Aprendiendo juntas
Dentro de la Colección de los “Cuadernos del pensamiento crítico latinoamericano”, CLACSO presenta “Aprendiendo juntas: mujeres de Abya Yala tejiendo saberes en una investigación colaborativa”, de Martha Patricia Castañeda Salgado, Fabiola del Jurado Mendoza, Norma Don Juan Pérez, Beatriz Gómez Barrenechea, Lizbeth Hernández Cruz y Laura Hernández Pérez
Aprendiendo juntas: mujeres de Abya Yala tejiendo saberes en una investigación colaborativa[1]
Martha Patricia Castañeda Salgado*
Fabiola del Jurado Mendoza**
Norma Don Juan Pérez***
Beatriz Gómez Barrenechea****
Lizbeth Hernández Cruz*****
Laura Hernández Pérez******
Presentación
La Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (CONAMI), fundada en Oaxaca, México, en 1997, es un proyecto político cuyo objetivo general es “Ser un espacio amplio e incluyente para visibilizar las demandas y propuestas políticas de las mujeres indígenas, a través de la lucha organizada, colectiva, articulada e integral”[2]. Para lograrlo, trabaja en fortalecer los liderazgos e impulsar la participación política de sus integrantes y, con ello, ampliar la presencia e incidencia de las mujeres indígenas en la comunidad, las organizaciones y las instancias de gobierno en las que incursionan. Las acciones que realiza la CONAMI son relevantes, habida cuenta de que históricamente las mujeres indígenas han enfrentado grandes desventajas para ejercer los derechos individuales y colectivos, en específico los políticos, empezando por la invisibilización de sus aportes a las luchas de las organizaciones, comunidades y pueblos de los que son parte.
En este Cuaderno compartimos una experiencia de articulación entre mujeres indígenas organizadas en la CONAMI y académicas aliadas[3], en torno al proyecto denominado “Construyendo relaciones de igualdad desde la práctica comunitaria indígena. La experiencia política de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (México)”[4], que forma parte de una colaboración de largo tiempo entre las autoras de este documento.
El planteamiento metodológico inicial de esta investigación se centró en un conjunto de actividades presenciales en las que trabajaríamos con hermanas de la CONAMI que forman parte de alguna de las tres instancias organizativas seleccionadas (Coordinación Colegiada, Consejo de Mayoras y Comisión de Niñez y Juventud), mismas que desarrollan su trabajo político comunitario en tres regiones del país[5], para recoger sus experiencias en torno a las desigualdades, la política y las perspectivas de construcción de la igualdad en su sentido más amplio, reflexionar juntas y construir propuestas de fortalecimiento para CONAMI y de incidencia en materia de políticas públicas. Partimos de considerar que las desigualdades de género se potencian en su articulación con las desigualdades de clase, de etnia, de raza y etarias, reconociendo también una profunda raíz colonial, aún presente.
Iniciamos la investigación con entusiasmo y convicción, llevando a cabo algunas de las reuniones, entrevistas y talleres que se habían previsto. Sin embargo, a mediados de marzo de 2020 la pandemia de COVID-19 condujo al gobierno federal a declarar el confinamiento generalizado en toda la República Mexicana. Esta situación nos llevó a evaluar las condiciones para continuar la investigación. Así que decidimos hacer ajustes al proyecto, lo que incluyó reducir el número de talleres y conversatorios a realizar, y se optó por cambiar a la modalidad virtual a través de alguna plataforma digital. De la misma forma, para las entrevistas que teníamos todavía pendientes acudimos a la solidaridad de las compañeras para llevarlas a cabo a distancia, con los recursos materiales y tecnológicos que estuvieran al alcance de cada una.
Al revisar estos ajustes con la Dra. Ana Silvia Monzón, asesora del proyecto, afloraron nuevas inquietudes respecto a los efectos de la pandemia y el confinamiento en nuestras propiasvidas y en la investigación. Con ella dimos concreción a la idea de incluir una reflexión autoetnográfica que iniciamos tímidamente a través de un taller semanal que nos ha permitido poner en palabras un conjunto de pensamientos y sentimientos en torno a quiénes somos, cómo llegamos a este proyecto, de qué manera hemos ido significando el proceso, cómo nos posicionamos y cómo nos relacionamos con las compañeras invitadas a participar en él. Este ejercicio sin duda influirá en el análisis que hagamos de las experiencias de vida y de participación política de las mujeres indígenas organizadas desde una perspectiva que reconoce en el sentipensar[6] un proceso que desmonta y resignifica las nociones etnocéntricas y academicistas de información y conocimiento.
