“El 25N surge del Movimiento Feminista Latinoamericano contra la violencia contra las mujeres”
(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 24 de noviembre 2021)
Un gusto participar en este InfoCLACSO, un día previo a un 25N, donde vamos a destinar todo el programa a la temática de la violencia de género, de la violencia contra las mujeres. Tema por demás importante. Por supuesto, nuestra región Latinoamericana y Caribeña va a ser uno de los ejes sustantivos de nuestra próxima #Conferencia2022 Regional en junio (México) como venimos aquí recorriendo semana a semana los distintos ejes de trabajo.
Primero que nada, si querés recordemos cómo surge este 25 de noviembre, porque tiene una particularidad Latinoamericana y Caribeña. Porque la primera convocatoria al 25 de noviembre se realizó justamente por parte del Movimiento Feminista Latinoamericano. Es decir, esta fecha que hoy es reconocida a nivel internacional y que la ha tomado por ejemplo el sistema de las Naciones Unidas, surgió en uno de los encuentros feministas latinoamericanos para recordar la fecha en la que fueron asesinadas en 1960 las tres hermanas Mirabal en República Dominicana, para dejar ese día como lucha contra la violencia hacia las mujeres, contra la violencia de género. Como dije: Hoy es reconocido a nivel internacional por todos los países y por las distintas comunidades del mundo a propuesta de Naciones Unidas. Pero su origen está aquí, en América Latina y el Caribe.
La violencia de género es una manifestación de las desigualdades relacionadas con el género, quizás la más dramática, la más extrema, violencia que se impone a las mujeres y a las niñas a causa de la posición de dominación y de subordinación que mujeres y niñas tenemos en la sociedad y que se expresa esa violencia en distintas dimensiones: física, sexual, emocional, económica, institucional, entre otras.
Además, este fenómeno de la violencia de género se distribuye a lo largo de nuestras sociedades, desconociendo todo tipo de fronteras geográficas, sociales o culturales para la violencia de género. Es una forma -podemos decir- de violencia globalizada, sin distinción de clases, raza, etnia o grupo de pertenencia. Tampoco hay un perfil específico de víctimas de violencia de género. El principal factor de riesgo para ser víctima de este tipo de violencia es justamente ser mujer. Es decir, sólo por la condición de ser mujer ya tenemos un riesgo de estar en estas situaciones de violencia.
Si miramos ahora un poco las estadísticas o los registros de la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Crimen (UNODC), nos muestra que en América Latina 14 de los 25 países tienen los índices de crímenes contra las mujeres más altos del mundo. Y que nuestra región es además la segunda más peligrosa (desde este punto de vista para las mujeres) y sólo es superada en este factor por África.
De acuerdo, además, al Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la CEPAL, los diez países con mayores tasas de feminicidios cada 100 mil mujeres está encabezado en nuestra región por Honduras, seguido de República Dominicana, El Salvador, Bolivia, Brasil, Panamá, México, Guatemala, Uruguay y Argentina.
El registro de feminicidios quizá es la forma más grave y más extrema de la violencia de género (no es la única), pero nos demuestra cómo en tiempos de crisis las cifras aumentan, como se vio recientemente durante la pandemia de COVID-19 y también durante las recientes crisis humanitarias, conflictos y desastres climáticos. Todos estos factores hacen aumentar la violencia hacia las mujeres.
Un nuevo informe de ONU Mujeres, también para América Latina y el Caribe basado en datos de 13 países desde la pandemia, muestra que 2 de cada 3 mujeres padecieron alguna forma de violencia o conocían a alguna mujer que sufría alguna forma de violencia.
Recordemos, además, que ya en 2013 la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmaba que “la violencia física o sexual es un problema de salud pública que afecta a más de un tercio de todas las mujeres a nivel mundial”. Sin embargo, durante la pandemia, la violencia de género, a pesar de estas advertencias, quedó invisibilizada en nuestra región. Tanto es así que las medidas que se tomaron en los primeros tiempos de la pandemia o confinamientos, exacerbaron como nunca antes la violencia. No se tuvo en cuenta este factor al pensar la medida de confinamiento.
Justamente estas medidas de confinamiento provocaron una escalada de la violencia de género. De acuerdo a la CEPAL, 2 de cada 3 feminicidios que ocurren en América Latina se producen en contextos además de relaciones de pareja o ex pareja. Y de acuerdo a una encuesta de ONU Mujeres que se realizó durante la pandemia, el 12% de las mujeres y niñas (adolescentes) de entre 15 y 49 años, aproximadamente unas 19,2 millones, fue víctima de violencia física o sexual por parte de su compañero íntimo actual o anterior en los 12 meses anteriores a la encuesta.
