“Colombia es un país pensado desde el neoliberalismo”
Francia Márquez Mina
La lideresa social afro y feminista colombiana, Francia Márquez Mina, precandidata a la presidencia en las elecciones de su país en 2022 y reconocida por su defensa del territorio de donde es originaria, El Cauca, pasó por Buenos Aires. Allí, entre otras actividades, la ganadora del Premio Ambiental Goldman en 2018 visitó la sede de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO.
Entrevistó Gustavo Lema
En ese marco, participó del InfoCLACSO del miércoles 3 de noviembre donde describió la situación histórica y actual de Colombia y también habló de los desarraigados y excluidos de su tierra, de los afrodescendientes del continente, de medio ambiente y narró su propia vida trabajando de adolescente en las minas.
Francia Márquez Mina fue una de las participantes del 1° Encuentro Nacional de Organizaciones de la Comunidad Afroargentina convocado por el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) junto con la Provincia de Entre Ríos y su Secretaría de Cultura.
Un abrazo ancestral, muchas gracias por la invitación, al informativo de CLACSO por tenernos aquí, estamos para compartir, para tejer en resistencia como pueblos oprimidos históricamente, violentados por la lógica de la política de muerte. Aquí estamos para articular, para tener acciones de experiencias que nos permitan continuar el camino.
-En ese camino, primero me gustaría ir a la realidad colombiana el día de hoy para que nos puedas traer un poco la idea de lo que está sucediendo. Nosotros estuvimos muy cercanos a lo sucedido en junio-julio de este año sobre las movilizaciones muy importantes que hicieron en las calles reclamando en contra de la violencia, pero a la par el asesinato de líderes y lideresas en la persecución. Y esto también se enmarca en una Latinoamérica y el Caribe también con sus luces y sombras: vemos un Chile revolucionado y movilizado con cambio Constitucional, pero también vemos un Brasil instalado en la lógica de la ultraderecha. ¿En qué momento se encuentra Colombia?
-Yo creo ahora que estamos en un momento de que el pueblo no aguanta más, el pueblo quiere cambios en términos de justicia, de igualdad, de equidad en términos de erradicar las lógicas de estructuras coloniales, raciales y patriarcales que han dañado no sólo la humanidad, no sólo nuestras vidas como seres humanos, sino que ha destruido la casa grande: el útero mayor. Pues el estallido social que acabamos de vivir en Colombia el cual fui parte porque estuve ahí poniéndome con los jóvenes en primera línea por la reivindicación de los derechos por alzar la voz, es una muestra de ese cansancio histórico. Porque lo que pasa hoy en Colombia no es una situación nueva, esto ha pasado toda la vida: hemos asistido la política de muerte, nuestras familias han tenido que atender la muerte, el despojo, el destierro, el hambre, la miseria, porque hemos tenido una dirigencia política mezquina que ocupó el Estado-Nación que lo fundó además con esas lógicas y estructuras de opresión histórica y que ahora pues siguen permeando los herederos, porque es un Estado que ha sido manejado por las mismas 40 familias que nos han gobernado toda la vida y las mayorías no vivimos en dignidad. Vivimos en medio del miedo, de la angustia, de la zozobra, del temor todo el tiempo, tanto en el campo como en la ciudad en medio de la incertidumbre. Y hay una juventud que no aguanta y cada vez han ocurrido estos momentos. En los años 90’ hubo un estallido social también de juventudes que dijeron “Hay que cambiar esto” y cambiaron esa Constitución a partir de un proceso que hicieron de una séptima papeleta y fue la juventud que parió el cambio. Yo creo que estamos en ese mismo desafío de parir un cambio para nuestro país y por supuesto un cambio en la lógica de Colombia que ha sido un país profundamente pensado desde el neoliberalismo, desde el extractivismo, desde el racismo y el patriarcado: pensar en transformar eso desde una visión y una política que se pone en el centro para cuidar la vida, para garantizar justicia, para asumir el desafío de parar la guerra y lograr que nos permitan vivir sin miedo en paz, es el desafío para Colombia. Pero eso va a repercutir, por supuesto, en toda América Latina, en la región.
-En ese sentido, me quedo con algunas frases que leí, que has dicho en algunos momentos, en la relación entre la violencia en Colombia con el desarrollo de un modelo económico y cómo la relación entre uno y otro casi de necesidad… ¿Cómo es esa relación y por qué entonces es tan difícil desarmar una para desarmar la otra?
