“Visibilizar a la mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora”

 “Visibilizar a la mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora”

(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 3 de agosto 2022)

En este recorrido que venimos haciendo por las temáticas de las desigualdades en América Latina y el Caribe, a propósito de lo que fue el 25 de julio, Día Internacional de la mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora, quiero dedicar esta columna brevemente al tema en esta fecha que se conmemora desde 1992.

El objetivo de nombrar los 25 de julio es visibilizar a las mujeres afrodescendientes, contribuir a promover políticas públicas que ayuden a mejorar la calidad de vida y a erradicar el racismo y la discriminación. Es una iniciativa que surgió del encuentro que tuvo lugar en República Dominicana, cuando mujeres negras de 32 países de América Latina y el Caribe decidieron visibilizar sus luchas y definir estrategias políticas para enfrentar el racismo desde una perspectiva de género. Desde el 92’, entonces, se conmemora dicho día.



¿Y qué está ocurriendo con este tema en América Latina? Hay una estimación mínima de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) sobre la base de los datos de la última ronda censal de 16 países de AL, que permite llegar a una cifra aproximada de 134 millones de personas afrodescendientes. La población afrodescendiente de América Latina y el Caribe representa un 21% de la población total de nuestra región. Se trata de más de 108 millones de personas en Brasil, allí representa el 51% de la población; representan más de 10 millones de personas en Haití donde son más del 95% de la población; y entre unos 7% y 10% de la población en otros cinco países de América Latina como lo son Colombia, Costa Rica, Ecuador, Panamá y República Dominicana.

No todos los países tienen datos y análisis de calidad desagregados por raza, etnia y sexo. Existe cierto silencio o invisibilidad estadística que dificulta el acceso a un panorama más real (no tan aproximado) sobre la población afrodescendiente. Sin embargo, los datos que tenemos disponibles nos muestran con mucha claridad que las personas afrodescendientes –y especialmente las mujeres– sufren de manera desproporcionada la pobreza, la violencia, el trabajo infantil, entre otras dimensiones de las desigualdades.

En toda América Latina los colectivos racializados tienen una mayor probabilidad de encontrarse en situación de pobreza que el resto de la población. Si miramos, por ejemplo, el último panorama social de AL de la CEPAL de este año, encontramos que el 48% de la población afrodescendiente de Colombia y el 44% de la población afrodescendiente de Ecuador tienen ingresos por debajo de la línea de pobreza.

Además, las múltiples desigualdades que han vivido históricamente las mujeres afrodescendientes en América Latina y el Caribe forman parte de un complejo sistema de discriminación estructural que, evidentemente, fue un legado del pasado colonial esclavista, donde allí vemos cómo se cruzan e intersectan múltiples dimensiones de la desigualdad de origen étnico, racial, de clase y de género.

Si miramos también informes de ONU Mujeres, allí encontramos que las mujeres afrodescendientes se encuentran en una situación muy desigual en comparación con las mujeres no afrodescendientes. Los ingresos totales promedio, por ejemplo, de las mujeres afrodescendientes apenas superan la línea de vulnerabilidad de la pobreza definida internacionalmente por la CEPAL.

Por ejemplo, las tasas de pobreza en hogares monoparentales que tienen a su frente a una mujer afrodescendiente son cerca del doble de aquellos hogares que tienen una mujer al frente no afrodescendiente. Para el caso de Brasil, Ecuador, Perú y en el  Uruguay –en mi país– esta situación llega a ser el triple, es decir, la pobreza de hogares que tienen al frente una mujer frente a hogares que tienen al frente una mujer no afrodescendiente.

En América Latina también los mercados laborales están caracterizados por brechas étnicas, raciales y de género en términos del acceso en la posibilidad de incorporarse al mercado de trabajo, así como también en términos de la calidad del empleo. También hay brechas muy importantes en términos de los derechos y de la protección social, entre otros factores, que se vuelven un obstáculo para poder salir de esa situación de pobreza y también para disminuir estas situaciones de desigualdad en la región.

