Ecuador, pandemia y crisis: contribuciones de crítica y formulación de reforma y revolución como elementos interdependientes de lucha antineoliberal

 Ecuador, pandemia y crisis: contribuciones de crítica y formulación de reforma y revolución como elementos interdependientes de lucha antineoliberal

Luis Herrera Montero[1]

El presente texto reúne reflexiones de crítica respecto al predominio del neoliberalismo como causante de la actual crisis civilizatoria, incluso en tiempos de pandemia. La afirmación realizada resulta, en cierta forma, llover sobre mojado. Se ha escrito mucho en esa dirección. El nivel de fatalidad al que produce el neoliberalismo puede llegar a ser peor que el fascismo europeo y los sucesos de la Segunda Guerra Mundial. Lo acontecido con el covid-19 es tan solo un fenómeno más y que debe servir de advertencia; ya antes lo hicieron los incendios forestales en la Amazonia y en Australia. Ante estas alertas, las iniciativas de cambio son aún insuficientes, por no decir sumamente minoritarias.

Para el contexto específico de Ecuador, se insiste en un análisis político que propicie la necesidad de priorizar procesos de unidad entre progresistas e izquierdas; también una vieja necesidad y discusión a nivel de Ecuador, Latinoamérica y el mundo. Apena que así sea, pero es urgente clarificar su necesidad; de lo contrario, muy difícilmente podremos afrontar procesos post pandemia desde posturas necesarias de cambio civilizatorio. Ahora que ningún proceso revolucionario anticapitalista ha logrado tal propósito. Es necesario, para tal cometido, recordar lo nefasto que significó la falta de una alianza entre socialdemócratas y comunistas para evitar el acceso del nazismo al poder político alemán ¿Será que la falta de acuerdos en Ecuador nos empuje más aún en la nefasta continuidad del autoritarismo neoliberal?

El texto se estructura primeramente con un relato personal sobre la crisis pandémica y los duros momentos que atravesamos hasta ahora, por la indolencia de sectores oligárquicos, con la complicidad gubernamental y su falta de capacidad para afrontar la situación no solo de emergencia sanitaria, sino también de crisis socioeconómica. En un segundo momento, se reflexiona sobre posibles salidas a través de procesos indispensables de alianza política entre fuerzas antineoliberales, a través de un frente amplio de aglutinación de diversos sectores.

Finalmente, se explica la procedencia de los procesos de transición, como necesidad para el cambio civilizatorio. Para el efecto se propone activar la interdependencia entre reforma y revolución para conectar las conciencias y deseos de población políticamente organizada, con las conciencias y deseos de quienes no lo están y son vulnerables a ejercicios hegemónicos del capital.

Breve exposición de problemática de la pandemia en Ecuador

En nuestra cultura morir constituye un acontecimiento de intensa emotividad; sufrimiento angustiante cuando los ciclos vitales nos obligan a despedirnos de quienes no volverán a estar en nuestras cotidianidades. Abruptamente, en el 2020, la muerte colmó nuestras emociones. Durante los meses de marzo, abril y mayo del presente año, nos enterábamos de miles de fallecimientos a causa de una pandemia planetaria de connotaciones sorpresivas y tan aceleradas: se supera ya el medio millón de fallecimientos a nivel mundial. El covid19 emergió como incontenible cascada.

Específicamente, en Ecuador fue trágico observar cadáveres arrojados en aceras de la ciudad de Guayaquil. Una especie de atentado fatal en contra de tradiciones ceremoniales en honor a quienes fallecieron. La mayoría de esos cadáveres provenían de contextos de pobreza y pobreza extrema. Obviamente, personalidades pertenecientes a las clases oligopólicas del país, jamás colocarían a sus difuntos en la calle, dentro de miserables fundas, como estaba sucediendo. Muchos relatos daban cuenta de inconsolables dolores, frustraciones e impotencias; abandonaban a sus seres queridos, porque el dinero se invertía en las difíciles condiciones de sobrevivencia, que la pandemia agudizaba y no se contaba con lo suficiente para comprar un digno ataúd; además porque las empresas funerarias habían ya colapsado; y porque el peligro de contagio se tronaba en algo tristemente irremediable. Aquellas personas, no solo perdían a sus seres queridos, sino que además las condiciones les obligaba a enfundarlos como si fueran desechos. No había otro camino, mantenerlos en las viviendas hubiera significado una fatal decisión. Evidenciar las desigualdades sociales de manera tan notoria es como un aterrizaje forzoso. Significaba toparse con una realidad que impedía a conciudadanos despedirse de sus familiares conforme la sacralidad cultual y las buenas costumbres.