Uno de los primeros efectos de la reflexión autoetnográfica ha sido la posibilidad de pensarnos a nosotras mismas, por nosotras mismas y entre todas, para evidenciar nuestras particularidades, nuestras diferencias, pero también nuestras coincidencias, que nos permiten tejer de manera intercultural los saberes y por tanto dan cuenta de un conocimiento que se construye desde la diversidad de cosmovisiones, donde no hay una verdad impuesta sobre otras, sino un diálogo diverso donde las diferentes epistemes que traemos son reconocidas, valoradas y puestas en práctica.
En este Cuaderno, nos proponemos compartir algunas reflexiones en torno a los retos que enfrentamos al plantear este proyecto colaborativo entre mujeres indígenas y aliadas académicas, enmarcados ahora en los efectos de la COVID-19 en la realización de esta investigación colaborativa.[7] Buscamos exponer nuestra aproximación para favorecer la re-elaboración teórica de las desigualdades de género, que en el caso de las mujeres indígenas son inseparables de las desigualdades de etnia, clase y edad, así como contribuir a desmontar las relaciones de poder que existen en la producción del conocimiento académico, incluyendo otras miradas y apuestas políticas.
¿Quiénes somos y desde dónde venimos tejiendo para aprender juntas?
Quienes pusimos en marcha esta investigación somos un grupo de mujeres que compartimos el habernos formado en espacios académicos institucionales, estamos dispuestas a desaprender, a dialogar de forma horizontal con otras mujeres, provenimos de lugares, territorios y experiencias diferentes, con diversos caminos recorridos, con intereses que se enfocan en construir posibilidades de cambio, cada una desde un énfasis que no siempre coincide con las demás, pero al encontrarnos e intercambiar la palabra surge el mutuo interés por caminar juntas[8].
Los caminos recorridos vienen desde nuestras identidades diversas: indígenas y no indígenas, sexuales y generacionales; desde opciones ideológicas de izquierda; desde las prácticas de las comunidades eclesiales de base, de la educación popular y crítica; desde los feminismos plurales y los movimientos de mujeres; desde la defensa de los derechos humanos; espacios desde los cuales hemos cuestionado el papel del sujeto dominante y privilegiado en la sociedad, así como los saberes únicos que se erigen como conocimiento científico, o los discursos hegemónicos en los que la razón era el único paradigma de verdad y en los que predominaban las posturas patriarcales, sexistas, racistas y etnocéntricas.
En cada uno de estos espacios hemos mantenido una postura crítica frente a los paradigmas del sistema educativo formal, que han privilegiado en sus instituciones una visión eurocéntrica, que aún se resiste a reconocer los conocimientos, saberes y sentires “otros”. Nosotras, por el contrario, reivindicamos la importancia de la diversidad, la subjetividad, de los saberes ancestrales, lo femenino y lo comunitario/colectivo.
Nos interesa contribuir a transformar la situación de las mujeres, para lograr que tengamos una vida plena y digna, alejada de discriminaciones y violencias, con justicia, esperanza, con armonía para nosotras, para el conjunto de nuestras comunidades y la naturaleza. Sabemos que el camino para conseguir esa transformación es largo y complejo, que necesita de los conocimientos y energías de todas y, por ello, estamos convencidas de que requiere el aporte de las mujeres mismas, no hacerlo por ellas o para ellas.
Por el tiempo y las tareas compartidas, pensamos que es posible analizar la realidad social de manera situada, no dicotómica (blanco y negro), para recuperar los matices en los que se encuentra la riqueza de la diversidad.
En síntesis, somos mujerescomprometidas con las luchas de las mujeres, provistas con distintas formas de conocer, convencidas de que los conocimientos se generan a partir de una multiplicidad de procesos, que trabajamos para hacer de los conocimientos recursos útiles para la vida digna, con la profunda convicción de que es impostergable transformar las condiciones sociales actuales que agudizan las desigualdades generalizadas que se traducen en violencia, sufrimiento, precariedad y vulnerabilidad.
¿Cómo tejer fino para repensar las desigualdades y construir la igualdad?