-Pues efectivamente creo que el conflicto armado, yo siendo una mujer negra racializada tendría que empezar diciendo que esas violencias comenzaron con la colonización y la esclavitud. Y esas violencias se han venido permeando, por supuesto después cambian de figuras, luego violencias partidistas, el liberalismo, el partido conservador y después surgen las guerrillas por los despojos territoriales. Pero siempre la violencia ha surgido en Colombia a partir de la mezquindad de la dirigencia política que se piensa así misma, que todavía sigue creyendo que es de sangre azul y excluyen a la mayoría de la sociedad. Y esa exclusión histórica que se refleja en la concentración de la tierra, somos el país en términos de acceso a la tierra más desigual de esta región: la exclusión, el destierro, todos los días estamos asistiendo a comunidades que están saliendo desplazadas de sus territorios ancestrales. Entonces, bajo la lógica de hay que llevar el “desarrollo” a las comunidades, yo nunca he visto el desarrollo en mi comunidad: no hay agua potable, no hay saneamiento básico, los niños no tienen acceso a educación, no tenemos conectividad a internet. Entonces de qué desarrollos nos hablan, pero tenemos las grandes represas, tenemos grandes proyectos megamineros, tenemos toda la industria azucarera, de la palma, el puerto sigue en Buenaventura que es una región del pacífico, tenemos el puerto por donde sale el 70% y entra de la economía del país. Buenaventura no tiene agua potable, está militarizada y aún militarizada hay ‘casas de pique’, donde pican a la gente como picar cebolla. ¿Pero quién es esa gente que están picando como picar cebolla? Es gente negra, gente campesina, gente empobrecida, gente racializada. Son mujeres cabezas de familia las que todos los días pierden a sus hijos, las que son asesinadas. Entonces, esa es la lógica de ese modelo económico de muerte que no nos ha permitido vivir en dignidad, que ha concentrado la riqueza, que ha ocupado el Estado en manos de unos pocos, que ha permeado la corrupción institucional, que permite que niños se mueran de hambre en territorios como La Guajira por ejemplo, donde tenemos a Cerrejón que es la empresa más grande de explotación de carbón en América Latina y al lado de Cerrejón es el proyecto que se vende como el desarrollo del país. Niños y niñas están muriendo de desnutrición, de hambre y de sed.
-En ese camino, me encantaría si pudiésemos viajar, aunque sea con tus recuerdos y con tus vivencias de tu infancia. Cómo fue esa infancia que entiendo que cuando terminas la primaria si querías seguir estudiando te quedaba un solo camino. Y ese camino era trabajar en la mina…
-Pues nosotros crecimos en un territorio ancestral. Y cuando digo ancestrales es porque mis abuelos y tatarabuelos estuvieron ahí. Hace apenas 170 años que en Colombia se abolió legalmente la esclavitud. Entonces la bisabuela de mi abuela fue una mujer esclavizada, yo crecí en ese territorio donde todavía están las huellas de la esclavitud. En esta región del país que es el suroccidente colombiano como el Cauca, sobre todo el norte del Cauca, todavía están las estructuras físicas de las haciendas esclavistas. A la gente la colocaron a hacer minería y a hacer agricultura. Cuando se dijo que se iba a abolir la esclavitud, los terratenientes que tenían gente esclavizada se opusieron a liberar a nuestra gente. Al Estado le tocó indemnizarlos a ellos, pero nunca indemnizó a nuestro pueblo por la esclavitud y eso no solo en Colombia sino también en Argentina y en toda América Latina, es decir, en todos los lugares del mundo donde la esclavitud sobre todo de la población negra afrodescendiente se impuso. Entonces, a la gente nuestra le tocó liberarse con sus propias formas, de conseguir la tierra con sufrimiento y con sangre. Entonces nos enseñaron eso: que el territorio para nosotros no es un regalo, que le costó a nuestros mayores y mayoras sufrimiento, cárcel, muerte y mucho trabajo. Entonces nos enseñan desde muy chiquititos a valorar el territorio como un espacio de vida. Ahí aprendí a hacer minería porque es la única opción… La minería nos esclavizó, pero también sirvió en ese territorio, ante el abandono del Estado, a la gente negra al igual que la finca tradicional como una forma de subsistencia, como una forma de organización comunitaria, como una forma de permanecer como pueblo y como familias. Entonces, la minería también nos sirvió para sostenernos y todavía la gente de mi comunidad vive de la minería ancestral. Ahora es un territorio como muchos recursos, pues el Estado le ha concedido ese territorio