Sabemos muy bien que, en tiempos de precariedad económica e inestabilidad social, la violencia de género estalla en el ámbito doméstico. Y quedó muy claro -como dije- durante la pandemia que para muchas mujeres y niños, el hogar no fue un lugar seguro donde resguardarse del COVID-19, sino que se convirtió en una trampa y en una amenaza mortal.
El feminicidio es la expresión más extrema de las desigualdades que afectan los derechos humanos de las mujeres, pero no es la única forma de violencia. Tomemos otro caso: La situación general de prohibición, y persecución contra el aborto, por ejemplo, también es una forma de violencias que vulnera la autonomía física de las mujeres. Recordemos, como hemos dicho aquí en InfoCLACSO en otras columnas: El 97% de las mujeres latinoamericanas y caribeñas en edad reproductiva viven en países donde el aborto no está permitido. Y se estima que aproximadamente entre 5 y 10 mil mujeres pierden la vida al año por abortos clandestinos en esta región.
Entonces, una vez más, con mucha fuerza decimos desde CLACSO: ¡Basta ya, Ni Una Menos!
Por eso las distintas dimensiones de la violencia, la física sin duda, pero también la emocional, la psicológica, la patrimonial, y por supuestos los distintos ámbitos donde esta violencia ocurre. Ahora, de todas maneras, recordemos siempre que para las mujeres el lugar más peligroso no es la calle, no son los ámbitos laborales. El lugar más peligroso en América Latina y el Caribe para las mujeres sigue siendo sus hogares.
-Pensaba en este marco y en la jornada, hubo desde lo discursivo por lo menos en algunos países un trabajo muy grande para que desde lo mediático se empiece a hablar de feminicidio y no otras formas que trataban de esconder la violencia brutal contra las mujeres. ¿Cómo ves ese panorama?
-Totalmente. En ese punto es un avance donde las cosas se nombran por su nombre, por lo que son realmente, y no como hace algunos años que estábamos acostumbrados y acostumbradas a ver titulares de prensa que hablaban de “Crímenes pasionales”, por ejemplo. No eran crímenes pasionales, eran feminicidios. Ahora hemos avanzado en ese terreno, hemos avanzado también a nivel normativo en América Latina y el Caribe con el reconocimiento de la violencia de género y de los feminicidios, y también de políticas para prevenir este tipo de problemáticas, pero queda mucho por hacer… Porque por algo son las cifras que compartía. La temática sigue siendo muy grave en América Latina y tenemos que continuar redoblando esfuerzos. Y creo que esa consigna de Ni Una Menos es una buena consigna para recordar hoy en el día previo al 25 de noviembre y por supuesto todos los días.
-Karina, ahí hay algo que en general me parece complejo en el análisis, lo digo observando algunas cosas, sobre todo escuchando lo que tú dices relacionado con que a veces se toma una línea o dos líneas de análisis para entender la situación de la violencia contra las mujeres. Por ejemplo: la necesidad de cambiar las lógicas educativas para evitar los machismos ya desde las primeras infancias, posiblemente otras cuestiones que se dan en la adolescencia relacionada con lo educativo. Pero también entiendo que es sin medidas públicas, sin tratamiento con leyes que eviten estas situaciones. Entonces, la multiplicidad de situaciones que hay que poner en acción a la vez, me parece que hacen complejo también este tipo de trabajo totalmente multidisciplinario y desde diferentes lugares… ¿Cómo funciona esa lógica?
-Sí, totalmente. Primero que nada, reafirmar la importancia de las políticas públicas en este terreno, políticas públicas en sentido amplio y claramente por la temática que nos convoca de carácter absolutamente intersectorial, donde no es un sector de la política pública –por ejemplo el de salud– convocado a este tema, sino que son múltiples los sectores que tienen para aportar aquí. Y tenemos que trabajar para erradicar todas las formas de violencias y eso implica políticas públicas y políticas culturales amplias para mostrar, para denunciar este tema, para concientizar sobre este tema y, por supuesto, para cambiar las prácticas de todos y de todas, porque estas violencias están instaladas desde las pequeñas prácticas cotidianas hasta las grandes prácticas de los estados que todavía tienen formas de violencia hacia nosotras las mujeres.
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