«La inteligencia artificial plantea desafíos sociales significativos»

 «La inteligencia artificial plantea desafíos sociales significativos»

Transcripción de la columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 31 de julio de 2024

El tema de la Inteligencia Artificial (IA) es nuevo y relevante para la agenda de CLACSO, que hoy abordamos particularmente en torno al rol y los desafíos que representa para nuestras disciplinas de las ciencias sociales y humanidades desde la perspectiva del pensamiento crítico transformador. Desde CLACSO, tenemos una convocatoria que realizaremos en conjunto con la UNESCO (sede Ecuador), vinculada a la temática de la inteligencia artificial, un tema que está presente en la agenda académica.

En teoría, la inteligencia artificial tiene el potencial de generar importantes beneficios, pero también plantea desafíos sociales significativos que deben ser abordados de manera crítica y reflexiva para garantizar que su desarrollo y aplicación contribuyan al bienestar tanto individual como colectivo, al respeto del medio ambiente, al respeto de los derechos de todos y de todas, y a la justicia social. En definitiva, esas son las preguntas que nos hacemos. Desde las ciencias sociales y las ciencias humanas tenemos un papel para cumplir y un desafío en términos de reflexión y construcción de pensamiento.

La inteligencia artificial es una serie de sistemas informáticos diseñados para imitar y replicar algunas capacidades cognitivas humanas, como el aprendizaje, la percepción, el razonamiento, incluso la toma de decisiones. Esta tecnología se basa en algoritmos muy complejos y utiliza grandes cantidades de datos para realizar tareas específicas.

En los años 40 y 50 del siglo pasado se establecieron los primeros conceptos teóricos en torno al concepto de la inteligencia artificial, que fue evolucionando con el tiempo a partir de mejoras en el aprendizaje automático y la creación de redes neuronales artificiales. Y es en lo que va del siglo XXI cuando la IA experimenta un crecimiento tan vertiginoso, que se debe a mejoras en la capacidad de procesamiento y el acceso a grandes cantidades de datos.

Con el rápido avance de la IA, la humanidad se encuentra inmersa en un mundo cada vez más conectado y automatizado que, si bien ofrece numerosas ventajas y beneficios, también plantea dudas y preocupaciones en términos de privacidad y seguridad.

Hoy, existen asistentes virtuales que interactúan con el ser humano, es decir con nosotros y nosotras, a través del reconocimiento de voz y ayudan a realizar distintas tareas, como la búsqueda de información, establecer recordatorios, reproducir música y controlar dispositivos inteligentes. A su vez, las plataformas de redes sociales también están utilizando la IA para analizar intereses, comportamientos y conexiones y así ofrecer contenidos personalizados. Hemos visto algunos impactos de este trabajo en las redes sociales, incluso en materia electoral y en las democracias en nuestros países latinoamericanos y caribeños.

Además, la IA analiza cada historial de visualización o compras y supuestamente utiliza algoritmos de aprendizaje automático para sugerir contenido o productos que puedan ser de nuestro interés. A eso se suman traductores automáticos, chatbots para brindar asistencia al cliente, entre otras opciones.

Ahora bien, uno de los riesgos de la IA que podemos mencionar es la recopilación de muchos datos personales que pueden comprometer la privacidad de las personas. La información que proporciona puede tener sesgos, no ser precisa o incluso crear noticias falsas, manipular imágenes o videos que aparentan ser reales o imitar voces. Además, se ve muy expuesta a ataques cibernéticos y a accesos no autorizados.

¿Qué tiene que ver todo esto con las ciencias sociales y las humanidades? Nos tenemos que preguntar cuál es el impacto en la sociedad de todos estos temas.

Las empresas tecnológicas han generado billones de dólares de riqueza en el último cuarto de siglo, al tiempo que se estima que corren riesgo de desaparecer muchos puestos de trabajo. Un estudio de la Universidad de Oxford mostraba ya en 2016 que el 47% de los empleos están en riesgo por estos modelos de inteligencia artificial. En cambio, revoluciones industriales o transformaciones en el mundo de trabajo anteriores acabaron con los empleos asociados a lo manual, pero terminaron creando otros nuevos y adaptados.