Otro escenario desgarrador se generaba en los hospitales públicos. Miles resistían a la enfermedad, por la lucha incansable de profesionales, que además debían denunciar la situación precaria de la salud pública del país; desmantelada nuevamente en apenas tres años de gobierno y en esa condición se asumía una difícil emergencia sanitaria. Estos profesionales estaban obligados a trabajar con un número insuficiente de camas y sin los insumos de protección básica, ante la desbordante presencia de pacientes con covid-19. Someterse a riesgos de contagio condicionaba el funcionamiento de los hospitales públicos. El régimen del presidente Moreno no se condolió de dicha situación; en vez de activar y agenciar los recursos con la agilidad del caso, prefirió emitir una serie de desubicados pronunciamientos en contra médicos y enfermeras que difundían sus angustias e impotencias; los arremetió con acusaciones, con llamados de atención e incluso con prepotentes amenazas de despido, complicando sobremanera la aguda e incontrolada crisis hospitalaria y sanitaria.

Las empresas de comunicación tampoco estaban al tono de las diarias angustias populares, manifiestas en las calles de la ciudad de Guayaquil. Las noticias las recibíamos por medios alternativos, principalmente, de ciertos sectores de redes sociales del mundo virtual, y digo de ciertos porque las famosas redes sociales también pueden ser funcionales a un sistema en franca decadencia. La angustiosa realidad obligó a que uno que otro medio de TV difundiera la información de manera tardía y muy escasamente.  Para colmo, en términos de postura oficial sobre la pandemia, el presidente Moreno delegó a dos de sus funcionarios para explicar la situación en un medio internacional. En un claro acto de temor, el mandatario ecuatoriano rehuyó las invitaciones a entrevistas con Fernando del Rincón de CNN. Este entrevistador arrasó con los delegados presidenciales, evidenciando una imagen de mal manejo de los datos y de las necesarias estrategias para atender una emergencia de esta envergadura. Como conclusión de la entrevista, el gobierno quedó como un ente desubicado y sin planes mínimamente claros, sobre todo para el contexto de la ciudad de Guayaquil.

Todo este panorama demostraba no únicamente indolencia de las autoridades, sino también una innegable incapacidad para planificar y actuar en momentos de extrema emergencia.  De  justicia ni hablar, ese concepto no pasa por sus códigos de interpretación y actuación. Una vez más quedaba demostrado el alto nivel de marginación social, por una inadmisible existencia de privilegios para sectores pudientes, y una desvergonzada complicidad gubernamental con sectores que lucran también con indebidos favores estatales. Así la decisión de pagar 324 millones en bonos de deuda nunca fue debidamente evaluada, pese a recomendaciones del Banco Mundial de privilegiar la inversión en la emergencia socio sanitaria, sobre todo, en contextos económicos de pobreza, dentro de los cuales se ubica Ecuador.

El despeñadero no acababa con esta lamentable indolencia. Los jugosos negocios oligárquicos de Ecuador recibían un innegable espaldarazo a través de la “Ley de apoyo humanitario” y de la “Ley de ordenamiento de las finanzas públicas”. Con estas leyes las conquistas sociales y derechos laborales quedaron a merced de negociaciones ventajosas para el sector empresarial; así, la inversión por el bienestar común, que exige la Constitución de 2008, también fue severamente afectada. A consecuencia de estas deplorables decisiones gubernamentales, los decretos de Estado de excepción quedaban como medida única para contener el descontento popular y replicar con mayor fuerza las movilizaciones de octubre de 2019. En la ruta descrita, en forma por lo más contradictoria, se promulgan procesos para salir definitivamente del aislamiento total y se extiende el Estado de excepción hasta el 13 de agosto de 2020.