Enel trabajo colaborativo por convicción, aquel que estamos dispuestas a hacer porque el proceso es placentero y estamos convencidas de que los resultados serán útiles no solo para el equipo, sino para una comunidad mayor, se hace imprescindible una constante autocrítica y una enorme capacidad de escucha, además de la creatividad y paciencia para resolver los nudos del proceso, en este caso de investigación, en un equipo intercultural, interdisciplinario e intergeneracional en el que construir y mantener los “inter” representa el eje no solo metodológico sino también teórico-reflexivo. Para consolidar estos nodos de encuentro es necesario, por ejemplo, tejer los tiempos, no solo para lograr una coincidencia de horas de trabajo conjunto, sino para comprender, aceptar y respetar el tiempo que maneja cada una para responder mensajes, para abonar a los documentos, en fin, el tiempo para dedicar al trabajo colaborativo. A diferencia de la lógica mercantilista de la productividad, para la que el tiempo es oro y no se debe “desperdiciar”, para nosotras el valor y el manejo del tiempo es el que nos permite re-pensar que cada momento es valioso para entretejer las distintas dimensiones de la vida; que esperar y producir “a su tiempo” tiene sentido para lograr consolidar los procesos no sólo del trabajo, sino también del cuidado, de la conciliación de lo personal y lo colectivo. Hacerlo no es fácil, pero apostamos por transformar esa lógica, en este caso en lo que toca a las maneras convencionales de investigar.
Lo que hemos intentado desde el inicio, ha sido desafiar esas nociones de “productividad” y parcialización/individualización del tiempo, para incursionar en largos diálogos que estén en la base de un ejercicio de escritura conjunta, experiencia en la que se requiere desarrollar comprensión sobre los imprevistos de la vida cotidiana que muchas veces interfieren en el trabajo individual y colectivo. Desde ahí inicia el ejercicio de desmontaje de lo que se considera es “apropiado” para investigar, pues como parte de esos diálogos, al inicio dedicamos varias y largas sesiones a dilucidar qué entendemos por la política y lo político a partir de la concreción de lo que son las prácticas políticas de la CONAMI. En esos ejercicios re-conocemos entre nosotras que para las mujeres indígenas organizadas, la teorización está siempre vinculada con el proyecto político que se impulsa. Así, los conceptos que se elaboran en y se aplican a la práctica política son dinámicos, pueden modificarse a lo largo de los procesos y de acuerdo con las necesidades de acción y comunicación de las compañeras que los requieren en su trabajo comunitario cotidiano.
Tratando de ser coherentes con esta postura, hacer equipo en épocas de COVID representa múltiples retos. Para encontrarnos en el espacio virtual, hemos construido “una habitación común”, tejiendo complejidades entre las dobles y triples jornadas agotadoras que se traslapan; nuestro trabajo remunerado, el de cuidados, la salud, las incertidumbres económicas y el trabajo político. Ahora todo lo hacemos desde un mismo lugar y al mismo tiempo, mientras vivimos trastornos del sueño, el luto por las pérdidas de familia y amistades, así como el miedo porque el SarsCov-2 parece cada día más cercano. En este proceso se evidencia que la construcción de conocimiento no se puede separar de las experiencias subjetivas y que en tanto sujetos situados es imprescindible reconocer dónde estamos paradas para sentipensar.
Metodológicamente fue necesario formular una propuesta creativa para encontrarnos con las compañeras que viven en diferentes partes del país con diversos husos horarios y en contextos donde el wifi no es parte de la canasta básica; donde los cerros, la lluvia y el aire marcan las posibilidades de las telecomunicaciones pues la naturaleza es la única que tiene conexión estable para la producción y reproducción de la vida. Reunirnos virtualmente necesita paciencia, también cultivar nuestra capacidad de escuchar y prestar atención, se requiere transformar el objeto que nos distraía en las reuniones presenciales, el celular, ahora convertido en el principal medio de comunicación. En este contexto, parte de los datos básicos de contacto que se necesita saber son: ¿tiene celular? ¿tiene computadora o tablet? ¿cuál es la compañía de celular que usa? ¿se conecta por wifi o por datos? Estas preguntas conviven con las que ya se planteaban antes de la pandemia: ¿dónde vive la compañera? ¿en la cabecera municipal, en una comunidad alejada? ¿cuál es el estado de las comunicaciones en su región? ¿qué movilidad le requiere su trabajo político? ¿cuáles son los tiempos y espacios disponibles para reunirnos? ¿a qué tiene acceso y a qué no?