¿Qué ocurrirá ahora con esta nueva automatización de algunos puestos de trabajo? Por ejemplo, pensemos en lo asociado a las traducciones, algunas disciplinas de la medicina, el transporte en términos de la conducción.

La Universidad Nacional de San Martín, de Argentina, realizó una investigación desde la física, la ciencia de datos y las ciencias sociales, para analizar el impacto de la inteligencia artificial en la sociedad, la regulación estatal y las posibilidades y peligros del avance de lo que llaman los “individuos maquínicos”.

Se entiende que las herramientas desarrolladas por grandes corporaciones multinacionales como  OpenAI, Google, Microsoft y Meta cumplen diversas funciones, como la resolución de problemas matemáticos complejos, la traducción y generación de textos y el reconocimiento y construcción de imágenes de alta definición, pero que también va a afectar a muchas profesiones y eso lo van a sufrir las personas que están ingresando hoy a la universidad formándose en oficios, ocupaciones y profesiones. Y podría darse que alguien que se reciba en siete u ocho años se encuentre con que su puesto de trabajo ya no esté disponible.

En el desarrollo histórico, las personas, los seres humanos, han creado tecnologías para poder avanzar en los distintos desarrollos, incluso para hacer cosas fuera de su alcance (como volar). “Lo peligroso es que estas tecnologías de IA hacen y reemplazan tareas que a nosotros nos gusta hacer”, señala la investigadora argentina del Conicet, Flavia Costa. Ella entiende que la persona a la que le gusta dibujar o pintar se va a perder algunas de esas actividades de realización por causa de la inteligencia artificial,. “Ahí entra una cuestión ética: qué forma de vida queremos llevar”, plantea Costa.

Por otro lado, hay un impacto a nivel de medio ambiente. El uso de la Inteligencia Artificial, al igual que otros desarrollos tecnológicos, no es inocuo, requiere de una enorme cantidad de agua y energía para fabricar todo lo necesario para que esto pueda operar. Algunos cálculos evalúan que se necesita entre diez y quince veces más energía y agua que para fabricar un chip estándar. Se estima que, para el 2027, la demanda mundial de agua solo para fabricar chips y refrigerar centros de datos de IA podría igualar la mitad del consumo del Reino Unido.

Estamos hablando de un recurso absolutamente central en estos momentos para nuestra región y para el mundo. Tan grande y rápida es esta expansión que Sam Altman, director de OpenAI, ha advertido que la IA está llevando a la humanidad hacia una “crisis energética catastrófica”.

La IA tiene otras características preocupantes. En la fabricación de chips intervienen cientos de sustancias químicas, entre ellas las altamente tóxicas PFAS. Allí tenemos otra dimensión para explorar en relación a lo ambiental.

También nos tenemos que hacer la pregunta sobre la reglamentación estatal y cuál es el papel del Estado en la regulación del desarrollo de la inteligencia artificial. Tenemos que poner estos temas como una prioridad. Porque encontramos que muchas de las reglamentaciones que existen en nuestros países, incluso de los desarrollos jurídicos al respecto, no contemplan todavía estos nuevos desarrollos, por lo que quedan absolutamente desactualizados y pueden ser fuentes de injusticias en este punto.

Hay un último elemento que tiene que ver con cómo estos desarrollos disminuyen o amplifican las desigualdades. En este sentido, hay una propuesta vinculada a la renta básica. En la última década, la comunidad tecnológica viene realizando experimentos con pagos a personas muy necesitadas, algo así como una “renta básica”. Surgió por iniciativa del director ejecutivo de OpenAI Sam Altman: la inteligencia artificial arrasará con todo lo que había antes de ella. Entonces, están buscando alternativas para la subsistencia: la discusión sobre la viabilidad de un ingreso básico universal llegó a Silicon Valley, donde grandes emprendedores tecnológicos como Mark Zuckerberg y Elon Musk creen que podría solucionar no solo la pobreza, sino también el desempleo.

