Honduras, atmósfera pre-electoral

A pocos días del 30 de noviembre, Honduras enfrenta el dilema entre la emancipación popular y la restauración del viejo orden
Es la sonrisa sincera del niño
de la sierra que se aferra
a su tierra,
y hace que vueles.
Banda Cien Años
Galel Briceño Cerrato
Especialista en estudios económicos y sociales en la Secretaría
de Planificación Estratégica de Honduras.
Miembro de la Asociación Hondureña de Sociología.
Introducción: Honduras ante su encrucijada histórica
Honduras se encuentra ante un punto de inflexión histórico. Las elecciones de 2025 no son solo un evento político, sino un proceso que sintetiza los conflictos estructurales del país y las huellas de una larga lucha por la soberanía. En ellas se condensan las contradicciones entre un proyecto nacional-popular y la persistencia del orden oligárquico que ha dominado el Estado desde su conformación. En el terreno simbólico, esta contienda expresa la tensión entre dos imaginarios: el del pueblo que aspira a la emancipación y el de las clases dominantes que buscan perpetuar la dependencia bajo nuevos disfraces democráticos.
Como advirtió el gran pensador italiano en una de sus frases más sonadas, las crisis son los momentos en que “lo viejo muere y lo nuevo no acaba de nacer” (Gramsci, 1971), y es precisamente en esa zona gris donde se configuran las batallas decisivas por la hegemonía. Honduras vive en esa interzona, donde el poder económico y mediático intenta restablecer su dominio, mientras los sectores populares avanzan en la construcción de una conciencia histórica. El Estado, como forma condensada de las relaciones de fuerza entre clases (Poutlanzas, 1979), sigue siendo el escenario central de esa disputa: no es una institución neutral, sino el reflejo de las correlaciones materiales e ideológicas de poder.
La lucha política en curso no se reduce a una elección presidencial; se trata de definir si el país seguirá siendo una periferia administrada o un Estado soberano con vocación emancipadora. Lo que se juega es el lugar del pueblo en la historia.
Síntesis genealógica del poder hondureño
Para comprender la crisis actual, es necesario recorrer las raíces del poder en Honduras. Desde el siglo XX, la estructura económica del país fue determinada por su inserción dependiente en el sistema capitalista mundial. La economía bananera, los enclaves mineros y el modelo agroexportador configuraron una oligarquía rentista que hizo de la subordinación su estrategia de supervivencia. Durante todo el siglo pasado, la clase dominante hondureña prefirió ser intermediaria de los intereses extranjeros antes que conducir un proceso nacional de desarrollo.
Esa lógica se reconfiguró en el período neoliberal. La década de los noventa, consolidó un modelo de acumulación basado en la privatización de los bienes públicos, la liberalización comercial y la fragmentación del trabajo. El Estado se transformó en una plataforma de negocios para grupos empresariales que capturaron sus instituciones. El golpe de Estado de 2009 no solo fue un evento político, sino la restauración violenta de ese orden de dominación. El neoliberalismo hondureño fue, en esencia, una contrarrevolución oligárquica con ropaje democrático.
La genealogía del poder hondureño, es también la historia de la colonización interna. Las políticas económicas fueron acompañadas por una pedagogía cultural que enseñó a las clases trabajadoras a desconfiar de sí mismas y –a causa de la dominación hegemónica y la alienación— a admirar a quienes las oprimían. Así, la dependencia económica se volvió también dependencia simbólica: la mentalidad subordinada del “país pequeño” frente al imperio.
Colonialidad y dependencia contemporánea
En la actualidad, esa estructura de dominación no ha desaparecido; ha mutado. La colonialidad del poder (Quijano, 2000) opera en la economía, la política y la subjetividad. Estados Unidos no necesita ocupar militarmente el territorio: controla las cadenas de valor, las finanzas, las comunicaciones y el imaginario político. La idea misma de desarrollo sigue mediada por el deseo de reconocimiento externo.
El tutelaje imperial se expresa en los programas de “cooperación”, en las agencias de evaluación financiera y en la narrativa mediática que sataniza cualquier intento de autonomía. Dussel (1998) advertía que el colonialismo no termina con la independencia política, sino con la descolonización de la conciencia. Honduras se encuentra en ese punto: un país formalmente libre, pero simbólicamente –y en control militar— tutelado.
A esta dependencia estructural se suma la mediática. Los medios empresariales funcionan como correas de transmisión del pensamiento dominante. Su tarea no es informar, sino disciplinar el sentido común. Las categorías de orden, progreso y estabilidad son reproducidas como verdades incuestionables, mientras las luchas populares son presentadas como caos; a los movimientos de base del partido Libre como “revoltosos”. En ese dispositivo, la subjetividad colectiva se convierte en territorio ocupado.