Las actuales condiciones de vida, aunadas a la brecha digital y de infraestructura tecnológica que vivimos en México, agudizan la exclusión de la mayor parte de la población, afectando de manera más crítica a los pueblos y mujeres indígenas. Para el caso de esta investigación, darle continuidad nos condujo a buscar y combinar las diversas opciones tecnológicas que estuvieran al alcance de todas las participantes, de acuerdo con sus distintas problemáticas. Utilizamos diferentes plataformas, como WhatsApp, teleconferencias, zoom, meet, jitsi, por mencionar algunas, ya que no todas las compañeras cuentan con los dispositivos tecnológicos necesarios para homologar la comunicación, lo que en sí mismo es un reto, pues tenemos que aprender a usar aceleradamente las plataformas y adecuar las metodologías para resolver el proceso de “recolección de información” y al mismo tiempo asesorar a las compañeras para que aprendan a usarlas. Todas hemos debido familiarizarnos con los lenguajes de estos recursos tecnológicos para la comunicación. En ese proceso, nos damos cuenta de la importancia que tiene que la innovación tecnológica contemple la incorporación de la pertinencia cultural para que la comunicación sea realmente inclusiva.
Ahora, a la luz de la experiencia, han surgido otros temas de reflexión. La inquietud respecto a cómo fluiría la comunicación virtual fue sustituida por la evidencia de que todas las compañeras necesitan hablar de lo que las afecta, y que el vernos y escucharnos a través de las pantallas nos conduce a sentirnos de otras maneras, a compenetrarnos en sus historias, a compartir sus llantos y sus risas. En este mismo contexto nos enfrentamos a la angustia de saber que algunas de las hermanas y compañeras que participarían en esta investigación están en casa cuidando su vida, amenazada por la COVID-19; ante esta situación la posibilidad de escuchar su palabra se ve interrumpida y eso nos genera tristeza así como retos para seguir ajustando la metodología.
Por último, consideramos que esta forma de comunicación virtual nos puede introducir a una manera distinta del sentipensar y del trabajo espiritual que realizamos desde nuestras cosmovisiones. Nos conduce a buscar algunas alternativas para mantenerlo, conscientes de que no sustituye todo lo que se comparte cuando estamos en el mismo espacio, pero que es indispensable seguir haciéndolo.
¿Cómo destejemos las relaciones de poder en la producción del conocimiento?
El racismo y la discriminación estructural institucionalizada que desde la época colonial se utilizan como medio de dominación sobre las mujeres y los pueblos indígenas, se manifiestan de múltiples formas y en diversos espacios. Es desde esas posturas que se considera a las mujeres indígenas como sujetas de atención por el grado de marginación y vulnerabilidad que arrojan los indicadores establecidos en los programas y acciones gubernamentales; desde esta mirada supremacista se construye una representación social hegemónica de lo que es ser indígena y mujer indígena, en la que sus conocimientos, sentires, experiencias y prácticas son subvaloradas en la producción del conocimiento.
Las investigadoras feministas desde diversas posturas han hecho explícito su interés por eliminar los sesgos androcéntricos, sexistas, etnocéntricos y discriminatorios de la ciencia, en todos y cada uno de sus campos. Como mujeres, como feministas, como investigadoras y como activistas, coincidimos en la importancia de generar conocimientos que develen las desigualdades para erradicarlas, pero no desde lugares hegemónicos, de dominación y jerarquía, sino desde el reconocimiento de las diferencias, de la diversidad y de la interculturalidad como punto de partida para pensar en libertad, con múltiples referentes, desde la riqueza de la pluralidad de puntos de vista, desde el diálogo de saberes.
La construcción y reconstrucción crítica de conocimientos científicos representa una oportunidad para conocer y reconocernos como sujetas generadoras de conocimientos. Además nos da la posibilidad de analizar los hechos sociales, la historia, la cultura, para así reconocer la realidad de desigualdades e injusticias que nos somete, nos limita y en no pocas ocasiones, nos mata. Ante este contexto las respuestas son múltiples y heterogéneas, y la generación de conocimiento como herramienta de transformación social representa una luz en la oscuridad. Sin embargo, esta luz está también construida con claroscuros, este lugar donde pensar es un hecho común, representa también un espacio al que un porcentaje pequeño de mujeres tiene acceso, convirtiendo el acto de pensar en un privilegio que parece reservado para algunas mujeres[9] con ciertas características fenotípicas y de “cultura” que forman una élite. Es al mismo tiempo un espacio para expandir, un lugar que invita a la reflexión política y crítica para cimentar nuevos espacios de construcción, de ejercicio del pensamiento y de transformación de las prácticas. Esta búsqueda está siendo impulsada por distintos actores y movimientos dentro y fuera de la academia, que reconocen que ésta está conformada por una pluralidad de grupos con intereses divergentes. Coincidimos con aquellos que abonan el camino para la emancipación del pensamiento, para lo cual se requiere la eliminación de todas las formas de opresión.