Obviamente, que Ecuador es parte de un proceso de globalización y no cabe suponer que lo que sucedía en Guayaquil era un hecho fuera del sistema capitalista y su aguda crisis civilizatoria. Varios autores se han referido sobre el tema. En algunos casos, como una oportunidad para cambiar el sistema mundial y refundar un comunismo resignificado como alternativa civilizatoria (Zizek, 2020). La postura de Chul Han (2020), en cambio, resaltó el excesivo romanticismo en cuanto la superación del capitalismo. Este sistema se reproduce y permanece vigente. En una entrevista realizada el 7 de junio, el filósofo coreano precisa la necesidad de mantener cierto escepticismo; un aspecto de notable relevancia, de esta entrevista, es la consideración que hace sobre romper rituales, como eventos significativos para la vida y los sentidos de cohesión comunitaria. Su argumentación destaca que el teletrabajo ha reforzado la individualización en las jornadas y escenarios laborales e incluso en la comunicación familiar; el autor concibe que hace poco ver una telenovela era un ritual de familia, hoy cada ser observa programas de manera independiente. Esta condición de individualidad ha sido resaltada, unas décadas antes, por Guattari. Este autor sostuvo que priman procesos de subjetivación capitalística o de individualización extrema en los procesos de socialización contemporánea.

Por su parte, Butler (2020) considera que la discriminación, racismo, violencia contra la mujer y población GLBTI, entre otras manifestaciones, se recrudecen en contextos pandémicos. Al respecto, la muerte de George Floyd, un ciudadano afrodescendiente de Estados Unidos, brutalmente asesinado por un policía, que piso su cuello hasta asfixiarlo, fue una clara demostración de lo afirmado Butler, unos meses antes de este fatal suceso. Adicionalmente, Butler también concibe que la lógica de mercado neoliberal rige todos los procesos, incluso respecto de la producción de vacunas; en calidad de sustento, la autora toma en consideración el pronunciamiento del presidente Trump, con la intención de llegar a comprar monopólicamente los respectivos derechos. En opinión de Butler, nos dirigimos a una grave constatación social: el derecho a la salud de unos, pertenecientes a las clases dominantes, implicará la negación del mismo a otros.

Dentro de la lógica perversa del sistema capitalista, el virus ha sido colocado en dimensiones de enemistad, como si se tratara de un ser al que se confronta con estrategias bélicas. El capitalismo sacó provecho de las dos Guerras Mundiales, es más las industrias militares se transformaron en motivadores exponenciales de producción científico-técnica. Así se pretende significar a un microorganismo que ha deslindado las fronteras de manera abrupta. Esperar que el sistema capitalista desestructure su funcionamiento, resulta una ilusión infundada. Entonces, podemos afirmar, que la sociedad de subjetivaciones capitalísticas (Deleuze y Guattari, 2007) ha producido guerras a través de procesos tecnológicos generados en laboratorios, donde se encarcela a todo tipo de materia, sean átomos y moléculas o substancias vivientes. No se afirma que el virus se haya producido en laboratorio, sino que la vida entra en el juego de la lógica capital-trabajo, que tiene en los laboratorios sus principales medios productivos y en el trabajo abstracto (Negri y Cocco, 2004) su eje exclusivo y excluyente de funcionamiento. Hoy el virus covid-19 es el enemigo a destruir en procesos totalmente dominados por la lógica de acumulación capitalista de laboratorios y bajo mercados de orden neoliberal.

En el mundo y evidentemente en Ecuador, hasta que la producción de medicamentos y vacunas se masifique, el riesgo de un peligroso repunte de la pandemia se avecina y las intenciones de superar el aislamiento obligatorio puede seriamente frustrarse. La OMS hace ya ésta preocupante advertencia. La pandemia así asoma como un enemigo incontrolable. Insistir en una lógica de guerra es lo menos procedente. Urge superar el neoliberalismo, el problema no radica en la existencia de un virus, debido a que estos microorganismos son parte de la naturaleza, mucho antes del surgimiento humano como especie. Este espíritu de guerra lo único que provoca es el temor a contactar con conciudadanos y conciudadanas, ya que asoman como potenciales medios de propagación de un fatal enemigo. Dentro de esas connotaciones difícilmente será la solidaridad y el afecto recíproco el camino para superar la crisis no solamente pandémica sino también civilizatoria.

Con base en la lógica mencionada, es oportuno recordar que países como Ecuador seremos simples compradores de productos elaborados en dichos laboratorios, cooptados sin duda por grandes corporaciones transnacionales. Bajo las actuales circunstancias políticas y económicas, estaremos afectados como compradores bajo una gestión estatal que no prioriza la inversión social en salud. Se asegura ya, conforme un texto publicado en Sputnik, que América Latina tendrá serias dificultades socioeconómicas para acceder la esperada vacuna, que estará sujeta a políticas con las que Estados Unidos, Europa, China y Rusia, intentarán recuperar sus inversiones y, obviamente lucrar con estos descubrimientos (Barrios, 2020), En ese contexto, masificar la dotación de medicamentos y/o vacunas constituirá un jugoso negocio y de exclusión acentuada de grandes conglomerados de ecuatorianos y de otras regiones que sobreviven en pobreza y extrema pobreza.

