Educación y “adoctrinamiento ideológico”. Una lectura crítica del discurso de la ultraderecha
Dentro de la Colección de los “Cuadernos del pensamiento crítico latinoamericano”, CLACSO presenta “Educación y ‘adoctrinamiento ideológico’. Una lectura crítica del discurso de la ultraderecha”, de J. Fabián Cabaluz D.
Educación y “adoctrinamiento ideológico”. Una lectura crítica del discurso de la ultraderecha
J. Fabián Cabaluz D.[1]
En términos generales, la ultraderecha[2] tiene expresión internacional, con una fuerte presencia en países como Argentina, Hungría, Estados Unidos, India, Brasil, Turquía, Italia, entre otros. La bibliografía especializada coincide en señalar que es una fuerza política y social profundamente neoliberal (a diferencia del carácter anti-liberal del fascismo y nazismo del siglo XX). En este sentido, Álvaro García Linera (2022) la ha caracterizado como una suerte de “neoliberalismo fascistizado” que sacraliza el libre mercado, deslegitima cualquier tipo de empresa y/o propiedad pública, por tanto, reniega de derechos sociales; y se niegan a toda iniciativa que intente incrementar impuestos a sectores empresariales. A su vez, la ultraderecha se caracteriza por ser conservadora, nacionalista, racista, xenófoba, autoritaria, por promover la aporofobia, entre otras. Denostan la democracia liberal representativa, sus instituciones y mecanismos y, también, promueven noticias falsas por medio del uso de múltiples redes y plataformas virtuales. Son grupos reaccionarios, abiertamente anti-democráticos y promotores del odio y la violencia. En el actual escenario global, signado por la crisis estructural del capital, la ultraderecha se ha erigido como “alternativa política”, como posibilidad real de superar los problemas de inseguridad, incertidumbre y miedo, levantando las banderas de la seguridad pública, la autoridad, la estabilidad. Y en ese proceso, ataca frontalmente a marxistas, comunistas, izquierdistas, feministas, indianistas, entre muchas otras colectividades que son concebidas como “enemigos internos”, verdaderos “chivos expiatorios” que sirven para promover el resentimiento e incentivar el odio.
Los proyectos actuales de la ultraderecha, o al menos los esbozados a partir del siglo XXI, son expresiones que poseen elementos de continuidad con los proyectos de las dictaduras cívico-militares instauradas a sangre y fuego en América Latina y El Caribe durante la segunda mitad del siglo XX. En este sentido, sostenemos de entrada que la ultraderecha actual es una fuerza política e histórica que reactualiza los proyectos dictatoriales, es decir, son herederos y continuadores de las dictaduras latinoamericanas. Y en esta dirección, sus proyectos retoman numerosos elementos de la agenda de privatización y mercantilización de la vida social, del anti-estatismo, así como también de las lógicas autoritarias, militaristas, conservadoras, religiosas y moralistas, entre otras.
Pues bien, entremos ahora al núcleo del presente trabajo. El ensayo lo hemos organizado a partir de cuatro apartados: (I) Comenzaremos retomando algunas reflexiones de Karl Marx en torno a la ideología, para luego, (II) adentrarnos en el discurso del “adoctrinamiento ideológico” promovido por la ultraderecha. Seguidamente, (III) reflexionaremos sobre cómo se ha expresado en el campo educativo el discurso contra el “adoctrinamiento ideológico”. Y finalizaremos con (IV) algunas exigencias y/o desafíos para las perspectivas críticas del campo pedagógico en el tiempo presente.
I
El concepto de ideología fue desarrollado por Karl Marx en diferentes textos y pasajes de su obra, por lo mismo, es necesario abordarlo como un concepto sinuoso, dinámico, disperso, colmado de numerosas claves interpretativas. El concepto de ideología no fue tratado de manera sistemática en una publicación en particular, todo lo cual, ha posibilitado que su abordaje haya sido en ocasiones ambiguo. Considerando esta dificultad, es preciso señalar que el concepto de ideología en Marx debería ser estudiado considerando el movimiento histórico total de su pensamiento, evitando caer en la forzada diferenciación de un Marx joven, filósofo y un Marx maduro, científico y economista (Silva, 1985; Larraín, 2014; Rohbeck, 2016). Ahora bien, a riesgo de caer en planteamientos reduccionistas y esquemáticos, a continuación, presentaremos algunos de los planteamientos centrales en torno a la ideología desarrollados por Karl Marx.