En cinco de los países que hoy cuentan con datos como Argentina, Brasil, Ecuador, Panamá y Uruguay, las mujeres afrodescendientes representan el grupo poblacional más afectado por el desempleo en el mercado laboral. Y en tres de los países como Argentina, Brasil y Uruguay, la tasa de desempleo es el doble (incluso un poco más del doble) que si lo comparamos con los varones no afrodescendientes.

Además, recordemos también el trabajo doméstico remunerado, donde dicha población afrodescendiente y las mujeres afrodescendientes están sobrerrepresentadas, también muy asociado a la temática de los cuidados, y que son muchas veces las personas que trabajan de manera remunerada en los hogares y en este tipo de ocupación. El trabajo doméstico remunerado es uno de los peores remunerados en América Latina y,además, no en todos los demás países ha seguido la vía de la formalización de esta ocupación que permite, entre otras cosas, el acceso a la protección social.

Si miramos algún ejemplo, Brasil, alrededor de 7 millones de personas se desempeñan en el trabajo doméstico remunerado con unos 4,5 millones que son aproximadamente un 63% afrodescendientes. En Ecuador, es una de cada cinco mujeres afrodescendientes que está empleada u ocupada en el trabajo doméstico remunerado. En Costa Rica, Brasil, Nicaragua y Honduras, son más de un 10% de estos casos que estoy reseñando.

Entonces, tenemos que efectivamente mostrar, ser visibles, cómo se encarnan estas desigualdades en el caso de las mujeres afro descendientes, cómo necesitamos mirarlo con un enfoque interseccional y cómo se entrecruzan distintas dimensiones de las desigualdades como la económica, social, política, cultural, subjetiva, que se entrecruzan en estos contextos históricos específicos, generando modalidades de exclusión, de jerarquización y de desigualdad que efectivamente están afectando y de manera muy significativa a la población afro descendiente, y en particular al colectivo de mujeres afro descendientes.

Dada la posibilidad de dicho 25 de julio, y dado lo que va a ocurrir este fin de semana en Colombia, donde por primera vez a asumir un gobierno progresista y en esa fórmula presidencial encontramos a una mujer feminista que ha dedicado además su vida a trabajar por los derechos de las personas afrodescendientes y ella es una mujer afrodescendiente (y se llama Francia Márquez), me pareció importante dedicar esta columna al tema.

-Clarísimo, Karina. Hace tres meses fue el censo en la República Argentina y, por primera vez de manera totalmente masiva, se incorporaba el censo de auto reconocimiento de la comunidad afrodescendiente e indígena. En 2010 en Argentina se había incorporado a modo de muestra, solo en algunos de los cuestionarios que tenían los censistas, ahora se hizo de manera masiva. Estamos en 2022, ahora se incorpora en un censo, si eso no es invisibilizar, ¿qué es?

-Absolutamente. Por eso decía lo de la invisibilidad estadística y la dificultad cuando queremos preparar los distintos informes o columnas como a esta temática, que refiere a la situación particular de la población afrodescendiente, tenemos allí un primer problema que es esta invisibilidad, es decir, que no se pregunte sobre el origen étnico, la raza y las dificultades que esto genera. Si a eso además le sumamos la invisibilidad que también en muchos casos hay asociada a la variable sexo, a la identificación de varones, mujeres y también por supuesto de las diversidades sexuales o sexo genéricas, allí sumamos dos invisibilidades. Los informes y cifras que estoy presentando son escenarios de mínimas en términos de la identificación de la problemática. Sabemos que en la realidad son muchos más, también tenemos que hacer un esfuerzo, y eso también es una responsabilidad de quienes estamos en el campo de las ciencias sociales, por hacer visible desde todo punto de vista, pero también estadísticamente estos fenómenos.


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