Desde esas posturas, nuestros aprendizajes conjuntos nos llevan a reflexionar sobre: ¿qué y para qué preguntamos? ¿quiénes preguntamos? ¿a quiénes preguntamos? ¿desde dónde lo hacemos? ¿a dónde y a quiénes se dirigen las respuestas? ¿por qué la universidad no promueve una relación comprometida con la sociedad, en particular con los grupos que necesitan esas respuestas? Estamos seguras de que la generación de conocimientos debe responder a una demanda social. Sin embargo, aunque la academia en México tiene una alta productividad y muchas instituciones gubernamentales y no gubernamentales, agencias internacionales, iglesias de distintas denominaciones y medios de comunicación hacen investigación o producen información sobre pueblos y mujeres indígenas, muy poco de ese conocimiento se aplica para la elaboración de la política pública, al trabajo en las comunidades, para el ejercicio de los presupuestos y la ejecución de los planes y proyectos. Peor aún, pocas mujeres indígenas que han sido “sujetas de estudio” conocen los resultados de esas indagaciones o tienen acceso a esa información.
Como hemos insistido, la postura de este equipo es distinta, pues colaboramos mujeres indígenas y académicas aliadas para generar insumos útiles que fortalezcan la participación política de las organizaciones comunitarias como CONAMI, así como la creación de políticas públicas que coloquen en el centro a las mujeres indígenas en general. Nos interesa generar una agenda política sustentada en los conocimientos, los sentires, las necesidades y las propuestas de las participantes en la investigación, situado todo ello en su cotidianidad y en las condiciones en que realizan su trabajo político. Esta es una de las expresiones de las relaciones de poder dominantes que apuntamos a desmontar al ver la igualdad, la desigualdad, la participación política y el ejercicio de las políticas públicas desde las miradas de las propias mujeres indígenas.
Los avances en las políticas públicas que favorecen a las mujeres en general, y a las mujeres indígenas en particular, son producto de demandas históricas y de nuestras exigencias para conservar los derechos conquistados[10] e impulsar los que aún no son reconocidos; de nuestros cuestionamientos críticos a los derechos que nos desfavorecen e incluso nos violentan. Pretendemos que los conocimientos que se generen sean un reflejo de quiénes somos, que nos permitan seguir caminando, y en ese camino las políticas públicas sean un medio para el ejercicio efectivo de nuestros derechos individuales y colectivos.
¿Cómo seguir tejiendo el aprendizaje colaborativo?
¿Para qué va a servir esta investigación? ¿cómo se va a hacer? ¿dónde, cuándo? ¿con quiénes? ¿con cuántos recursos se cuenta? ¿de dónde vienen esos recursos? ¿en qué se van a utilizar? ¿cómo van a ayudar los resultados a los procesos organizativos establecidos o por crear en cada una de las comunidades en las que trabaja la CONAMI? fueron algunos de los cuestionamientos que como equipo debimos responder cuando la propuesta de esta investigación fue presentada a las hermanas de la Coordinación Colegiada. Ese ejercicio fue esclarecedor para todas, pues nos obligó a buscar las mejores maneras de expresar cómo estábamos trabajando y cómo esperábamos que nuestra indagación permitiera una labor colectiva que ampliara nuestro pequeño grupo de seis mujeres comprometidas con la CONAMI para convocar a la participación de quienes integran sus tres niveles organizativos.
Responder esas preguntas tratando de compartir nuestras certezas sobre la importancia de poner en práctica otras formas de crear conocimiento han perfilado los desafíos teóricos, metodológicos y políticos que han sido permanentes en este proceso, en el cual la reflexión, sistematización, y el trabajo de investigación son una apuesta política con la que estamos comprometidas. Pero esos desafíos también han sido prácticos, cotidianos, de urgente resolución.