En el plazo inmediato, se constata ya experiencias como las de Guayaquil en diversas ciudades de Ecuador. El fenómeno en Quito está ya fuera de control. Conforme datos del 11 de julio de 2020, la provincia de Pichincha cuenta con 10673 casos. Las cámaras neoliberales, gremios de empresarios inconscientes, han presionado constantemente a la alcaldía de este Distrito Metropolitano, para que promulgue “semaforizaciones” que tiendan a normalizar las actividades económicas en todo el territorio distrital, descuidando el contexto aún vulnerable respecto a la propagación del covid-19. Las estadísticas ya develan datos donde la curva de crecimiento de la pandemia recobra un preocupante asenso. Desde el municipio de Quito y la prefectura de la provincia de Pichincha han denunciado el insuficiente número de camas en las casas de salud. Es decir, la situación de replicar las desgarradoras experiencias de abandonar seres queridos en las calles es ya una realidad desbordante.

Qué decir de otras provincias, cuya infraestructura es mucho menor en cantidad y en calidad a la que cuenta la capital de Ecuador, provincia de Pichincha. Esta situación se evidencia en los siguientes datos: provincia de Manabí con 5110 casos, Los Ríos con 2598, Santo Domingo de los Tsáchilas con 2554, Esmeraldas con 2523 y el Oro con 2354. Mientras que Guayas mantiene un total de 16480[2], cuyo estancamiento en los datos trae cierto nivel de sospecha. La propagación en las provincias mencionadas está en franco proceso de desbordamiento; en términos porcentuales, la región costa alberga a la mayoría de la población del país. La respuesta gubernamental se ha reducido a las mencionadas “semaforizaciones”, y han delegado en los gobiernos locales las correspondientes decisiones para salir del aislamiento. Lo real es que dichas “semaforizaciones” están incidiendo en el referido repunte pandémico.

Dentro de esta preocupante situación, tampoco se conoce nada sobre planes binacionales de acción respecto de la pandemia. Colombia superó ya el índice de 145000 casos de contagio, mientras Perú supera los 319000. Un importante sector económico de nuestro país se desarrollaba en territorios fronterizos. Los medios de comunicación oficial y de negocios privados nada han difundido en esta materia. Como lo hemos demostrado, la falta de una eficiente planificación sobre la emergencia socio sanitaria ha sido el denominador característico. En territorios de frontera la planificación estatal ha sido inexistente en casi toda nuestra historia colonial y republicana. La decisión gubernamental, que hasta el momento se conoce, solamente implica el cierre de la frontera. A muchos nos emerge la duda de si se estará vigilando y controlando adecuadamente ese amplio y complejo territorio. Obviamente, controlar y vigilar no lo es todo. Ante una crisis como la que atravesamos, la reactivación económica de poblaciones que han sobrevivido de actividades de intercambio con los países vecinos es toda una incógnita; se desconoce las medidas que en ese tema se estarían implementando.

Desde 1999, la globalización neoliberal propició articulaciones regionales de libre comercio, altamente perjudiciales para las economías pequeñas y sumamente lucrativas para los grandes oligopolios mundiales. Dentro de este escenario de evidente injusticia, la tónica publicitaria sustentaba la desaparición de fronteras y la comercialización abierta, más allá de los territorios nacionales. La emergencia del covid19, reprodujo una dinámica parecida de propagación más allá de fronteras, pero paradójicamente, los efectos generados son de cierre absoluto de fronteras y aislamiento extremo en cada hogar, con severas restricciones a la circulación y con Estados de excepción como ejercicio coercitivo de control social. La supuesta lógica integracionista de las desigualdades y la inequidad mundial que caracteriza al neoliberalismo se mantiene, pero ahora con cierre radical de fronteras.