En su crítica a la religión o a la alienación religiosa, el joven Marx sostiene que la religión realiza un ejercicio de inversión ideológica, pues intenta resolver o dar soluciones a las contradicciones del mundo real. La relación entre religión e ideología refiere a este proceso de distorsión que genera la religión al pretender recompensar en el cielo a la humanidad por los sufrimientos reales que existen en la tierra. En esta misma dirección, la concepción idealista del Estado se formula a partir de un ejercicio similar, en el que se resuelve de manera abstracta, la separación concreta que existe entre sociedad política y sociedad civil. Entonces, para Marx, la religión y el Estado realizan un proceso de inversión, pero, esto es importante, es una inversión que se realiza sobre la base de una realidad invertida, de un mundo retorcido, que se encuentra “patas para arriba”.
En coherencia con lo anterior, la ideología realiza un proceso de inversión de una realidad que se encuentra invertida. En palabras de Jorge Larraín (2014), uno de los que ha estudiado con detención el concepto de ideología desarrollado por Marx: “Esto significa que Marx proponía la existencia de dos tipos de inversiones: la inversión de la conciencia -ideología- y la inversión de la práctica social objetivada -alienación-. La ideología oculta la alienación, es una inversión de la inversión real” (p. 49).
A lo anterior es importante agregarle que, si la ideología se asocia con la inversión de la realidad, por lo tanto, con un conjunto de creencias falsas, entonces la crítica a la ideología no puede compartir sus supuestos, no puede conducir a otros modos de ver la realidad que sean igualmente ideológicos o retorcidos. Es decir, no se puede combatir la ideología desde una perspectiva ideológica, sino que requiere ser enfrentada desde una perspectiva radicalmente contraria, lo que para Marx sería el conocimiento científico de la historia y la sociedad (Villoro, 2007). Planteado directamente por el filósofo alemán: “Allí donde termina la especulación, en la vida real, comienza también la ciencia real y positiva, la exposición de la acción práctica, del proceso práctico de desarrollo de los hombres. Terminan allí las frases sobre la conciencia y pasa a ocupar su sitio el saber real” (Marx & Engels, 2020 [1845]: p. 22).
Además de lo planteado, para el filósofo de Tréveris, la ideología se encuentra estrechamente vinculada a las clases dominantes, ya que, por un lado, las clases dominantes son quienes controlan los medios de producción intelectual y cultural y por ende son quienes poseen las condiciones para producir o hacer que sus ideas sean las del conjunto de la sociedad. Y, por otro lado, porque la ideología dominante es funcional con la reproducción de los intereses de las clases dominantes. La ideología sirve a los intereses de las clases dominantes. Es decir, por medio de la ideología, las clases dominantes pueden presentar sus intereses particulares como si fueran los intereses del conjunto de la sociedad. Lo anterior se desprende de la famosa cita redactada por Marx (2020) [1845] en “La ideología alemana”:
“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente” (p.39).
