«La desilusión sobre los acuerdos y las conclusiones de la COP29 es grande»

 «La desilusión sobre los acuerdos y las conclusiones de la COP29 es grande»

Transcripción de la columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 27 de noviembre de 2024

El lunes 11 de noviembre, en Bakú, capital de Azerbaiyán, tuvo lugar la conferencia anual de la ONU sobre cambio climático, COP29. Francamente, la desilusión es grande con respecto a los acuerdos y conclusiones a las que se llegó, con sensaciones ambivalentes sobre ciertas tensiones y enfrentamientos.

Los países industriales, sin dudas, festejaron las conclusiones incorporadas en el documento final, mientras que los países más afectados por el cambio climático se quedaron con una sensación de poco avance y manos vacías. El 2024 ha dado muestras más que suficientes de lo que implica el cambio climático en términos de las temperaturas registradas y se prevé que es el año más caluroso del que se tiene registro. También fue récord en inundaciones, sequías y diferentes manifestaciones climáticas.

Fueron dos semanas de negociaciones tensas polarizadas, donde el acuerdo final marca un objetivo genérico para la lucha contra el cambio climático: movilizar con recursos públicos y privados 1.3 billones de dólares para 2035. Pero no se especifica claramente de dónde saldrán ni cuánto deben poner sobre la mesa los países desarrollados para ayudar a los estados con menos recursos y que muchas veces son los más afectados por las consecuencias del cambio climático.

Las naciones más ricas deberían llegar a una aportación de 300.000 millones de dólares anuales para 2035, lo que supondría multiplicar por tres la meta actual que está en 100.000 millones. A pesar de este incremento, la nueva cantidad que se compromete está muy por debajo de las necesidades reales que tienen los países más afectados por el cambio climático y que han criticado la mezquindad de los gobiernos occidentales con Estados Unidos y la Unión Europea a la cabeza.

Varios de los países llamados a ser receptores de los fondos destinados para paliar los efectos del cambio climático como, por ejemplo, Cuba, Bolivia y la India han reprochado a los países ricos su falta de compromiso. La delegada de Nigeria calificó de insulto y de broma la cantidad puesta sobre la mesa por las naciones desarrolladas. A su vez, la representante de la delegación de la India se opuso al documento, se mostró muy disgustada con el texto final y aseguró que ese documento no es más que una ilusión óptica porque no aborda la enormidad del desafío enfrentado por la humanidad en relación a ambiente y cambio climático.

Aunque el debate central de la COP29 era la financiación, tampoco logró enviar un mensaje claro y contundente sobre la urgencia de reducir rápidamente las emisiones y abandonar los combustibles fósiles. En 2023, en la COP28 de Dubái, se había logrado por primera vez en más de 30 años una mención directa a la necesidad de dejar atrás los combustibles fósiles para que el calentamiento no alcance niveles cada vez más peligrosos. Asimismo, las presiones de los países petroleros conseguían que se eliminara cualquier mención directa a los combustibles y solo se hablaba de los gases de efecto invernadero en términos de la consecuencia y no la causa del problema.

En esta COP29, hubo muchas presiones, encabezadas por Arabia Saudí. De esa forma, se impidió alcanzar un consenso para incluir de nuevo referencias directas a los combustibles fósiles, optando por no aprobar el texto de apoyo a los resultados de la cumbre de Dubái. No quedaron menciones a la necesidad de dejar atrás estos combustibles fósiles, que son la causa de muchos de los problemas que allí se estaban discutiendo.

Los voceros de los países más poderosos y que más dañan al ambiente, quisieron de todas formas mostrarse optimistas en asegurar que lo acordado posibilitará que el auge de la energía limpia siga creciendo y que los países puedan compartir los beneficios de una acción climática audaz que se traducirá en más empleo, crecimiento más sólido, energía más barata y más limpia para todos y para todas.

Los analistas más críticos ponen el acento en que el documento final ignora el vínculo entre los efectos del cambio climático y las otras múltiples crisis. Especialmente en los países que ya se ven gravemente afectados por la degradación ambiental y la pobreza, la crisis climática aumenta el riesgo de hambre, desnutrición, pobreza, enfermedades y desplazamientos poblacionales. Es por eso que el acceso a los fondos de mitigación y adaptación al cambio climático es muy urgente en estos estados frágiles y afectados por conflictos donde hay un alto nivel de inseguridad alimentaria. Sin embargo, los países  más expuestos a las perturbaciones relacionadas con el clima no están hoy recibiendo los recursos que necesitan para prepararse y para mitigarlas.

Como ha demostrado el Informe sobre la Asistencia Humanitaria 2023, la financiación climática multilateral per cápita en países vulnerables al clima con crisis duraderas es solo una quinta parte de los fondos proporcionados en países vulnerables a clima sin crisis a largo plazo.

El creciente número de fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el clima como las sequías, las inundaciones, las olas de calor, las amenazas a la seguridad alimentaria de millones de personas afecta además especialmente a las mujeres, a los niños y a las niñas. Pese a ello, en el ámbito de la alimentación y la agricultura la COP29 no ha conseguido cumplir ningún nuevo compromiso vinculante para una transformación socialmente justa y sostenible de los sistemas alimentarios que situé en el centro en el centro a los pequeños agricultores y el derecho a una alimentación adecuada.

En la COP29, se lanzó la llamada Iniciativa Climática Armonía de Bakú liderada por la presidencia de la COP con apoyo también de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y que tiene la finalidad de catalizar y acelerar la transformación de la agricultura y los sistemas alimentarios para 2030 en favor de las personas, el clima y la naturaleza. Esta iniciativa se centra en la contribución de los agricultores a la mitigación y adaptación al cambio climático pero no incluye ni pasos ni compromisos concretos de cómo hacerlo. Por lo tanto, más allá de los documentos y las palabras, hay que tener claro que mientras las voces de las comunidades más afectadas no sean verdaderamente escuchadas y consideradas en las negociaciones sobre el clima, no se transformará una transformación real tan necesaria en este campo. 

El cambio climático no es un problema futuro, es una urgencia que hay que atender en el presente, porque afecta a las regiones más vulnerables de los cinco continentes con sequías, incendios devastadores, con inundaciones cada vez más frecuentes, con huracanes cada vez más destructivos, con el deshielo de los polos y glaciares, con la consecuente subida de los mares, con epidemias y pandemias, pero sobre todo con consecuencias en el tema de alimentación con crueles y brutales hambrunas como estamos viendo en estos momentos. Y ello concierne no solamente a los países considerados menos desarrollados sino a todos los países del planeta tierra.

Pensemos en las imágenes de España arrasada por aluviones de barro y agua en las últimas semanas o California en llamas. Nadie está a salvo, nadie puede mirar para el costado y que una vez más los estados y los países por sí solos no pueden encontrar las soluciones.

Las poblaciones de los países más industrializados también tienen la palabra y la urgencia de exigir a sus gobernantes medidas concretas que frenen y reviertan un daño que podría volverse irreversible para el ambiente y para los habitantes y las habitantes del planeta tierra.

Entonces, la COP29 dejó pasar una gran oportunidad para comenzar a actuar en serio con transformaciones reales en este tema tan urgente como lo es el cambio climático.


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