Los desafíos que tenemos delante de nosotras son varios, el primero que colocamos es el tiempo. Desde el inicio del proyecto, sabíamos que sería difícil hacer compatibles los tiempos requeridos por la academia y por los procesos organizativos. La pandemia nos enfrentó a la realidad de que toda la organización del trabajo (en su más amplia acepción, incluyendo el trabajo doméstico, de cuidados y remunerado) se vio trastocada. Esto derivó en una cierta complejidad para imaginar y llevar a la práctica la armonización de los tiempos disponibles para todas las participantes, situación a la que nos seguimos enfrentando en el día a día de la vida cotidiana y de la realización de la investigación.
El segundo desafío es colocar al sentipensar como la pista epistemológica de la investigación, en un contexto de crisis mundial que transformó, casi de un día para otro, los modos en los que nos vinculamos y encontramos. El sentipensar requiere de formas de sociabilidad en las que las personas se relacionan de manera integral, es decir, compartiendo posturas intelectuales con sensaciones, emociones y conocimientos que provienen de muy diversas fuentes. Las relaciones mediadas a través del mundo virtual limitan algunas de esas expresiones. Sin embargo, la apuesta es hacer evidente que, aun en estas condiciones, el sentipensar es una posibilidad válida, valiosa, potente y útil para la creación de conocimientos científicos interculturales.
El siguiente desafío articula en gran medida este texto y nuestro trabajo como equipo: aprender juntas requiere que tengamos la capacidad y posibilidad de descolocarnos de los lugares socialmente asignados e individualmente asumidos. Cada una de nosotras ha reconocido las relaciones de poder de las que participa, cuestionándolas y modificándolas a través del lugar que ocupamos en la investigación: como mujeres indígenas implicó reconocernos como sujetas cognoscentes y quitarnos del lugar que gran parte de la academia nos ha asignado como “sujetas de investigación”; quienes trabajamos como académicas cuestionamos los cánones establecidos en el quehacer científico y apostamos por innovar las prácticas. Para todas, colocarnos como sujetas que están aprendiendo de manera permanente, unas de otras, es un ejercicio hacia la construcción de igualdad y la oportunidad de impulsar conocimientos liberadores como parte de nuestro compromiso político y de transformación social.
En esa dirección, nos planteamos como desafío la ruptura con una producción del conocimiento solitaria, distanciada y abstracta que propugna el aislamiento, la objetividad científica y las relaciones competitivas y jerárquicas. Nos interesa un conocimiento que se genere en un proceso abierto, que respete y valore la gestación colectiva y comunitaria de saberes y que favorezca la constante retroalimentación e interlocución desde lo heterogéneo y diverso para comprender y transformar la vida social. Consideramos que esta postura debe referirse no sólo a los contenidos de los estudios que realicemos, sino que debe contemplar el proceso integral de elaboración, aplicación práctica y difusión del conocimiento, desde una perspectiva crítica y contrahegemónica.
Para nosotras, los trabajos académicos pueden ser herramientas que aporten a la crítica, la reflexión, el cuestionamiento de lo que hasta el momento se dice desde el poder hegemónico acerca de los pueblos y las mujeres indígenas, así como de las visiones sobre el desarrollo y de las visiones normativas de la historia.
Bibliografía citada
Bonfil Sánchez, Paloma (2008). Los espacios conquistados. Participación política y liderazgo y de las mujeres indígenas de México, México, PNUD
CONAMI (2016) Estatutos de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (inédito).
Fals Borda, Orlando (1986). Historia doble de la Costa. Universidad Nacional de Colombia. Banco de la República. El Ancora
Méndez Torres, Georgina (2013). “Mujeres Mayas-Kichwas en la apuesta por la descolonización de los pensamientos y corazones”. En Georgina Méndez Torres, et.al. Coords. Senti-pensar el género. Perspectivas desde los pueblos originarios (pp. 27-61). Guadalajara, Jalisco, México. Red Interdisciplinaria de Investigadores de los Pueblos Indios de México, A.C., Red de Feminismos Descoloniales, Taller Editorial La Casa del Mago.
[1] Este Cuaderno es el primer producto del proyecto “Construyendo relaciones de igualdad desde la práctica comunitaria indígena. La experiencia política de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (México)”, el cual fue seleccionado en 2019 para recibir la beca Los nudos críticos de las desigualdades de género en América Latina y el Caribe, otorgada por CLACSO.