En este sentido, para Marx, la ideología guarda una relación directa con la clase dominante, ya que oculta las contradicciones reales y justifica las relaciones de dominación. Es decir, la ideología favorece el dominio de una clase, pero la misma, no puede definirse únicamente por su origen de clase, ya que incluso las clases dominadas pueden definirse y reproducir acríticamente la ideología dominante. Coincidiendo con los filósofos marxistas venezolano Ludovico Silva (1985) y mexicano Luis Villoro (2007), creemos que sería distanciarse de la obra de Marx, el sostener que existe una suerte de ideología de las clases dominadas. Ha resultado bastante confuso en términos analíticos y prácticos, el planteamiento realizado por Lenin de que existe una “ideología proletaria” que se enfrenta a una “ideología burguesa”, puesto que, a partir de esta idea, se ha desarrollado una concepción “ampliada” de la ideología, que diluye su potencial explicativo[3]. Es decir, si todo conjunto de creencias o pensamientos no científicos son considerados ideológicos, se desdibuja la especificidad de aquellas creencias que efectivamente falsean o distorsionan la realidad. Lo que si nos interesa dejar claro son dos cosas: En primer lugar, para Marx la ideología es funcional a los intereses de las clases dominantes. O como lo señaló Luis Villoro (2007): “La obra de Marx es, a la vez, crítica radical del modo de pensar ideológico y fundamentación de una teoría racional sobre la sociedad y la historia” (p. 88). Y en segundo lugar, y esto no lo dijo Marx, sino que lo podemos sostener proyectando sus planteamientos, consideramos que el concepto de ideología podría extenderse a otras formas de dominación: racial, colonial, de género, etc.
Continuando con los planteamientos marxianos, nos interesa subrayar que la ideología se asocia con una práctica material (invertida) que genera ideas, creencias y/o prejuicios que representan la realidad de manera inadecuada, distorsionada, ocultando las contradicciones concretas de nuestras sociedades. Es decir, Marx elaboró una concepción crítica de la ideología. De lo anterior, se desprende que la lucha contra la ideología, no se puede limitar a procesos cognitivos, sino que se tiene que asociar con la transformación revolucionaria de la realidad práctica. Si las contradicciones sociales no son solucionadas por la práctica revolucionaria, la ideología cumple su rol de ocultar o representar de manera invertida esas contradicciones.
Considerando este punto, es preciso una observación: resulta inadecuado oponer a la concepción marxiana de ideología, la noción de ciencia. La ideología no es pre-científica ni anti-científica, sino que es un tipo específico de distorsión y/o de ocultamiento de las contradicciones reales. La ciencia para Marx puede ser deshumanizante o liberadora. Y en su dimensión liberadora, la ciencia puede contribuir a comprender y desenmascarar la ideología, puede contribuir a buscar aquello que está detrás de las apariencias. Pero, y esto Marx lo afirma en numerosas ocasiones, la superación de la ideología no se dará por formulaciones científicas o teóricas, sino por la transformación concreta y revolucionaria de la realidad (Lenk, 2001).
Lo planteado con anterioridad, será retomado con gran claridad por el filósofo venezolano y marxista herético Ludovico Silva (1985), quien sostuvo: “Nos indica Marx dos cosas de gran importancia: que una teoría científica puede destruir una apariencia social que encubre ideológicamente una explotación social, y que, sin embargo, no basta este descubrimiento teórico para destruir realmente la explotación: la forma material de ésta sólo se destruye prácticamente. Es un aviso muy claro para los que piensan que pueden acabar con el capitalismo con sólo destruir la ideología capitalista” (p.61).
Finalmente, la ideología se encuentra vinculada a la distinción que realiza Marx entre las formas aparentes (o fenoménicas) y las formas esenciales (o reales). Para Marx, las formas esenciales o reales no se revelan con transparencia. La ideología desarrolla un doble movimiento: por un lado, encubre u oculta las relaciones contradictorias de la vida material, y por otro, aparenta una realidad que es contraria a la esencia o al fundamento. La ideología política burguesa aparenta la igualdad y la libertad de los individuos, pero en la realidad, los/as trabajadores/as se encuentran obligados a vender su fuerza de trabajo porque han sido privados de los medios de producción. La igualdad y la libertad son una mera ilusión, son la apariencia de la moderna sociedad burguesa. A estas alturas, conviene recordar que la comprensión de la ideología en la obra de Marx se elaboró para explicar el ocultamiento de las contradicciones sociales y específicamente el ocultamiento de la contradicción entre trabajo y capital, oscureciendo así el carácter de la lucha de clases (Silva, 1985; Larraín, 2014).
