Trabajo doméstico y trabajo de cuidados

 Trabajo doméstico y trabajo de cuidados

(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO22 de julio 2020)


-La semana pasada comenzamos hablando del tema de las desigualdades en América Latina. Miremos un poco el mercado del trabajo que tiene dos componentes. Vimos algunos datos vinculados al mercado de trabajo propiamente dicho, hoy les propongo abordar el otro componente. Así como el trabajo tiene un componente remunerado, tiene un componente que es el no remunerado. Todas esas actividades que hacemos, como lo dice el nombre, sin recibir una remuneración a cambio. Y dentro de ese trabajo no remunerado, tenemos dos elementos, que es lo que les propongo dedicar el espacio de hoy: el trabajo doméstico y el trabajo de cuidados.



¿Por qué dedicarnos además a este tema? Siempre ha sido un tema importante, pero creo que ahora, con esta situación de pandemia, nos quedó más que claro que si hay algo que no se detuvo en estos cuatro meses ni en América Latina ni en el mundo, es el trabajo del cuidado. Porque efectivamente, en todas las sociedades, todas las personas tenemos en algún momento de nuestro ciclo vital dependientes a quien cuidar. ¿Qué quiero decir con esto? Niños, niñas, personas mayores, personas con discapacidad. Y tenemos también personas que cuidan o que cuidamos a esos dependientes. Y justamente la pregunta que nos tenemos que hacer es cómo resuelven nuestras sociedades esas necesidades de cuidado que son un componente crítico y esencial para el bienestar de la sociedad en su conjunto. Conocemos que hay muchas maneras de proveer este cuidado, pero ¿cuál es la que caracteriza a América Latina en general?, siempre con las diferencias que pueden existir entre nuestros países: que ese cuidado está principalmente en lo que llamamos la esfera privada, o la familia o los hogares. Pero, además, si miramos un poquito más a fondo, encontramos que no son las familias así en sentido general las que cuidan, sino que las mujeres de las familias somos las que estamos cuidando de manera no remunerada. Tenemos algunos datos: antes de la crisis de la pandemia del Covid-19, en América Latina las mujeres destinamos a estas actividades de cuidado y a estas actividades domésticas entre 22 y 42 horas semanales. Quiere decir casi que una jornada laboral completa de acuerdo con la definición de la OIT (Organización Internacional del Trabajo). Y, además, por supuesto, esto varía en función de las condiciones donde habitan esas familias, esos hogares, los recursos.

-En ese sentido, hablando de las condiciones y las características de esos hogares, ¿qué relación hay entre los países en donde se dan mayores situaciones de machismo, donde son más conservadoras las sociedades? ¿Aumentan estas tasas de incidencia en las cuales las mujeres tienen que ocuparse más de las tareas de cuidado?

-En general, en América Latina estas diferencias son muy pocas entre los países si las comparamos con esto que tú estás diciendo. Es decir, en función de qué prevalencia tienen los patrones conservadores o el machismo en la sociedad. En realidad, la mayor diferencia se da –por eso hablo de entre 22 y 42 horas semanales– en función de las características de los hogares. Es decir, de cuántas personas haya para cuidar, cuantas personas que necesitan cuidado, pero sobre todo del nivel socioeconómico y el lugar donde residen esos hogares. Por ejemplo, de acuerdo a los datos que tenemos siempre para América Latina y el Caribe, los hogares que hoy no tienen acceso al agua potable: a esas 22 a 42 horas semanales que estaba diciendo, hay que sumarle entre 5 y 12 horas semanales más sólo por el tema de no tener agua potable en las canillas, abrir el grifo y que salga el agua potable. Lo que más incide allí, insisto, es los lugares donde están estos hogares, cómo están compuestos y el nivel de recursos que tienen. Lo demás, digamos, es una constante. Es decir, las mujeres son las que están destinando ese tiempo de trabajo y de cuidados en toda la región; y no sólo en la región, porque estas estadísticas también existen para otros países y observamos que también el tiempo dedicado está en torno de las 30 horas semanales. Es decir, es mucho el tiempo que se dedica a esto y que se dedica de manera no remunerada, insisto, y por parte de las mujeres.

