“Es momento que las políticas públicas tomen con prioridad la violencia basada en género”
(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 30 de noviembre 2022)
El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Efectivamente, se toma como una fecha emblemática para denunciar la violencia que se ejerce sobre las mujeres, sobre las personas al ser discriminadas por su género, y reclamar además políticas para poner fin a esta situación de violencia, para erradicar la violencia basada en género. Se inició en una reunión del Movimiento Feminista Latinoamericano en 1981, para recordar la fecha en que fueron asesinadas las hermanas Mirabal en República Dominicana.
Nuestra región latinoamericana y caribeña enfrenta graves problemas debido a toda la situación de postpandemia que venimos atravesando desde 2020, pero no nos tenemos que olvidar de esta otra pandemia que hace años nos afecta, que es la violencia contra las mujeres y las niñas y es una de las más graves violaciones de los derechos humanos en América Latina y el Caribe.
Hoy, podemos decir que esta violencia afecta en la región latinoamericana y caribeña a una de cada tres mujeres a lo largo de su vida. Eso nos muestran los estudios a nivel internacional que hay sobre el tema. Son sin dudas cifras alarmantes, que nos tienen que llamar rápidamente a la reflexión, pero sobre todo a la acción, para pensar políticas y medidas que permitan superar esta situación.
Además, recordemos que esta situación que era preexistente a la pandemia del COVID-19, justamente lo que observamos durante los momentos más duros de la pandemia (el confinamiento), fue un aumento de la violencia basada en género y, además, una insensibilidad en las políticas que se tomaron por parte de los gobiernos frente a este tema. Es decir, a nadie se le ocurrió pensar, cuando se decretaron los confinamientos, que para muchas mujeres eso se convertía en una trampa mortal confinarse junto a sus agresores o a sus potenciales agresores.
La violencia basada en género es una forma de manifestación extrema de la desigualdad de género, una forma que afecta a las mujeres y a las niñas, principalmente por su condición de género y por su posición subordinada en la sociedad. Y las consecuencias que tiene la violencia basada en género para las personas que son víctimas de esta violencia, son sin duda devastadoras, pero además prolongadas en el tiempo. No es solamente el efecto en el momento concreto que puede ocurrir la situación de violencia, sino que son consecuencias que prolongan y afectan la salud física, el bienestar mental, la salud desde el punto de vista emocional de las mujeres y las niñas.
Además, esta violencia no conoce fronteras geográficas ni fronteras culturales: es una forma de violencia que está lamentablemente globalizada, que no distingue clases, raza, etnia, grupos etarios o grupos distintos de pertenencia, y que está dirigida a las mujeres y a las niñas por la simple razón de ser mujeres y niñas. Se expresa en diferentes dimensiones: violencia física, violencia sexual, emocional, económica, institucional, entre otras.
También no hay un perfil específico de víctimas de violencia, porque alcanza con ser niña o mujer para ser potencial víctima de esta violencia. Los datos recientes que ha publicado la CEPAL por medio de su Observatorio de Igualdad de Género para América Latina y el Caribe, nos habla de que en 2021 hubo casi 4.500 mujeres víctimas de feminicidio en los 29 países y territorios de la región que reportan información sobre este tema. Víctimas de femicidios o feminicidios que sin duda son las formas más dramáticas y extremas de esta expresión de la violencia.
A su vez, son unas 12 muertes violentas de mujeres por razón de género que se dan cada día. En un día como hoy vamos a perder 12 mujeres más, víctimas de feminicidio.
Sin duda que los estados de América Latina y el Caribe han dado algunos pasos en términos del reconocimiento de este problema y también han expresado algunas políticas o normas, han avanzado en la aprobación de leyes, de protocolos en la construcción (en muchos países) de institucionalidad específica para atender este problema, pero nada de esto ha sido suficiente. Porque los datos más recientes nos muestran que el fenómeno no está en disminución. El fenómeno de la violencia basada en género y los feminicidios siguen siendo de la misma intensidad.