La abrumadora presencia y propagación de una pandemia, ha motivado generalizar medidas de exagerada individualización de las cotidianidades sociales. El contacto, de este modo, es un eminente peligro para el contagio y la propagación. Todo contacto presencial necesariamente se masifica como riesgo. La implementación de medidas preventivas no debió desbaratar el contacto sociocultural, sino resignificarlo con las estrategias sanitarias debidamente planificadas y diferenciadas según los contextos. De este modo el distanciamiento no necesariamente implicaría incomunicación, sino comunicación protegida; no significaría ausencia de cooperación laboral, sino cooperación bajo estrictas medidas de protección recíproca; no produciría precarización de las subsistencias populares, sino aplicación o reconstrucción de economías solidarias; no aislaría a las naciones en el tratamiento de emergencia, sino que se diseñarían planes internacionales de cogestión para resolver la crisis socio sanitaria.

Equiparar la crisis actual con cierto nivel de desgaste del progresismo en América Latina sería un error. Equivaldría a equiparar propuestas de economistas del neoliberalismo como las propuestas de Stiglitz; autor que de ninguna manera puede catalogarse como socialista. En un texto de coautoría con François Houtart (2018), coincidíamos en que los gobiernos progresistas no lograron concretar proyectos poscapitalistas; inclusive, muchas propuestas como la economía solidaria y la agricultura familiar campesina perdieron relevancia, a pesar de ser exigencias constitucionales en Ecuador y Bolivia, por mencionar ejemplos. La organización económica y social se caracterizó más por procesos de modernización capitalista, con características de mayor racionalidad que el neoliberalismo, sin duda. Si en Ecuador comparamos los procesos de atención a emergencias del actual régimen con el inmediatamente anterior, encontraremos marcadas diferencias.

Desde el retorno a la democracia en 1979, en Ecuador debe tenerse presente que los gobiernos de Jaime Roldós Aguilera (1979-1981), Rodrigo Borja (1988-1992) y Rafael Correa (2007-2017) no marcaron corte alguno con el capitalismo como sistema predominante en el mundo, pero no causaron crisis como sí lo hicieron los de corte neoliberal: por ejemplo el gobierno de Hurtado (1981-1984) hizo que la deuda externa en dólares, contraída por sectores privados, lo asumiera el Estado y en forma discretizada, perjudicando notablemente los intereses nacionales. De igual manera, en el gobierno de Jamil Mahuad (1998-200) se procedió con el feriado bancario y la ilegal incautación de los ahorros bancarios de toda la ciudadanía del país, enriqueciendo a sectores oligárquicos a través de la especulación del dólar, y empobreciendo a la mayoría. Actualmente, el gobierno de Moreno (2017-2021) dio un total viraje hacia el neoliberalismo, desmantelando la inversión pública y marcando un inadmisible reforzamiento de la crisis social durante la pandemia.

Este contexto es claramente evidenciable también en América del Sur; los regímenes de corte neoliberal han mostrado no solamente incompetencia, sino incapacidad e indolencia en cuanto a la problemática de la pandemia y su propagación. Indiscutiblemente, son responsables directos de ubicar a la región en los niveles más altos de crecimiento, solamente Estados Unidos como nación cuenta con cantidades mayores. Así dan cuenta los datos: Brasil 1.839.850 casos y 76.469 muertes; Perú 319.646 casos y 11.500 muertes; Chile 312.029 casos y 6.881 muertes; Colombia 145.362 casos y 5.119 muertes; y Ecuador 67.209 casos y 5.031 muertes. El total de contagios en el mundo es de 12.507.849, la sumatoria de estos cinco países llega a 2.683.796, que equivale al 21,45% de contagiados a nivel mundial. En cuanto a muertes, el 100% de muertes por la pandemia es de 560.460; mientras que las muertes por la misma razón, en los países mencionados, suman 105.000 o el 18,73% del total[3].

Dentro del contexto explicado, Ecuador requiere con urgencia salir de esta situación de crisis social, que recrudeció con la pandemia, pero de ninguna manera esta emergencia sanitaria es su causa. Sin duda la aplicación de medidas neoliberales ha provocado que la popularidad del gobierno descienda críticamente, año tras año. Conforme la encuestadora CEDATOS, arrancó el gobierno con una popularidad de 63%, la que cayó a 42,3% en mayo del 2018 y a 23,1% en junio de 2019. Según la misma encuestadora, la popularidad de Moreno hasta mayo de 2020 es de 18,7%.  En definitiva, la situación de crisis es evidente y mucho antes de la emergencia de covid-19. En el mes de octubre del año pasado, las movilizaciones evidenciaron ya un mayoritario rechazo al paquetazo económico fondomonetarista. En esas circunstancias, es muy probable que la derecha neoliberal apueste por Otto Sonnenholzner, quien renunció recientemente a la vicepresidencia de Ecuador. En el período 1997-2005 cayeron tres presidentes. Durante el gobierno de Moreno se ha contado con un número igual de vicepresidentes y se nombrará próximamente un cuarto; un dato nada menor para afirmar que la crisis política se ha reinsertado en el Estado ecuatoriano.