Podemos relacionar esto además con lo que veíamos la semana pasada. Es decir, todo aquel tema de las mujeres y el acceso al trabajo, la mayor informalidad y la mayor desprotección social por parte de las mujeres en nuestra región. Y eso realmente nos lleva a poner sobre la mesa esta idea de que en nuestros países los mercados laborales, las empresas, el sistema económico en general, sigue considerando la idea de un “trabajador ideal”. ¿Cuál es ese “trabajador ideal”? Parece ser un trabajador masculino, urbano y sobre todo parece ser un trabajador que no tiene responsabilidades justamente domésticas y de cuidado. Y que por lo tanto puede elegir libremente (ya sabemos lo que significa esto de “libremente”) entre dedicar más tiempo al trabajo remunerado o sino al ocio o a otras actividades, pero no aparece nunca este componente del cuidado. Y lo traigo hoy porque si hay algo que nos estalló en nuestras caras en esta pandemia, es justamente lo imprescindible de las actividades del cuidado y cómo se vieron recargados los hogares –y las mujeres dentro de los hogares– con todas estas actividades. Pensemos que además de las actividades que ya se hacían, se agregaron todas las propias del confinamiento y todas las propias del traslado de las actividades escolares o del sector educativo, también a los hogares, y bajo la supervisión de alguien… y ese alguien, por los datos preliminares que vamos teniendo para nuestra región, casualmente (y sin el casualmente) es una mujer también asumiendo estas tareas.

-Por ahí una parte de la gente que está mirando podría pensar que la resolución solamente está en cambios culturales que cambien la cabeza de la gente para plantear modelos diferentes dentro de las estructuras familiares. ¿Qué juego tiene ahí el Estado para potenciar cambios de diseño en donde las tareas de cuidado no sólo queden a merced de lo que pueden y de lo que terminan haciendo las mujeres?

-Justamente ése es uno de los puntos centrales, entender que en este tema juega la división sexual del trabajo –como hemos hablado en otras ocasiones– en los distintos niveles, en el nivel micro, como tú bien dijiste, a nivel de las familias, de las negociaciones que cada uno, cada una puede hacer al interior de su núcleo de familia. Pero también en los niveles meso y macro, donde si entendemos al cuidado como un elemento clave para el bienestar (como quedó demostrado en esta pandemia), entonces tenemos que decir: acá hay una responsabilidad compartida entre los agentes que proveen bienestar. Y los agentes que proveen bienestar por lo menos son cuatro: el Estado, el mercado, la familia y las comunidades. Entonces, allí hay una responsabilidad mayor del Estado para garantizar que existan servicios, políticas, que atiendan esta temática del cuidado que, además, es uno de los nudos críticos de la desigualdad de género. Es uno de los nudos que no permite que las mujeres puedan tener el mismo nivel de oportunidades, de desarrollo a lo largo de su vida que los varones, que están colocando una barrera a la igualdad de género. Por algo tan sencillo: el día tiene 24 horas, y si nosotras tenemos que dedicar 4, 5, 6 horas al día o más, a veces, a cuidar y a hacer tareas domésticas, me va a quedar mucho menos tiempo para capacitarme, para participar del mercado de trabajo, para descansar o para hacer actividades de otro tipo.

-Pensaba en la importancia de sólo tirar a rodar, plantear estas cosas, de gente que por ahí ni siquiera se había planteado estas temáticas, y cómo en el último tiempo vimos sectores más conservadores ligados a la derecha que, inclusive, empiezan a poner en juego estos discursos que antes parecían vedados sobre los circuitos de investigación o de los feminismos. Y pensaba en esta especialización y curso internacional “Políticas de cuidado con perspectiva de género”. Esta segunda Cohorte que se acaba de anunciarse la inscripción en CLACSO, de la cual sabemos que formas parte y que la invitación está hecha, porque obviamente entiendo que estas temáticas están ahí con mucha fuerza y contundencia.

-Claro que sí. Como tú bien decías: en los últimos años en nuestra región el tema ha ganado importancia y se ha colocado en la agenda de discusión, en la agenda pública. Por todo lo que conversamos hoy, justamente CLACSO desde el año pasado tiene una especialización que estamos ahora llamando a su segunda Cohorte sobre estos temas: género, cuidados, políticas públicas. Porque entendemos que allí hay uno de los nudos críticos de la desigualdad de género y de la desigualdad en general. Y por eso vamos a abordar todo lo que conversamos hoy y muchos otros temas en esa especialización que les invitamos a todos, a todas, a conocerla y, ojalá, a formar parte de ella.


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