* Doctora en Antropología. Investigadora Titular adscrita al Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: [email protected]
** Licenciada en Psicología. Profesora en la Facultad de Psicología. Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Integrante la Coordinadora de Grupos Culturales Indígenas y Populares CGCIP. Integrante del Consejo de Mayoras de la CONAMI. Correo electrónico: [email protected]
*** Licenciada en Diseño de Asentamientos Urbanos. Integrante de la Cochitleua Centro Mexicano de Intercambios, A.C. Integrante del Consejo de Mayoras de la CONAMI. Correo electrónico: [email protected]
**** Maestra en Ciencias Sociales. Profesora-Investigadora en el Centro Universitario de Ciencias Sociales, Universidad de Guadalajara. Correo electrónico: [email protected]
***** Maestra en Estudios de la Mujer. Integrante del Colectivo Yehcoa Um. Integrante de la CONAMI. Correo electrónico: [email protected]
****** Licenciada en Trabajo Social. Integrante del Colectivo Yehcoa Um. Integrante de la Coordinación Colegiada de la CONAMI. Correo electrónico: [email protected]
[2] CONAMI, 2016
[3] Se nombra así a mujeres de distintos espacios sociales y políticos que desde su visión, capacidades y compromiso se suman a fortalecer, complementar y acompañar el trabajo a favor de las mujeres que hace la CONAMI. Son compañeras con quienes se establece una relación de deconstrucción permanente para la generación de conocimientos y metodologías, en un proceso de trabajo horizontal e incluyente, donde las tensiones y diferencias se plantean al interior de un diálogo permanente, desde el cual se cuestiona el estatus asignado. Las aliadas pueden ser académicas, servidoras públicas, de agencias internacionales, de organizaciones no gubernamentales o de instancias interesadas en fortalecer el trabajo de CONAMI.
[4] Las autoras de este texto hemos trabajado juntas desde varios años atrás, incorporándonos paulatinamente a partir de 2008. En esta oportunidad nos interesa compartir parte de las reflexiones políticas y metodológicas que hemos desarrollado como parte de la implementación del proyecto específico mencionado en la nota 1, a partir de octubre de 2019, con el auspicio de la beca otorgada por CLACSO.
[5] La CONAMI presenta la siguiente estructura organizativa: Asamblea General, máxima autoridad para la toma de decisiones, integrada por todas las organizaciones parte de la CONAMI; Coordinación Colegiada, conformada por dos representantes de cada una de las tres regiones geográficas de México (Norte, Centro y Sur) donde tiene presencia la organización, la cual coordina el trabajo a nivel nacional y con el Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas; Consejo de Mayoras, constituido por mujeres que han sido coordinadoras y fundadoras de la CONAMI, encargadas de orientar y acompañar el accionar; y cinco Comisiones de Trabajo.
[6] Si bien en la literatura académica se reconoce a Orlando Fals Borda (1986) como el autor que caracterizó la noción de senti-pensar, en nuestra convivencia como equipo colaborativo de investigación suscribimos la idea de que se trata de una perspectiva de los pueblos originarios en la que, como subraya Georgina Méndez, antropóloga chol, (2013, pp. 36-37) “…las mujeres [indígenas] han creado espacios para el diálogo, para el aprendizaje de otros mundos, han creado metodologías desde el sentir, del despertar de la creatividad, de sentir de los sentidos, del corazonar de las metodologías tales como el Grupo de Mujeres Mayas KAQLA en Guatemala, el grupo Fortalece de la Mujer Maya en Chiapas y la Escuela de Liderazgo Dolores Cacuango vienen haciéndolo…”
[7] Agradecemos a Becas CLACSO la comprensión que ha mostrado ante este proceso, en relación con los ajustes al proyecto y al presupuesto que derivaron de las situaciones imprevistas que ha traído consigo la pandemia de COVID-19.
[8] La idea de “caminar juntas” se ha venido construyendo desde CONAMI para hacer referencia al modo de mantener el interés común, de generar y fortalecer a la organización, equilibrando lo individual y lo colectivo, y construir desde la diferencia que caracteriza a las integrantes. Incluye el acompañamiento de unas con otras (organizaciones y mujeres), así como “hacer haciendo”, es decir, caminar juntas en la práctica.
[9] Es importante hacer notar que al decir “algunas mujeres”, también nos interesa denunciar que, socialmente, el acto de pensar se vincula más a los hombres y menos a las mujeres .
[10] Véase Paloma Bonfil, coord. (2008)
Cuaderno-PLC-N83-marzo_2021
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