La interdependencia entre reforma y revolución

Una crisis de las actuales connotaciones requiere de variedad de alianzas y procesos unitarios para superarla. La fracturación generalizada en naciones ha complicado sobremanera las estrategias. Se conflictúa por buscar el culpable respecto al surgimiento del virus, se compite por encontrar la vacuna o los medicamentos. No se abren caminos de concertación regional y peor global, porque no es el espíritu del neoliberalismo. Hasta el momento, está en desarrollo un peligroso rebrote que una salida de la pandemia. De ahí la conveniencia de insistir en otros mundos posibles, siempre dentro de lógicas plurales y de acuerdo cosmopolita. Ahora que debemos antes salir de la emergencia, es una prioridad a no obviar. No debemos descuidar la necesidad urgente de superar el neoliberalismo, ya que este sistema está complicando notoriamente la superación de la crisis y su sostenimiento coloca al mundo en una prolongada terapia intensiva, para asociar el análisis con términos clínicos. No es el virus el provocador de la crisis, sino la estructura civilizatoria. Hoy el pretexto es el covid19, mañana serán otras las justificaciones. La globalización neoliberal está en crisis, insistir en su permanencia resulta una imposición oligárquica hacia la catástrofe planetaria.

La crisis neoliberal es un hecho. Sin embargo, un cambio civilizatorio requiere de tiempo. No es factible predecir tales acontecimientos y revoluciones a nivel planetario. Entonces procede atender primeramente la situación de emergencia, sin duda; es decir, no es posible diseñar proyectos y agendas de cambio civilizatorio, sin atender primero dichas situaciones de catástrofe social, provocadas por el neoliberalismo en diversidad de contextos pandémicos. Urge, por tanto, priorizar la creación de frentes antineoliberales, que permitan primeramente acordar la superación de la crisis. Es claro que la concreción de un nuevo orden social no es factible en plazos inmediatos, porque las correlaciones de fuerza no facultan todavía consensos poblacionales mayoritarios, que planteen perspectivas adversas a ideologías y hegemonías capitalistas. Por el contrario, las propuestas de cambio civilizatorio son notoriamente minoritarias y sumamente dispersas: la única fuerza aglutinante es el Foro Social Mundial, cuya incidencia es pequeña en comparación con el poder hegemónico capitalista, que incluso hoy prima en sistemas antes denominados socialistas. Esta problemática también ha debido abordarse por parte de los gobiernos progresistas latinoamericanos, que vislumbraban semilleros importantes para el cambio de época, pero éstos se han diluido en complejos procesos de negociación capitalista. Esto es, que el neoliberalismo sea superado no significa la superación del capitalismo.

Es sumamente repetitivo apelar a la unidad. La fractura entre correístas y anticorreístas es un serio problema, ya que no están fracturando a los sectores neoliberales. Ante esta rivalidad, se torna indispensable generar reflexiones de crítica. El cambio estructural que han apelado, por décadas, sectores de la izquierda tradicional ecuatoriana, no se concretará sin atender situaciones de extrema emergencia. Además, que su capacidad de sintonía con diversidad de poblaciones del país, en el terreno electoral, en las cuatro últimas décadas, ha sido siempre minoritaria. Del otro lado, también se requiere posturas de crítica, pues en el último período de Rafael Correa se posicionó un capitalismo desarrollista como el paradigma de realidad social; es muy clara la diferencia entre el Plan del Buen Vivir 2009-2013 y el Plan del Buen Vivir 2013-2017, la revisión de sus textos permite evidenciar el giro modernista-capitalista y la consecuente subordinación de los objetivos de cambio civilizatorio.