II
Una vez planteados estos elementos generales del concepto de ideología de Karl Marx, nos interesa detenernos en la noción de adoctrinamiento ideológico desarrollado por la ultraderecha. Al respecto, debemos señalar que el discurso del adoctrinamiento ideológico es constitutivo de la agenda global de la ultraderecha, por ende, requiere ser analizado con rigurosidad y combatido con vigor y con claridad. Desde nuestra perspectiva, existen al menos dos ideas fuerza que permiten comprender la noción de adoctrinamiento ideológico, veámoslas con detención.
Una primera idea, refiere a la comprensión sobre lo ideológico por parte de la ultraderecha, planteamiento que parece ser coherente con las formulaciones de la sociología del conocimiento de Karl Mannheim, quien, a partir de la publicación del libro intitulado “Ideología y utopía” del año 1929 (publicado en 1941 en castellano), objetó al marxismo por haber acusado a otros planteamientos teóricos o corrientes de pensamiento de ser ideológicos, pero poniéndose por fuera de la misma acusación. Es decir, según Mannheim, la crítica del marxismo a la ideología fue considerada como unilateral puesto que no se auto-cuestionó ni autocriticó como ideología. Para el sociólogo húngaro, el marxismo tenía que ser considerado como una “teoría socialmente determinada” y, por tanto, como una perspectiva limitada, parcial e ideológica. Pero como se puede observar si se compara con lo planteado más arriba, la comprensión de la ideología de Mannheim no es similar a la de Marx, ya que el sociólogo omitió la relación entre ideología y ciencia desarrollada por Marx, lo que le permitió vincular a toda producción teórica con una concepción ideológica de la realidad, lo que habilitaba la relativización de toda forma de pensamiento. Por el contrario, para Marx todo pensamiento se encontraba socialmente determinado, pero eso no lo convertía en una ideología que falsificaba, retorcía y enmascaraba la realidad (Silva, 1985; Lenk, 2001; Villoro, 2007; Löwy, 2000 y 2008).
Considerando lo anterior y, de manera hipotética, podemos afirmar que los planteamientos actuales de la ultraderecha tienen consonancia con la formulación de Mannheim y de otros intelectuales incluso del campo marxista, que han sostenido que el marxismo también es ideológico. A partir de ello, la ultraderecha ha focalizado su discurso señalando específicamente que el marxismo es una de las principales y más peligrosas ideologías del tiempo presente y que, por lo mismo, es necesario combatirla con todas las fuerzas y medios.
Y como segunda idea fuerza, podemos destacar que el discurso de la ultraderecha contra el adoctrinamiento ideológico pone el problema de la ideología por fuera de los grupos dominantes y privilegiados, desplazando así la perspectiva elaborada por Marx. Es decir, existe coincidencia con respecto a la formulación marxiana sobre la relación entre ideología y clase, pero se invierte, es decir, son las clases dominadas y los grupos subalternos aquellos que producen ideología y que llevan la ideología a los espacios educativos y culturales. Para la ultraderecha son las mujeres, los/as indígenas, los/as trabajadores/as quienes, al impugnar el orden, impulsar luchas, levantar demandas y reivindicaciones, producen ideología. Con este movimiento de inversión se ocultan y naturalizan los elementos ideológicos propios de la ultraderecha: su ethos neoliberal (mercantil, lucrativo, individualista, meritocrático, que enfatiza en la acumulación, la iniciativa privada, la competencia), y su ethos conservador (autoritarismo, moralismo, militarismo, racismo, integrismo religioso), reproduciendo así, una vez más, una concepción retorcida y distorsionada de la realidad social, educativa y cultural.