a empresas multinacionales, a personas foráneas que en 2009, por ejemplo, cuando yo ya me metí como activista me tocó enfrentarme junto a la comunidad a la tercera empresa más grande del mundo en explotación minera, que de repente el Estado dijo: ustedes tienen derecho y a nosotros como negros ‘no tienen derechos’. Ustedes no tienen derecho a ser consultados porque no son comunidad negra. Nos negaron, nos borraron, pero eso ha pasado toda la vida. Yo hice mi tesis sobre Consulta Previa Racismo Estructural y encontré archivos históricos de Luis López de Mesa del siglo 20, donde estaban hablando de la degeneración de la raza. Y decían que en Colombia después de haber logrado la independencia, olvidando que la independencia se logró con gente negra, con gente indígena, con gente empobrecida, como ‘logramos’ la independencia, las mezclas con los negros y con los indígenas desmejoraron la raza. Por eso es que no hemos podido avanzar en el progreso…
-Un nuevo nazismo, más parecido a los discursos nazis…
-Ahora lo usan todavía… Si usted escucha a Vargas Lleras que es un político de Colombia, heredero de esa casta colonia, él dice: la Consulta Previa, que es un derecho fundamental que nos reconocieron en la Constitución del 91’ a partir del convenio 169 de la OIT, es un obstáculo para el desarrollo. Es decir, el mismo pensamiento del siglo 20, ahora el heredero de esa casta de los que se pensaron ese proyecto de Nación racista, patriarcal y excluyente, ahora él pone la misma discusión ya por supuesto no solo de cuerpo, pero sí sobre los derechos de esos cuerpos racializados. Esa es la lógica en que hemos crecido, en ese territorio crecí, pero también aprendí la resistencia. Aprendí que nosotros no éramos gente esclavizada; nosotros éramos seres libres que fuimos esclavizados. Cuando reconozco eso, yo me pregunto: ¿Mi hijo se preguntaría quién nos esclavizó y por qué? Y eso nos lleva a pensarnos entonces hoy a poner el debate claramente en un proyecto que pone en el centro la vida al cual le estamos apostando a hablar de reparación histórica para la población afrodescendiente no solo en Colombia sino en América Latina que alcanza a ser casi 200 millones de personas.
-En ese camino de la mina, tú transcurriste tu embarazo trabajando en la mina…
-Así es. El patriarcado hace su efecto y el racismo también afecta a uno. Porque de chiquito cuando uno escucha ese discurso que yo lo entendí sólo hasta que escribí mi tesis de hay que conseguir un blanco para mejorar la raza, pues yo me lo creí, porque la televisión me vendía eso… A mis 16 años yo estaba embarazada de un hombre blanco mestizo que me vio solo como un sujeto sexual, me embarazó y chau, se fue. Entonces, me tocó asumir una maternidad y paternidad a los 16 años estando estudiando en el colegio y esa es la vida de muchas mujeres de Colombia. A mi mamá le ha tocado ser mamá cabeza de familia. Yo creo que en un 50% de las familias en Colombia son familias que se componen solo por las mujeres, por las mamás que les toca asumir la responsabilidad de mantener a los hijos, de sostenerlos, porque los hombres no asumen esa responsabilidad. Entonces cuando yo salí embarazada, me tocó salir del colegio. Para mí fue un tormento, porque yo todos los días soñaba que el uniforme no se me había secado, que el profesor no me dejaba entrar a la clase, tuve más de dos años con esa pesadilla de haberme salido del colegio por un embarazo, pero nunca renuncié a estudiar. Siempre decía: yo quiero estudiar, salir adelante, pensaba siempre en hacerme profesional sabiendo que eso es como un sueño para la gente nuestra. Para los jóvenes pensar en ir a una universidad es una utopía, es un sueño, no es una realidad. Para mis hermanitos cuando les dije quiero estudiar, me dijeron en dónde voy a estudiar, cuánto te cuesta y se reían. Usted apenas llega allá y les cierran las puertas… Y efectivamente me las cerraron muchas veces, pero yo volvía y la empujaba para estudiar. Pues fue así como me hice abogada y tuve mi primer hijo. Me tocó trabajar en la mina durante todo el embarazo: por ejemplo, hoy fui a la mina y lo parí en la madrugada del día siguiente. Y así nos toca a todas las mujeres… Mi mamá no tiene huellas en sus manos, yo me di cuenta eso cuando gané el Premio Medioambiental Goldman, que fui a sacarle el pasaporte y casi ella no puede viajar conmigo. Cuántas mamás en Colombia, aquí en Argentina, en América Latina, han perdido las huellas de sus manos trabajando en casas de familia, haciendo lo que sea para sacar a sus hijos adelante.
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