Entre el imperio y la conciencia: la manipulación mediática y el miedo
El llamado “Plan Venezuela” constituye el ejemplo más reciente de manipulación ideológica. Se trata de un dispositivo discursivo diseñado para infundir miedo al cambio, asimilando toda política popular con caos o dictadura. David Harvey (Harvey, 2010) explica que el neoliberalismo no solo privatiza recursos, sino también imaginarios: secuestra la esperanza y la sustituye por miedo. Bonhoeffer (2005) llamó a esa estrategia “la estupidez organizada”, el triunfo de la obediencia sobre el pensamiento.
Los medios de comunicación empresariales actúan como aparatos de hegemonía que moldean la percepción social. Las encuestas amañadas, las noticias alarmistas y los discursos moralistas –desde las iglesias, pastores y discursos afines a los partidos conservadores— construyen un sentido común que normaliza la desigualdad. Sin embargo, esa pedagogía del miedo ya no es absoluta: frente a ella se alza una pedagogía de la conciencia. Como sostiene Boaventura de Sousa Santos (2021), la emancipación comienza en el acto de pensar con cabeza propia.
En esta batalla simbólica, las redes comunitarias, los medios populares y las organizaciones sociales han recuperado el lenguaje de la esperanza. La conciencia crítica se ha vuelto praxis en los barrios, organizaciones comunitarias; campesinos y demás grupalidades subalternas que han estado históricamente subyugadas.
Fraude planificado, disputa institucional y tragedia nacional: cronología de la disputa electoral (2024–2025)
Desde mediados de 2024, comenzaron a circular alertas sobre irregularidades en la conformación del Consejo Nacional Electoral (CNE). Las tensiones se agudizaron cuando, en agosto, sectores vinculados al Partido Nacional promovieron reformas reglamentarias que concentraban el control del escrutinio en una sola consejería técnica (CriterioHn, 2025). Hacia octubre, ya se hablaba de la posibilidad de un fraude sistemático orientado a deslegitimar el proceso de 2025, mientras los medios corporativos reducían el debate a un problema administrativo, ocultando su trasfondo político-estructural. En noviembre de 2024 se filtraron las primeras conversaciones internas sobre el uso de software paralelo para manipular las actas y el sistema de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP). Ese mismo mes, el consejero electoral Marlon Ochoa, denunció públicamente la existencia de un plan orquestado desde el Partido Nacional para alterar los resultados. La cronología revela que la estrategia no era improvisada: respondía a un diseño de poder que buscaba reocupar el Estado tras su pérdida en 2021.
Los audios de la consejera Cossette López y la disputa en el Consejo Nacional Electoral
La filtración de los audios de Cossette López, funcionaria del Partido Nacional, fue un punto de quiebre. En las grabaciones —publicadas por El Heraldo y Contracorriente a inicios de 2025— se escucha la coordinación de maniobras para manipular actas y alterar la transmisión de resultados preliminares (El Heraldo, 2025; Contracorriente, 2025). López menciona incluso ‘la necesidad de controlar el sistema desde adentro’, lo que confirma la hipótesis de una captura institucional del Consejo Nacional Electoral. El consejero Marlon Ochoa ratificó estas denuncias, señalando la complicidad de estructuras mediáticas y empresariales que pretendían instalar una narrativa de caos electoral para justificar intervenciones externas. Desde la lectura de Poulantzas (1979), el episodio muestra cómo las fracciones dominantes intentan recomponer su hegemonía a través del control del aparato estatal. Lo que parece una simple disputa administrativa es, en realidad, una lucha de clases condensada en la burocracia electoral.

A sólo unos días de las elecciones: tres cierres de campaña: tres proyectos de país
Tito Asfura y el bloque neoconservador: la restauración del viejo orden
El primer proyecto, encabezado por Tito Asfura, es la expresión más pura de la restauración oligárquica. Su propuesta de “eficiencia” y “orden” enmascara una reedición del neoliberalismo de los noventa. Asfura representa la continuidad de los grupos empresariales que ven al Estado como un espacio de contratos, exoneraciones y negocios privados. Lo que se denominó como acumulación por desposesión (Marx, 1976) —la apropiación de los bienes comunes mediante mecanismos legales— sigue siendo la base de su modelo.
