Aguán, en Tocoa, Colón, al norte de Honduras.

A un año de su asesinato, el caso de Juan Antonio López se encuentra en una etapa crítica: tres presuntos autores materiales han sido identificados y enfrentan juicio oral y público. No obstante, los responsables intelectuales siguen sin ser procesados, por lo que organizaciones de derechos humanos consideran un grave obstáculo para alcanzar justicia plena. El proceso se ha visto empañado por retrasos reiterados, al grado que la audiencia preliminar ha sido suspendida en al menos cinco ocasiones debido a deficiencias en la fiscalía, especialmente en la presentación de pruebas técnicas.

En este camino, las voces de la Iglesia han sido decisivas, acompañando la demanda de justicia. El sacerdote jesuita Ismael Moreno (padre Melo), junto con el obispo de la diócesis de Trujillo, Mons. Henry Ruiz, han denunciado públicamente las demoras y la falta de respuestas concretas. Tras una reunión con el Fiscal General, en el mes de agosto, a casi un año del asesinato de Juan, el padre Melo expresó que no hay satisfacción sobre los resultados investigativos mientras no se conozca y procese a los autores intelectuales del crimen. Estas palabras reflejan la frustración de una sociedad que, junto al movimiento campesino, colectivos ambientales y organismos de derechos humanos, exige al Estado hondureño un proceso transparente y sin impunidad que honre realmente el legado de Juan y el compromiso del gobierno con los defensores del ambiente.

Conmemoración en Tegucigalpa

A un año de su asesinato, cientos de feligreses se congregaron en Tegucigalpa para caminar hasta la Basílica de Suyapa, principal templo del país. Procedentes de diversas regiones, se unieron en oración y en memoria de Juan, celebrando la pascua de su resurrección con un solo clamor: “Justicia para Juan López”. La caminata fue convocada y organizada por la Comisión Nacional de Ecología Integral, remarcando que la muerte de Juan no fue un hecho aislado, sino consecuencia de un modelo que impone proyectos sin consulta, criminaliza la defensa de la tierra y perpetúa la impunidad frente a la violencia contra quienes protegen los bienes comunes.

A un año de su partida, Juan Antonio López sigue siendo símbolo de resistencia y esperanza. Su voz, hoy multiplicada en la de muchas comunidades, nos recuerda que la defensa de los bienes comunes no termina con la vida de un hombre, sino que florece en la memoria colectiva y en la exigencia de un futuro justo y esperanzador para las nuevas generaciones; dentro de ellas, la de Claudia y Julia, las hijas de Juan, que junto a Thelma, su esposa, acompañaron la caminata y celebraciones, recordándonos que Juan sigue vivo y se multiplica en quienes exigimos justicia y nos comprometemos con la defensa de la Casa Común.

Miguel Alonzo Macías
Profesor-investigador. Dpto de Sociología, UNAH. Honduras. Integrante del Grupo de Trabajo CLACSO “Ruralidades y transiciones políticas en Centroamérica y Colombia”


Fotos cortesía de César A. Fuentes


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