El campamento de migrantes en Tijuana 2021-2022
Eduardo Torre Cantalapiedra – El Colegio de la Frontera Norte
La llegada de Joe Biden a la presidencia abrió la expectativa de que su gobierno sería más permisivo con la migración que el anterior y reestablecería el sistema de asilo que fue desmantelado y suspendido durante el mandato de Donald Trump. La agenda antiinmigrante de Trump incorporó los Protocolos de Protección a Migrantes (MPP, por sus siglas en inglés) –este programa suponía que muchos solicitantes de asilo que llegaban por la frontera sur de Estados Unidos fueran devueltos al territorio mexicano mientras se sustanciaban sus casos– y escudándose en la pandemia del COVID-19 puso en vigor el título 42 –lo que implicó que los migrantes fueran devueltos a México de manera expedita en la frontera, así como fueron rechazadas la mayoría de las solicitudes de asilo–. Si bien, la administración de Biden puso fin a los MPP al inicio de su mandato, un juez ordenó su restablecimiento, lo que ha supuesto que el programa regrese, solo que ahora el gobierno estadounidense lo ha ampliado a otras nacionalidades, entre ellas a las personas procedentes de Haití. Además, ha mantenido el título 42, aunque no hay verdaderos argumentos sanitarios para hacerlo (Torre, 2021a). Queda patente que gobiernos republicanos y demócratas no difieren mucho en su afán por la contención de los flujos migratorios que excluyen e irregularizan.
En Tijuana, al igual que en otras ciudades en el norte de México, desde comienzos del año 2021 existe a una carencia de espacios para alojar y asistir migrantes, así como a quienes llegan a esta ciudad con necesidades de protección internacional y con el deseo de lograr asilo en territorio estadounidense (París, 2022). Situaciones similares se han producidos en diversos momentos del pasado –por ejemplo, en Tijuana con la llegada de migrantes haitianos en 2016 y 2017 o el arribo de las caravanas de migrantes a finales de 2018–. No obstante, actualmente en muchas ciudades parece que esta situación se ha convertido en la regla más que en la excepción. Las políticas migratorias estadounidenses y mexicanas no solo no gestionan cabalmente los flujos migratorios, sino que son parte integral en la producción de este desaguisado.
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