El discurso de la “modernización” es, en realidad, la promesa del viejo orden con maquillaje tecnológico. Su visión tecnocrática pretende reducir la política a administración, despolitizando la lucha de clases. Pero detrás de esa máscara de gestor eficiente está la lógica de la restauración: devolver el poder a los mismos actores que lo perdieron en 2021, restaurar la jerarquía de los capitales locales y volver a subordinar al país al mandato de las corporaciones transnacionales.
Salvador Nasralla y Chano Rivera: la alianza entreguista de soberanía
El segundo proyecto, encabezado por Salvador Nasralla y su aliado Chano Rivera, representa la continuidad del tutelaje imperial. Su campaña ha sido una oda a la dependencia. En lugar de hablarle al pueblo hondureño, hablan al poder extranjero: imploran reconocimiento y promueven un país subordinado al “orden internacional”. Como señaló Dussel, se trata de la conciencia colonizada que confunde la servidumbre con civilización.
Nasralla encarna la volatilidad ideológica del oportunismo político; su alianza con sectores empresariales y mediáticos busca neutralizar cualquier posibilidad de transformación. Rivera, por su parte, simboliza el vínculo orgánico con las corporaciones financieras que dominan la economía. Su proyecto no propone soberanía, sino estabilidad bajo tutela; no emancipación, sino gerencia. Ambos ventrílocuos del poder imperial y las oligarquías locales.
Libre y Rixi Moncada: la pedagogía de la esperanza
El tercer proyecto, liderado por Rixi Moncada, representa una apuesta por la refundación. Moncada no surge como una figura improvisada, sino como resultado de un proceso político que ha acumulado experiencias desde la resistencia al golpe de Estado hasta la gestión de gobierno actual. Su liderazgo encarna la posibilidad de transformar el Estado en herramienta de justicia social.
Siguiendo a Fraser (2022), su visión articula redistribución, reconocimiento y representación. Su programa busca fortalecer la capacidad pública, recuperar los bienes estratégicos privatizados y promover la soberanía energética y alimentaria. Pero su aporte más relevante es simbólico: la revalorización de la política como pedagogía popular. La campaña de Rixi Moncada ha sido una escuela de conciencia; cada acto, una lección sobre la posibilidad de un Estado democrático-popular.
El pueblo ha respondido con una marea humana que llena departamentos y espacios públicos. No es casualidad: las encuestas y las tendencias muestran que Libre es el partido que más ha crecido. Lo que se expresa en las giras de Rixi es una pedagogía política de la esperanza: es el pueblo reconociéndose en una dirigencia que –que por fin— no lo mira con desprecio.
Los trabajadores, campesinos, obreros, estudiantes, maestras –por nombrar algunos grandes sectores populares— han reconocido que este proyecto político no les habla desde arriba, sino desde adentro. Libre no ofrece caridad: ofrece representación, memoria y soberanía. Por eso la derecha –sabiéndose derrotada, charlatana, desactualizada y burda— teme y desprecia esa fuerza popular que ya no se contenta con promesas ni discursos moralistas.
Cada vez que Rixi toma la palabra, resuena la voz de una Honduras cansada de obedecer y dispuesta a decidir. Esa voz popular no se deja encantar por los ventrílocuos del poder colonial, ni por los empresarios que creen que el país es su hacienda –su fantaseada ZEDE— o su isla privada. Esa voz afirma con claridad: la patria no se vende, se defiende.
La diferencia entre ambos proyectos no es solo ideológica, es emancipatoria de clases subalternas por fin posicionándose con dignidad. Entre ellos, uno sueña con agradar al amo extranjero, otro recrudecer el neoliberalismo y el otro busca caminar con el pueblo. Lo cierto, es que dos simbolizan la prolongación de la dependencia; el otro, la posibilidad de una nación soberana. Esa es la verdadera disyuntiva que enfrentamos –a unos pocos días—en las urnas.
Violencia política y memoria de clase: el caso Kaleb
El asesinato de Kaleb, un niño de siete años durante un acto partidario del partido Libre, reveló la crudeza de la violencia política, cuando dos sujetos encapuchados en moto, gritaron “se van” –haciendo referencia al partido libre del oficialismo— y dispararon hacia la concentración, asesinándolo e hiriendo a una niña. Su muerte no fue un accidente, sino el síntoma de una estructura que normaliza la violencia contra los cuerpos empobrecidos. Desde un ángulo más humano, se ha de señalar y condenar que, el capitalismo administra el miedo mediante la exposición de la vulnerabilidad. En Honduras, ese miedo tiene nombre y edad: Kaleb, símbolo del pueblo que sigue sangrando.