Desde la imposición del neoliberalismo, son más frecuentes los fenómenos que acrecientan la crisis que los que proyectan mínimos estados de estabilidad social. Es urgente llegar a acuerdos para hacer frente a la crisis neoliberal, pero sin renunciar a la legítima necesidad de hacer que las transformaciones civilizatorias se vuelvan acontecimientos. Esto nos exige, posiblemente, reinstaurar el debate alrededor de posturas de transición. Al respecto, Marx y Engels (1974) propusieron que la revolución hacia el comunismo requeriría de una instancia previa: el socialismo. Recordemos que la propuesta marxista nunca fue la perennización socialista, como confundieron en el régimen soviético, chino, vietnamita, cubano, entre los principales. Para Marx y Engels siempre fue una etapa transitoria. El debate entre Lenin y Kautsky, en torno al proceso de revolución en Rusia, fue también ejemplificador; el primero con el argumento de modificar las relaciones sociales para la instauración del socialismo; el segundo, en cambio, enfatizando en la necesidad de desarrollar primero las fuerzas productivas capitalistas, como antesala para preparar las bases de la transformación hacia el socialismo (Lenin, 1981).

Una diferencia similar se constató entre Berstein y Luxemburgo, pero evidentemente en un nivel de mayor conflictividad[4]; en el desarrollo pleno de esta disputa, desde la perspectiva de Rosa Luxemburgo (2002), debía precisarse la diferencia entre procesos caracterizados por reforma, de los procesos caracterizados por revolución. Es indispensable aclarar que la distinción planteada por Luxemburgo es de rigor, ya que Berstein intentaba negar la necesidad de procesos de transformación social y adecuar medidas paulatinas de reforma como un camino con el mismo objetivo, aspecto que la autora mencionada desenmascaró con suficiencia. Posteriormente, en las corrientes socialistas de corte dogmático se asumió tales conceptos en contraposición, cuando no conllevan tales connotaciones. Entonces, es conveniente sostener posturas que afirmen reforma y revolución, para no colocar estos conceptos en calidad de antónimos.

En la actualidad, desde el pensamiento progresista latinoamericano, Atilio Boron (2020), posiblemente su representante más significativo, también critica los pronunciamientos de Zizek respecto de la crisis pandémica y la oportunidad que se tiene para superar al capitalismo a través de un comunismo reinventado. En opinión de Boron, la perspectiva de Zizek a pesar de su admiración por el autor, resulta muy optimista y, de cierto modo, no suficientemente sustentada en las posibilidades que otorga el contexto, ya que el capitalismo ha sido capaz de recuperarse de diversas crisis. De esta manera, también Boron argumenta que lo posible es concretar procesos de nuevos socialismos, susceptibles a generalizarse como alternativa frente a la crisis civilizatoria. La postura de este autor está alineada con la sostenibilidad de los gobiernos progresistas latinoamericanos, a quienes considera como experiencias válidas de contra hegemonía respecto del neoliberalismo.

En la perspectiva del progresismo contemporáneo de Latinoamérica, conforme lo han dado a comprender sus propios gobiernos, ser progresista resultaría ser revolucionario. Por consiguiente, cabría sostener que la revolución se tornó en símil de reforma y viceversa. Se insiste en la precisión de no contraponer revolución con la reforma, pero tampoco en transformarlas en símil. Estas siguen siendo las dificultades que se presentan para la consecución de alianzas. En el fondo, la praxis política carece de una clara conceptualización de estos procesos. Los procesos de reforma, ampliamente trabajados por los gobiernos progresistas, no deben desmerecerse, sería por lo más injusto hacerlo. Lograr reformas que anulen al neoliberalismo es urgente, pero tales aplicaciones son insuficientes, porque reformar no significa revolucionar. Este sigue siendo uno de los meollos de la discusión y de disensos que aparecen definitivos, cuando en realidad la reforma y la revolución pueden constituir partes necesarias y complementarias de proyectos de emancipación y cambio civilizatorio. Es necesario colocar estos procesos en interdependencia, para avanzar en acuerdos de lucha política. La incomprensión de esta interdependencia da cuenta de un agudo grado de inmadurez que ha permanecido casi igual por más de cien años. Urge, por consiguiente, procesos de crítica y autocrítica en torno a esta temática, si realmente deseamos superar la crisis neoliberal, en primera instancia, y la capitalista, en segunda.

