“La movilización popular impidió la llegada al gobierno de la extrema derecha en Francia”

 “La movilización popular impidió la llegada al gobierno de la extrema derecha en Francia”

Transcripción de la columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 10 de julio de 2024

Hoy, en esta columna, vamos a abordar temas en función a los últimos acontecimientos electorales en Europa. Primero, elecciones en el Parlamento Europeo realizado el 9 de junio pasado, un mes atrás, donde se observó un avance de las derechas y las extremas derechas, especialmente en países como Alemania, Austria y Francia. Y luego las elecciones legislativas en dos países como el Reino Unido y Francia.

En el Reino Unido, el jueves 4 de julio, en esas elecciones se produjo la debacle de los conservadores, al Partido Conservador, que pasaron de tener 365 escaños a 121, lo que marcó el regreso al poder después de 14 años de los laboristas, el Partido Laborista, con 412 escaños frente a los 203 que tenían antes de las elecciones. Evidentemente este resultado en el Reino Unido es muy importante, porque está marcado por una economía estancada, la crisis de los servicios públicos como todo lo vinculado a la atención sanitaria o la educación, también por el Brexit, es decir, por las promesas que se realizó en el marco del Brexit y determinan este cambio de rumbo, según los principales analistas de dicho resultado electoral en el Reino Unido.

Inmediatamente después, en Francia, donde el presidente Emmanuel Macron había disuelto el Parlamento la noche de su derrota electoral en las elecciones europeas, todo parecía indicar la llegada al gobierno de la extrema derecha, liderada por Marine Le Pen, que en la primera vuelta el domingo 30 de junio fue la fuerza más votada con un tercio de los votos, es decir, el 33% de los sufragios y con buenas perspectivas de obtener la mayoría absoluta de 289 escaños en la segunda vuelta del 7 de julio. Tanto es así que, con la perspectiva de triunfo, el Reagrupamiento Nacional ya tenía designado a un supuesto primer ministro, Jordan Bardella, para ocupar el puesto a partir del lunes 8 de julio.

Hoy, los resultados están a la vista, y si bien ninguna agrupación (de todas las que competían en estas elecciones legislativas) obtuvo la mayoría absoluta en la conformación del Parlamento francés, el Nuevo Frente Popular, integrado por tres fuerzas de izquierda más el partido ecologista, se impuso con 182 escaños (la minoría mayor), 32 más que en las elecciones de 2022. Juntos, la fuerza del presidente Emmanuel Macron, perdió más de 80 diputados o diputadas pero aun así sorprendió ubicándose en el segundo puesto y quedando con 168 lugares en el Parlamento francés.

Finalmente, la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen –a los que se suman aliados de derecha– quedó tercera con 143 electos y electas. Recordemos que Jean-Marie Le Pen, el padre de Marine Le Pen, actual líder de la extrema derecha francesa, fundó el Frente Nacional en 1972, con una prédica que marcaba el regreso a los valores “tradicionales” de los franceses y el odio a los extranjeros, además de reivindicar muy abiertamente al nazismo. Este es el origen del actual Reagrupamiento Nacional.

Además, hay un dato que merece mención y es que de los 577 integrantes electos del Parlamento, 369 son varones y 208 mujeres. Allí vemos, otra vez, esa brecha de género en la representación política.

Como primera conclusión, en el marco de los análisis actuales, es importante destacar la movilización social y política que se produjo en Francia ni bien conocidos los resultados de las elecciones europeas y especialmente después de la primera vuelta del 30 de junio, cuando la sociedad vislumbró la amenaza real de un potencial gobierno de extrema derecha en el país. Los partidos políticos del llamado arco republicano, los sindicatos, los movimientos sociales, artistas y deportistas se movilizaron y alertaron contra el riesgo de un gobierno xenófobo, racista y que restringiría las libertades y el deterioro en las conquistas sociales y derechos adquiridos. Esa gran movilización social, la unidad de la izquierda, la decisión de fuerzas progresistas, de centro y de centroderecha de unificar esfuerzos en más de 200 circunscripciones, actuaron como dique de contención a los candidatos y candidatas del Reagrupamiento Nacional. Además, hay que sumar la participación récord de dos tercios de la población habilitada para votar (67% del electorado), en un país donde el sufragio no es obligatorio. Estos elementos pueden explicar el fracaso “relativo” de la extrema derecha y el rechazo a la presencia de numerosos nostálgicos de las épocas nazistas y fascistas en sus filas.

