“El abandono escolar es uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta el sistema educativo tras la pandemia”

 “El abandono escolar es uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta el sistema educativo tras la pandemia”

(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 7 de septiembre 2022)

Hoy propongo analizar algunos aspectos de la educación con algunos informes recientes tanto de UNESCO como UNICEF que nos permiten actualizarnos en este punto.

Desde principios de 2020, se sucedieron dos años de constante adaptación en la que ninguna institución educativa salió indemne. Todas las instituciones educativas tuvieron que hacer grandes procesos de adaptación, lo que en un principio se preveía como un cierre breve y temporal, que terminó siendo una especie de bigbang para las instituciones educativas de todos los niveles. Dos años durante los cuales las escuelas, los establecimientos de educación secundaria y las universidades tuvieron que cerrar y, tras readaptarse a formatos en línea, ensayar esquemas mixtos hasta volver al actual momento de reapertura total, donde muchas instituciones se están recuperando o discutiendo estrategias de recuperación de aprendizajes.

La mayoría de los sistemas de educación no estaban preparados para el aislamiento, lo que implicó cambios organizacionales y de infraestructura de magnitud, como la implementación de esquemas rotatorios para cumplir con los protocolos de salud, el salto masivo a la educación en línea o un proceso de reconfiguración en términos del trabajo docente.

En este sentido, este proceso en primer lugar confirmó la capacidad de adaptación y el compromiso de los trabajadores de la educación y, también, la centralidad que los trabajadores y las trabajadoras tienen en el proceso educativo.



UNICEF estimó que, durante el momento más estricto de las cuarentenas, a nivel mundial más de 1.500 millones de estudiantes no asistían a la escuela debido a los cierres. Y que América Latina y el Caribe fue la región más afectada por la interrupción de las clases, con el 80 por ciento del tiempo de instrucción interrumpido durante el primer año de la pandemia.

Efectivamente, esta transición masiva a la enseñanza y al aprendizaje en línea no fue fácil en América Latina y el Caribe, tampoco en el resto del mundo. Las brechas de desigualdad digital fueron grandes limitantes para ese proceso de enseñanza y aprendizaje en línea en una región donde el acceso a Internet en el hogar sólo alcanza al 45 % de los hogares.

Además, en los años previos a la pandemia, en muchos de nuestros países, por medio de la llegada de gobiernos neoliberales a muchos de nuestros países, la discontinuidad de las políticas educativas digitales de carácter inclusivo complicó la situación de base previa a la pandemia. No olvidemos -por citar solo dos casos- que en Argentina el gobierno de Mauricio Macri discontinuó el programa Conectar Igualdad y en Chile el de Piñera hizo lo mismo con el programa Enlaces, dos políticas que justamente apuntaban a reducir la brecha digital en los estudiantes y en las instituciones.

Entonces, el abandono escolar es uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta el sistema educativo tras la pandemia. Si miramos los datos de la UNESCO a mediados de 2021, loa últimos datos disponibles, en casi la mitad de los países de la región habían retornado a las escuelas primarias y secundarias menos de tres cuartas partes de la matrícula original. Es decir, en casi la mitad de los países un cuarto de los estudiantes había perdido contacto -virtual o presencial- con el sistema educativo. Esto es muy grave. Y ante este desafío, algunos países de la región han implementado programas de seguimiento y recuperación de estudiantes desvinculados, y otros, los menos, políticas de apoyo para el aseguramiento del derecho a la educación de los grupos en situación de vulnerabilidad.

Lo cierto es que aún antes de la crisis educativa provocada por la pandemia ya se observaba en muchos países una desaceleración —y en algunos casos un estancamiento— en el avance de muchos de los logros educativos que eran notables en el periodo 2000-2015. Ya en el año 2019, se estimaba que 10,4 millones de niños, niñas y jóvenes se encontraban excluidos del acceso a la educación primaria y secundaria en nuestra región.

Si miramos la educación superior, debemos recordar que la región venía de un ciclo de ampliación, en el cual en los últimos 20 años incorporó cerca de 17 millones de estudiantes, para alcanzar una tasa bruta de matrícula del 54,1% para 2020. En los años recientes el ritmo de aumento muestra una desaceleración, pero sobre todo de profundización de algunas brechas de acceso a la educación superior, sobre todo en función el nivel socioeconómico. El último informe de UNESCO elaborado para monitorear el avance del ODS 4, dice textual que “la educación terciaria en los años recientes ha favorecido casi exclusivamente a los sectores medios y altos”. Esta situación nos tiene que alertar en nuestra región en términos del derecho a la educación en todos sus niveles, como también el nivel de la educación secundaria.

Además, otra dimensión central de la cuestión educativa en estos últimos años es el malestar provocado por la crisis en la comunidad educativa. Las pérdidas de empleos e ingresos y los desajustes que se generaron en la esfera del cuidado, impactaron duramente en la mayoría de los hogares que participan de las comunidades educativas, en un momento en que las escuelas tuvieron dificultades para desplegar prácticas de contención que históricamente han ejercido. Los aislamientos redujeron el componente social de las instituciones educativas: la desconexión entre pares sin dudas afectó a la salud mental de los estudiantes. De acuerdo a UNICEF realizado en la región durante la primera mitad de 2021, 1 de cada 5 jóvenes informó que a menudo se sentía deprimido o tenía poco interés en hacer cosas producto de ese estado de aislamiento y de la pérdida de contacto con los pares.

Y por último, la cuestión del financiamiento: la UNESCO, como organismo internacional, remarca la urgente necesidad de que los gobiernos incrementen su inversión educativa y el reclamo absoluto de todos los sectores vinculados a la educación. Lo cierto es que luego de un periodo de gran crecimiento de la inversión educativa, que llevó al gasto educativo del 3,7% del PBI regional en 2006 a 4,6% en 2014, desde entonces se observa un estancamiento y luego un descenso. Antes de la pandemia, en 2019, se ubicaba en 4,3%. Y en los últimos dos años, 15 de los 33 países de la región disminuyeron el gasto en educación.

-Durante la pandemia se visibilizó con más fuerza la situación de exclusión de la educación, porque no hubo grandes planes de acceso concretamente a la informática, al acceso a internet, que se transformaron en cuestiones muy básicas, y seguramente en algunos años atrás no estaban incorporadas y hoy evidentemente se han transformados en cuestiones fundamentales. ¿Tenés idea cuándo se empezaron a incorporar dichas herramientas de acceso a internet?

-Evidentemente esta presencia de las tecnologías de la información (como se las puede llamar) ya era importante en el sector educativo, pero no era necesaria e imprescindible como lo fue durante la pandemia. Y evidentemente había mucho rezago a nivel de las instituciones educativas en la incorporación y sobre todo en las facilidades en el acceso de toda su comunidad educativa de estudiantes, docentes, entre otros. Por supuesto, esto varía profundamente en función de los distintos países de América Latina y el Caribe, pero también al interior de cada uno de estos países en función de dónde y con qué recursos cuentan los establecimientos. Lo que sí mostró la pandemia es que el acceso a internet pasa a ser una dimensión absolutamente necesaria e imprescindible en las comunidades educativas.


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