Para tal concreción, es necesario también percatarse que la hegemonía dominante capitalista ha dificultado seriamente el poder construir nuevas conciencias y deseos en las mayorías poblacionales. Su dominio no se ha reducido a generar procesos masivos de adherencia ideológica enajenante, como se lo entendió en el marxismo, sino también subjetividades capitalísticas, como lo sostiene el posestructuralismo deleuziano. Propuestas exclusivamente racionalistas, que pretende modificar todo a partir de conciencias de clasistas-ecologistas-feministas, a las que han accedido sectores minoritarios de población legítimamente organizada, lamentablemente descuidan a conglomerados masificados en consumos inclusive adictivos. Esas mayorías pretenden sobrevivir, por tanto, sus objetivos son predominantemente a plazos inmediatos; son excepcionales quienes de esos sectores se articulan a procesos de lucha política orgánica. Esas poblaciones masificadas pueden ser atendidas a través de reformas, ejecutables a corto plazo. En cambio, las transformaciones con base en conciencias y deseos otros, requieren de concreciones proyectadas en devenires de mayor complejidad, que innegablemente son de índole revolucionario, con temporalidades a mediano y largo plazos.

¿Será posible sintonizar en serio respecto de los continuos sufrimientos que pasan poblaciones mayoritarias, en condiciones de pobreza y extrema pobreza, cuando arremeten contra ellas los peores efectos de una crisis civilizatoria, ya sea en términos de economía, política y salud pública, en definitiva, de sus más vitales derechos? Si nuestra respuesta se dirige a no generar estrategias y prácticas viables para desmantelar un sistema que ha mostrado altos niveles de desgaste y decadencia, obviamente no será posible. En tal dirección, tampoco lograremos mayor cambio sin atender las condiciones de conciencia y proyección de deseos mayoritarios. Por eso la perspectiva interdependiente y proactiva de reforma-revolución nos acerca a quienes continuamente han apoyado y siguen apoyando la hegemonía capitalista. A no dudar son mayoritarios y que sus aprendizajes sociales no han logrado aún acceder a la complejidad que implica hacer revoluciones, pero si pueden incursionar en tales aprendizajes a través de reformas que de a poco les permita aprender a revolucionar, que implica desaprender y reaprender.

Bibliografía

Boron, A. (3 de abril de 2020). La pandemia y el fin de la era neoliberal. CLACSO. https://www.clacso.org/la-pandemia-y-el-fin-de-la-era-neoliberal/

Butler, J. (27 de marzo de 2020). El capitalismo tiene sus límites. Lavaca.org. https://www.lavaca.org/notas/el-capitalismo-tiene-sus-limites-la-mirada-de-judith-butler-sobre-el-coronavirus/

Chul-Han.B. (7 de junio de 2020). La desaparición de los rituales nos ahoga. Elmanifiesto.com. https://elmanifiesto.com/cultura/726891239/Byung-Chul-Han-la-desaparicion-de-los-rituales-nos-ahoga.html

Deleuze, G u Guattari, F. (2007) Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia: PRE-TEXTOS.

Lenin, V. (1981). El Estado y la revolución. Moscú: Editorial Progreso.

Luxemburgo, R. (2007). Reforma o revolución. Madrid: Fundación Federico Engels.

Marx, C y Engels,F. (1974). Manifiesto del partido comunista. Moscú: Editorial Progreso.

Negri, T y Cocco, G (2006). Global: Biopoder y luchas en una América Latina globalizada. Buenos Aires: Paidós.

Zizek, S. (29 de febrero de 2020). El coronavirus es un golpe al capitalismo a lo ‘Kill Bill’ que podría reinventar el comunism. Rusia Today. https://actualidad.rt.com/actualidad/344511-slavoj-zizek-coronavirus-golpe-capitalismo-kill-bill-reinventar-comunismo


[1]∙ Antropólogo (Universidad Politécnica Salesiana. Máster en Nuevas Tecnologías Aplicadas a la Educación (Universidad Autónoma de Barcelona) PhD, en Artes y Humanidades (Universidad de Jaén-España). Integrante del Grupo de Trabajo CLACSO Sensibilidades, subjetividades y pobreza.

[2] Información recuperada el 11 de julio de 2020 en: https://www.salud.gob.ec/el-ministerio-de-salud-publica-del-ecuador-msp-informa-situacion-coronavirus/#

[3] Información recuperada de: https://news.google.com/covid19/map?hl=es-419&gl=US&ceid=US:es-419

[4] Sin duda Rosa Luxemburgo fue víctima de un ejercicio autoritario de la social democracia, de la cual ella fue militante y ante esas contradicciones inadmisibles terminó radicalizándose


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