Y decimos “fracaso relativo” porque están ocupando un tercio prácticamente del Parlamento francés y, pese a la decepción manifestada la noche del domingo pasado por sus dirigentes, la extrema derecha mejoró su posición dentro del Parlamento con 50 bancas adicionales comparativamente a 2022 (tenía apenas 7 en 2017). Tanto es así que ya están trabajando con el horizonte de las presidenciales de 2027 donde Marine Le Pen, después de varios traspiés, considera que será el año de su triunfo electoral.

Recordemos que en el Reino Unido, el ultraderechista partido Reform UK obtuvo 14% de los sufragios, un porcentaje bastante menor que en otros países de Europa pero que no obstante le permitió ingresar por primera vez a la Cámara de los Comunes ocupando cuatro escaños.

Allí tenemos un elemento que nos hace interrogarnos en CLACSO, en términos de Plataformas para el Diálogo Social, sobre la percepción en la decepción en los llamados partidos tradicionales que está llevando a generaciones de jóvenes, incluso a sectores de trabajadores y trabajadoras, a “depositar” su confianza en los mensajes reaccionarios y nacionalistas de los partidos de extrema derecha (gobierno en Italia, Países Bajos y Hungría), como también ocurre en América Latina con casos recientes como Argentina, Ecuador y El Salvador, entre otros. Allí tenemos un punto que requiere de mayores análisis, es decir, qué es lo que está pasando en términos de la confianza y la percepción a los mecanismos partidarios tradicionales de expresión de nuestra política, particularmente entre las personas más jóvenes y los sectores trabajadores.

Como contrapeso, tenemos expresiones que se van consolidando en la región latinoamericana y caribeña del progresismo, países como México, el fuerte liderazgo que está representando Brasil con la presidencia de Lula Da Silva, Colombia con Gustavo Petro, Guatemala, Honduras, y la expectativa de triunfo del Frente Amplio en Uruguay en octubre.

El avance de las extremas derechas en distintas latitudes desafía a las fuerzas progresistas a trabajar no solo en armar un dique de contención para frenar su avance, sino en construir verdaderas alternativas al neoliberalismo dominante que produce desigualdades de distinta índole. Tenemos que trabajar con las herramientas de la democracia para hacer avanzar estos campos populares y progresistas, que proponga alternativas basadas en la democracia y en el respeto a los derechos humanos, además la generación de políticas que permitan condiciones de mayor igualdad para todos y todas.

En definitiva, ésa es la apuesta que también trabajamos en CLACSO articulando, desde la academia, el conocimiento con los movimientos y las organizaciones sociales, además quienes están en el campo de las decisiones de política pública, para tratar de generar esas políticas transformadoras que son cada vez más necesarias en nuestra región y en Europa, pero también en todas partes a nivel mundial.

-Vemos que hay un aumento de las desigualdades muy brutales que se dan en el marco de algunos de estos gobiernos de ultraderecha y también una retracción de derechos. Pienso en la cantidad de Movimientos de Mujeres y las luchas de los feminismos que han sido muy potentes y transformadoras en el marco de nuevas legislaciones sobre temas muy centrales pero que estaban siendo invisibilizados en temáticas de los cuidados, la salud sexual y reproductiva, el aborto… ¿Cómo ves en el marco del avance de los sectores de ultraderecha estos temas en particular?

-Ya sabemos qué pasa cuando estos sectores de ultraderecha avanzan… El resultado es el recorte de derechos, el retroceso en esas agendas que tanto tiempo costó construir, es decir, no son agendas teóricas sino agendas prácticas que tienen consecuencias sobre la vida cotidiana de las personas. En mención sobre el caso de la agenda de género, son consecuencias concretas sobre la vida y los cuerpos de las mujeres en nuestra región. Lo vemos en algunos países, en la Argentina con lo que ocurrió con el Ministerio de Igualdad, con los programas de atención y lucha contra violencia basada en género. También lo vimos en El Salvador, vamos observando cómo estos elementos ocurren siempre que triunfan estas fuerzas conservadoras y de extrema derecha. Porque, en definitiva, lo que está aquí en disputa son dos modelos de sociedad y dos modelos de entender cómo debemos funcionar como sociedad, cuáles son las prioridades que debemos colocar en el centro del análisis. Y claramente la agenda de género y la agenda feminista, además, tienen la particularidad de ser el enemigo principal y común de todas estas fuerzas de derecha.


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