#QuedateEnCasa

 #QuedateEnCasa

Teresa Arteaga[1]

El terror a algo totalmente difuso, temor a la desprotección, las voces de las demás personas que se amplifican, las siluetas que parecen atacar, el ruido de los autos que aturde, la luz del sol que enceguece, el corazón que explota, la voz que se entrecorta, constante mareo y el desesperante deseo de volver a casa para que todo esto desaparezca y así se entra en un espiral de miedo, ansiedad y evitación que va devorando la vida, los sueños, las relaciones y la independencia.

La sensación de terror es tan destructiva que se evita entrar en tiendas, almacenes, restaurantes, lugares públicos, viajar en trenes, autobuses o aviones, se evitan las multitudes, las reuniones, las clases y poco a poco, casi sin notarlo, la casa se transforma en el único espacio que es posible habitar.

Es así como la agorafobia se apodera de miles de vidas. Los psiquiatras afirman que se trata de uno de los diagnósticos más invalidantes suponiendo una pérdida significativa de calidad de vida, al verse su actividad cotidiana gravemente limitada. Esto genera sufrimiento y culpa, en tanto que se necesita de la asistencia de alguien más para lograr hacer cosas que serían básicas para cualquiera. La vida queda precariamente confinada en el espacio privado: la casa.

Este confinamiento para nada es placentero sino que conlleva mucho sufrimiento, se sufre porque “la vida encerrado en una casa no es vida”, claramente “la casa” es un espacio feminizado, no valorado, asociado al cuidado, a la improductividad, a las tareas domésticas, es un lugar donde los sueños se truncan, donde la independencia económica es casi imposible. La persona confinada por agorafobia si bien teme “estar afuera” añora ese espacio público, masculinizado, donde están los capaces, los poderosos, los independientes, los soñadores, los que tienen un objetivo en la vida.

Los hombres que padecen agorafobia no se sienten capaces de ejercer su rol de proveedores y protectores, es así como su masculinidad se va desmoronando, es criticado por su propio núcleo familiar y calificado como “vago y cobarde”. Las mujeres manejan el confinamiento dedicando sus días al cuidado de los demás, aunque la frustración y la ansiedad también se apoderan de su mente y cuerpo y obviamente su aporte es invisibilizado en tanto que cuidar de los otros no significa nada. Cuando algunos días el malestar es absolutamente físico y levantarse de la cama es un acto imposible, la incomprensión, la negación, la ridiculización de la situación afecta a todes.

Es evidente que la división espacio-género marca de manera radical lo que significa “quedarse en casa”, este es sólo un ejemplo que interpela e invita a la resignificación, a la descolonización, a la desnaturalización de los espacios. Esta división de los espacios es una base para sostener el patriarcado, en tanto construcción de jerarquías sociales y por lo tanto diversas opresiones. Las jerarquías marcan la superioridad de unos sobre otras. Es por ello que los enfermos y enfermas psiquiátricas son feminizadas, son consideradas inferiores, dependientes, inservibles socialmente e improductivos económicamente.

Una enfermedad física es jerárquicamente superior a una mental, se piensa que quien padece un trastorno psiquiátrico “está así porque quiere”, “le falta fuerza de voluntad”, “desea llamar la atención”, “le falta fortaleza”. Lo cierto es que todas estas caracterizaciones solo demuestran la construcción social prejuiciosa y discriminatoria que afecta directamente el trato y el tratamiento que reciben estas personas que padecen y sufren.

#QuedateEnCasa se transforma en todo un desafío, en este caso porque una vez que la cuarentena se levante, miles de personas permanecerán encerradas temerosas del mundo y de su mente. Es un desafío también para las mujeres víctimas de violencia que viven la cuarenta violentadas e incluso son asesinadas. Es un desafío para niños y niñas que comparten sus casas con sus violadores, que ya no tienen a la escuela como posibilidad de escape aunque sea temporal. Es un desafío para quienes no tienen techo, para quienes se encuentran en las fronteras o en campos de asilo.

Lo cierto es que todas estas situaciones no las originó la cuarentena, sólo las visibilizó e hizo que el espacio idealizado de “la casa” desnude toda la inequidad, violencia, jerarquía y poder que encarna. Demostró que para algunos y algunas es un refugio seguro, pero para una gran mayoría es un espacio de riesgo y peligro. No cabe duda que este difícil momento nos mostró la necesidad urgente de construir espacios igualitarios, respetuosos, amorosos, solidarios y sororos donde todes puedan desplegar su energía vital sin la jerarquía binaria destructiva.


[1] Doctora en Ciencias y Humanidades, Master en Ciencias Sociales con especialidad en Antropología, Licenciada en Psicología. Asistente de la Dirección de Investigación de CLACSO.


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