Por ejemplo, en 2019 OpenResearch inscribió a 3.000 personas de Texas e Illinois en Estados Unidos con ingresos anuales inferiores a 28.000 dólares. Una tercera parte recibió 1.000 dólares mensuales; el resto de las personas solo 50 dólares. El programa duró tres años. El experimento se propuso analizar cómo el efectivo sin condiciones moldea el comportamiento humano, incluida su capacidad de mejorar los niveles de estrés y aumentar las esperanzas de un futuro mejor.

Ahora bien, hay mucho para preguntarnos en torno a este tipo de experimentos con personas. ¿Por qué grandes fortunas apoyan semejante iniciativa? Según algunas voces, entre ellas sus detractores, la propuesta de la renta básica, en realidad, no es más que un complemento perfecto para el liberalismo económico más agresivo, entendiendo que si las personas de bajos o nulos ingresos acceden a una renta básica que les permita pagar lo mínimo para vivir, se podría aumentar aún más la desigualdad económica. Entonces, se llega al extremo de realizar este tipo de experimentos con fenómenos similares a lo que podría ser la renta básica para poder testear cuáles son los comportamientos y qué es lo que ocurre con estas personas que son víctimas de la desigualdad económica.

Nuevamente, en relación al rol del Estado, es importante pensar cómo regular todos estos elementos, cómo dar la discusión en torno a la renta básica genuinamente y no vinculada a estos experimentos sociales, esto es, la renta básica entendida como un mecanismo mínimo de garantía y de acceso al bienestar para todos y todas.

La gran pregunta hoy es qué hacer, cómo avanzar en este contexto, cómo interrogar y caracterizar estos cambios en la interacción social que son resultado de la expansión de la inteligencia artificial, cómo influyen estos sistemas en algo tan importante como nuestra vida cotidiana y cómo esa vida cotidiana se está transformando a partir de la forma en que interactuamos con la tecnología y con las otras personas. Y además, cómo esto modifica prácticas cotidianas y por agregación prácticas sociales.

Entendemos que no alcanza solo con reglamentar el desarrollo de los sistemas de IA, también se debe llevar adelante como región latinoamericana y caribeña una política más activa de desarrollo de conocimientos propios y de tecnologías en el marco de la IA y no seguir con estas desigualdades.

En nuestra región hay un potencial científico y es necesaria una política a nivel de las universidades, autoconvocarnos a todos y todas quienes trabajamos en el campo de las ciencias sociales y las humanidades, para mostrar los distintos aportes que desde nuestra disciplina se pueden realizar.

En síntesis, la inteligencia artificial tiene el potencial de generar importantes beneficios, pero también plantea desafíos sociales significativos en todas las dimensiones, que deben ser abordados de manera reflexiva, crítica y cuidadosa en estos momentos, colocando el bienestar individual y colectivo, el del ambiente y la justicia social.

– Qué interesante poder reflexionar sobre estas temáticas que evidentemente han tenido un cambio muy grande en el último tiempo. Y parece extraño pensar que las tecnologías que van a ser tan avasallantes sobre nuestra cotidianidad, no sean puestas en discusión con todos los sectores. Si las plataformas sociales tienen a académicos, los movimientos sociales y decisores de políticas públicas, sería importante que estas tecnologías también pudiesen contar con todos los sectores para pensar qué es lo que queremos generar con estas metatecnologías, ¿no?

– La pregunta principal es el para qué de todas estas tecnologías y cuáles son las dimensiones éticas asociadas a su uso. Y si hay algo que las ciencias sociales y las humanidades pueden aportar, es la respuesta a estas dos preguntas. Desde CLACSO, con nuestras Plataformas para el Diálogo Social (PDS), articulamos el conocimiento, los movimientos y las organizaciones sociales y el campo de la política pública. Por allí pueden hallarse las claves del éxito para que esto efectivamente se convierta en un beneficio y no en un amplificador de desigualdades.


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