Si miramos las cifras de 2021, de los 18 países o territorios de América Latina que proporcionaron información –recordemos que el tema de la información aquí es un problema, porque los datos que se registran siempre implican sub registros, es decir, casos de violencia o casos de feminicidios que no llegan a ser reportados o registrados en las estadísticas oficiales–, pero si miramos estos datos (sub registros, pero datos al fin), podemos decir que de los 18 países o territorios de América Latina que proporcionaron información, 11 presentaban una tasa igual o superior a una víctima de feminicidio por cada 100 mil mujeres. Las mayores tasas de feminicidios en América Latina en 2021 se registraron en Honduras con casi cinco casos por cada 100 mil mujeres; en República Dominicana prácticamente tres casos por cada 100 mil mujeres; El Salvador con dos casos y medio por cada 100 mil mujeres; Bolivia prácticamente dos casos; y Brasil en la misma situación.
Ahora si miramos el Caribe, tenemos que en once países y territorios que también dieron información sobre este punto, Belice y Guyana presentaron las mayores tasas de feminicidio (3,5 y dos por cada 100 mil mujeres en estos países de Caribe).
También quiero mencionar a este fenómeno en términos etarios, porque las cifras disponibles nos muestran con mucha claridad que son las adolescentes y las jóvenes, entre 15 y 29 años, las que componen el tramo etario en que se concentra la mayor proporción de casos de feminicidios de acuerdo con los datos del Observatorio Internacional de Género de la CEPAL.
Además, hay algo que nos tiene que llamar a la reflexión en cuanto a un tramo etario: prácticamente un 4% del total de estos feminicidios corresponden a niñas menores de 14 años.
Si hablamos de niñas y también de adolescentes, la violencia de género y particularmente los feminicidios, también afecta a las niñeces y a las adolescencias en términos de la pérdida de sus madres o sus cuidadoras, que son las víctimas de violencia de género. Es decir, niños y niñas que quedan sin sus madres o sus referentes cuidadoras a causa de este problema o de esta pandemia que afecta a nuestra región.
Queda un trabajo muy importante pendiente en materia de la información justamente estadística, para poder dar con precisión los datos de cómo esta pandemia de la violencia de género está afectando a la región. Se ha mejorado, lo dice así el Observatorio Internacional de Género de la CEPAL, pero todavía queda mucho por recorrer.
En la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe que se realizó en Buenos Aires hace pocas semanas, los estados miembros de América Latina y el Caribe que forman parte de la CEPAL se comprometieron una vez más a lograr una recuperación transformadora con igualdad de género orientada a la sostenibilidad de la vida y a transitar hacia la sociedad del cuidado. Cuando vemos ese compromiso que han tomado los estados, evidentemente uno de los elementos centrales es seguir trabajando en adoptar e implementar leyes, políticas, planes de acción y programas educativos de sensibilización, de prevención y de atención hacia las formas de violencia por razones de género. Además de trabajar también en la sanción y erradicación de estas formas de violencia que afectan a las mujeres, las adolescentes, las niñas, en toda su diversidad, diferentes ámbitos y manifestaciones.
Esta Resolución que se tomó en la última Conferencia Regional de la Mujer es importante, es momento que una vez por todas los estados de América y el Caribe tomen este tema con absoluta prioridad y seriedad, para entender que esta sí es una pandemia que afecta permanentemente a nuestra región. Y que las políticas públicas, los planes, los programas y las acciones que se puedan desarrollar o impulsar desde los estados, son absolutamente centrales para prevenir y erradicar la violencia de género. Y aquí el Estado no es un actor más, es un actor protagónico en términos de esas políticas en contra de la violencia basada en género.
-Me quedo con esta necesidad particular: sin datos no se releva claramente el fenómeno de la violencia de género y hay un riesgo grande que algunas políticas públicas no le den el espacio suficiente…
-Sí. En todo caso subregistran el impacto que nos muestran los números, que ya son muy importantes, sabemos que lo que muestran es menor a lo que ocurre en la realidad por algunas denuncias que no se realizan o algunos casos que no llegan a los registros oficiales. Por lo tanto, no están en estas estadísticas. Se trata de eso, de mostrar la importancia y el dramatismo que tiene este tema, en definitiva, de exigirle a los estados de América Latina y el Caribe que garanticen el derecho de todas las mujeres y de todas las niñas a vivir una vida libre de todas las formas de violencia. Ese debería ser el compromiso principal de los estados de nuestra región latinoamericana y caribeña.
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