“En nuestra región, el 10% más rico tiene 22 veces más de renta nacional que el 10% más pobre”
(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 9 de diciembre de 2020)
Las tramas de las desigualdades va a ser la temática eje que nos va a reunir en nuestra Novena Conferencia en México el próximo año en noviembre (2021). Entonces, parece interesante preguntarse un poco sobre las razones de esta categoría que tiene América Latina y el Caribe de ser la región más desigual del mundo. Y allí cuando nos preguntamos el por qué, en realidad no hay una respuesta simple, sencilla o unidimensional. Podemos decir –y lo hemos hecho en todas las columnas– distintas dimensiones de la desigualdad, pero tratemos de resumirlo en unos nueve o diez puntos como para que queden resonando allí a modo de síntesis de fin de este año.
En primer lugar, decir que la gran causa de la desigualdad en nuestra región es de carácter estructural, es una heterogeneidad estructural que se basa principalmente en que la riqueza está concentrada en pocas manos. Y cuando decimos en pocas manos, es a nivel de personas y a nivel también de la estructura productiva, pocas empresas que generan esa riqueza, ese producto bruto, pero no necesariamente generan igualdad.
Recordemos que, en materia de ingresos, que es una de las primeras dimensiones, no la más importante, pero sí una de las primeras que se miran cuando analizamos la desigualdad, tenemos que en nuestra región el 10% más rico de la población tiene 22 veces más de renta nacional que el 10% más pobre, es decir, 22 veces más. No estamos hablando de un pequeño margen de desigualdad, sino de una desigualdad escandalosa, donde también el 1% de los más ricos se lleva el 21% de los ingresos de toda la economía.
Y esto, por ejemplo, si lo comparamos con el promedio del mundo industrializado, es el doble: ese 1% que se queda con el 21% de los ingresos. Y a su vez, el 10% más rico de nuestra región acumula el 71% de la riqueza y el patrimonio total de la región. Si miramos del otro lado, el 70% más pobre apenas llega al 10% de la riqueza. Esto es realmente escandaloso. Y es una tendencia que se mantiene a pesar de algunas fluctuaciones con el paso de los años. Y allí otro punto para incorporar que es lo que se ha dado a llamar en nuestra región la cultura del privilegio de las élites, de estas élites que son las que manejan esos ingresos de lo que estábamos hablando.
Por supuesto, no podemos olvidarnos cuando volvemos a la pregunta del por qué de la desigualdad, de los factores asociados a la raza y la etnia. Sabemos también que América Latina y el Caribe es una de las regiones más multiétnicas y multiculturales del mundo. Y que los pueblos indígenas y afrodescendientes siguen en una situación de profunda desventaja en términos del bienestar económico como en del acceso al bienestar social en general. En promedio, el 43% de la población indígena y el 25% de la población afrodescendiente son pobres, y las brechas de ingresos salariales en relación con el resto de la población son muy altas. Por ejemplo: si las comparamos de acuerdo con el mismo nivel educativo, los salarios de las personas afrodescendientes son casi un 20% menor que el del resto de la población. Y en el caso de los pueblos indígenas, ese “casi” llega al 30 %.
Otro punto más es evidentemente la cuestión de género, las brechas de género que hemos analizado de manera bastante detenida en estas columnas por lo que hoy no me voy a detener en ellas, pero sí debemos tenerlas en cuenta. Porque sabemos además que el género, la raza y la etnia, también al igual que los ingresos, son razones determinantes de la posibilidad de acceder a otros factores del bienestar social como la salud, la educación, el empleo y un largo etcétera.
Luego no nos olvidemos de agregar también a la violencia como otro punto preocupante en el continente y también como otro punto vinculado a esta desigualdad. Recordemos que, por ejemplo, en la actualidad la tasa de homicidios en América Latina es la más alta del mundo y alcanza casi a un 22% por cada 100.000 habitantes. ¿Esto qué determina? El crimen organizado, economías ilegales, etc. También, y para ir terminando ya, mencionar que en el caso de América Latina todo esto que está ocurriendo en el 2020 y que probablemente continúe en inicios del 2021, es decir la pandemia, sabemos ya que nuestra región va a ser la más afectada tanto en lo que tiene que ver con su economía como su estructura y cuestión social y su estructura sanitaria, y con un impacto que no es que va a durar dos o tres meses, sino que es un impacto duradero, profundo, que va a agudizar más las desigualdades.
No nos olvidemos agregar otras dimensiones que hemos analizado en estas semanas como las vinculadas al cambio climático, a los movimientos migratorios, a la cuestión ambiental en general y también a la cuestión tecnológica que ha marcado brechas muy profundas en el campo educativo y en el campo laboral en estas nuevas condiciones que estamos atravesando. Es por todo esto que mencioné de manera muy rápida y sintetizada que seguimos planteando la importancia de entender y de superar estas condiciones de desigualdad en América Latina. Y es por eso también que éste será uno de los temas principales que nos van a convocar en nuestra próxima Conferencia Latinoamericana y Caribeña en Ciencias Sociales y Humanidades.
-En Argentina en estos momentos se está debatiendo en el Congreso la Legalización de la Interrupción del Embarazo, un tema que ya había sido discutido unos años atrás y que finalmente no fue aprobado. ¿Qué importancia le asignas a este debate en Argentina y cuál es la referencia de este tema a nivel regional?
-Creo que es un tema central que no solamente está planteado en Argentina, sino que en general en América Latina y el Caribe. De hecho hay una campaña a nivel regional para lograr la despenalización del aborto, donde el fundamento –y creo que es lo importante a plantear aquí– es la sociedad democrática, tema que también analizamos en otra ocasión en esta columna, el tema de la visión de una sociedad democrática, donde las mujeres puedan decidir sobre sus cuerpos y sus proyectos de vida, donde etas decisiones además sean respetadas y donde los estados justamente generen las condiciones para garantizar el ejercicio de esos derechos. Como bien dice la Campaña en el caso de Argentina, y creo que sintetiza muy bien el momento que se está viviendo, es educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborte legal para no morir. Los países como el caso de Uruguay que tienen ya la despenalización del aborto, han mostrado la disminución de la mortalidad materna justamente por la posibilidad de acceder a abortos legales, seguros y gratuitos para todas las mujeres. Creo que es un momento muy importante y espero la próxima semana en nuestra columna habitual poder conversar más a fondo este tema y ojalá en el marco ya de un paso sustantivo para Argentina que sea la aprobación al menos en una de las Cámaras de esta ley que está en discusión.
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