Ya bien advertía Walter Benjamin, que todo documento de cultura es también un documento de barbarie (Walter, 2012). Kaleb es esa intersección: el rostro inocente que obliga a recordar que la llamada democracia, y comicios electorales, sin justicia, son apenas simulacros. Nombrarlo es inscribir en la historia un acto de resistencia; es convertir el duelo en memoria política.
La patria herida tiene nombre de niño. Kaleb encarna la dignidad que no se arrodilla, la conciencia que sobrevive al miedo, el testimonio que obliga a mirar de frente la violencia estructural que el poder pretende ocultar.
El accidente de Santa Bárbara: dolor y memoria
En medio de este clima, el país se estremeció por el accidente ocurrido el 15 de noviembre de 2025, cuando un grupo de militantes que regresaba de un evento político en Santa Bárbara perdió la vida tras el volcamiento de un autobús. El duelo colectivo trascendió los colores partidarios: comunidades enteras realizaron vigilias y actos de solidaridad. La memoria de las víctimas se convierte en una forma de redención histórica. Recordarlas es inscribir en la conciencia nacional la idea de que la política no puede seguir cobrando vidas. Cabe aclarar que la tragedia, al igual que el caso de Kaleb, fue silenciada por los mismos medios que vienen amplificando los discursos del miedo.
La defensa del voto como praxis emancipadora
Defender el voto en Honduras es defender la historia. Como planteó Tilly (2004), los movimientos sociales son los instrumentos con que el pueblo reclama inclusión política. Rosanvallon (Rosanvallon, 2006)denominó “contrademocracia” a la vigilancia activa del poder, y eso es exactamente lo que el pueblo hondureño ha hecho: custodiar su derecho a decidir.
Las estructuras territoriales de Libre no son solo bases electorales; son espacios de politización. Cada centro de votación se convierte en una célula de autodefensa democrática. Poulantzas enseñó que el Estado es un campo de lucha, no un objeto de conquista total. O’Donnell (1999) advirtió que las democracias delegativas mueren cuando el pueblo abandona su vigilancia. Honduras, hoy, demuestra lo contrario: una ciudadanía que actúa como sujeto histórico, no como masa pasiva.
Reflexión final, más no concluyente ¿Qué depara, soberanía o subordinación?
El 30 de noviembre, Honduras no elegirá simplemente un gobierno; elegirá su destino histórico. De un lado, la restauración oligárquica que busca reestablecer la subordinación; del otro, la construcción de una democracia popular fundada en la soberanía y la justicia. Therborn (2021) afirma que emanciparse es liberarse del fatalismo de la desigualdad. En esa línea, el pueblo hondureño comienza a comprender que la independencia no se decreta, se ejerce.
La memoria de Kaleb, niño mártir de la violencia política, recuerda que la justicia no es un acto institucional, sino una práctica colectiva. Claro está que no hay justicia sin memoria del dolor. Honduras, hoy, no olvida. Y en ese acto de recordar, empieza a emanciparse.
Referencias
Bonhoeffer. (2005). Resistencia y sumisión: cartas y apuntes desde la prisión . Salamanca: Sígueme.
CriterioHn. (2025). Despolitización y reformas electorales: una tarea pendiente para próximos procesos. Tegucigalpa, Tegucigalpa.
Dussel , E. (1998). Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión . Madrid: Trotta.
Fraser, N. (2022). Los talleres ocultos del capital: un mapa para la crítica feminista. Buenos Aires : Siglo XXI.
Gramsci, A. (1971). Cuadernos de la cárcel . México : Era .
Harvey, D. (2010). El enigma del capital . Madrid : Akal .
Marx, K. (1976). El Capital. Crítica de la economía política. (Vol. I). . México : Siglo XXI.
O’Donell, G. (1999). Democracia delegativa. Buenos Aires : Paidós.
Poutlanzas, N. (1979). Estado, poder y socialismo. Madrid: Siglo XXI.
Quijano, A. (2000). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales (págs. 201-245). Buenos Aires: CLACSO.
Rosanvallon. (2006). La contrademocracia: la política en la era de la desconfianza. Buenos Aires: Manantial.
Sousa Santos, B. (2021). El fin del imperio cognitivo. Buenos Aires: CLACSO.
Therborn, G. (2021). Después de la globalización: el futuro de la desigualdad. Madrid: Akal.
Tillys, C. (2004). Social movements, 1768-2004. Boulder: Paradigm Publishers .
Walter, B. (2012). Tesis sobre la filosofía de la historia . Madrid: Taurus.
Fotos Christophe Egger