Además de ocultar, naturalizar, retorcer y distorsionar la realidad, la ultraderecha despliega un conjunto de mecanismos de sometimiento que le permiten reproducir la dominación ideológica. Para efectos de este apartado, nos interesan señalar los siguientes: (1) El mecanismo de la “adaptación” que refiere a cuando las clases y sectores dominados justifican el estado actual de las cosas y su indiferencia con respecto a las demandas y luchas sociales, a partir de la idea de que existen elementos vitales que son más relevantes que la dominación, como, por ejemplo, el tener que trabajar cotidianamente, independiente de lo que ocurra en el país. (2) El mecanismo de la “inevitabilidad” que naturaliza el statu quo por la inexistencia o el desconocimiento de alternativas superadoras, por tanto, se promueve la creencia de que las cosas siempre han sido y seguirán siendo así como las conocemos. (3) El mecanismo del “sentido de la representación” que difunde la idea de que los grupos dominantes gobiernan en beneficio de las mayorías, proyectando una imagen de superioridad y/o de cualidades excepcionales por parte de los sectores dominantes. (4) El mecanismo del“miedo” como forma de mostrar a las clases subalternas que la desobediencia, el desacato y la rebeldía, tienen serias repercusiones. También se usa el miedo para deslegitimar a quienes promueven transformaciones sociales, activando el miedo a la incertidumbre, a la pobreza, al caos, a la crisis. Y (5) el mecanismo de la “resignación”, que connota visiones pesimistas de la realidad y del futuro, negando la posibilidad de construir y consolidar procesos de cambio histórico, todo lo cual desencadena concepciones conformistas de la realidad (Therborn, 2005).
III
A continuación, intentaremos caracterizar las formas en las que el discurso contra el “adoctrinamiento ideológico” desarrolladas por la ultraderecha se han expresado en el campo educativo.
En educación, la ultraderecha latinoamericana y mundial ha levantado la bandera de la crítica al “adoctrinamiento ideológico”. Este componente es uno de los más recurrentes de la agenda educativa y cultural de este sector político y, cual más, cual menos, ha logrado calar en el sentido común de nuestras sociedades. El discurso contra el “adoctrinamiento ideológico” denota un componente de miedo y odio hacia todo aquello que impugna o tensiona la tradición conservadora y neoliberal. Es la máscara tras la cual esconden la defensa a sus privilegios, la segregación, xenofobia, homofobia y el racismo, el “supremacismo blanco”, la violencia machista y patriarcal, la aporofobia, el colonialismo.
Actualmente, en el campo educativo, el combate frontal de la ultraderecha contra el “adoctrinamiento ideológico”, se puede presentar apretadamente en unos pocos puntos. Veremos a continuación algunos de ellos. En primer lugar, todo este discurso tiene una clara orientación contra el profesorado y sus potencialidades para contribuir con el desarrollo de la conciencia y el pensamiento crítico en las nuevas generaciones. El profesorado es concebido como un potencial enemigo, como un sujeto peligroso que debe ser controlado, vigilado y regulado. Todo lo cual se materializa en la creación de mecanismos y dispositivos que promueven la posibilidad de que estudiantes, familias, otros/as profesores o trabajadores/as de la educación, puedan denunciarlo. De esta forma, se ha promovido la delación entre integrantes de una colectividad (grabar clases, denunciar a docentes), procurando sembrar temor, silencio y sumisión. Se instala contra el profesorado una cultura de la censura, la desconfianza y el control que, a su vez, se articula con mecanismos de judicialización en el seno de los espacios educativos, lo que Díez (2022) ha denominado como una “estrategia de lawfare educativo” (p. 30) o de acoso por la vía judicial a prácticas y valores democráticos, que erosionan la confianza del profesorado y promueve la “autocensura”.
Otro punto relevante dentro de la lucha neofascista es contra la “ideología de género”, lo que persigue el objetivo fundamental de frenar los avances del feminismo en múltiples dimensiones. La ultraderecha, se apropia y promueve de diversas formas una suerte de “malestar” o “enojo” de los hombres con respecto a los distintos planteamientos de feministas y disidencias sexuales. Se emplean variados mecanismos para restituir una agenda conservadora en materia de sexualidad, derechos reproductivos, identidades sexo-genéricas. Se niega la violencia patriarcal como problema a trabajar en las escuelas, se manifiestan contra la educación sexual integral, se oponen al uso del lenguaje inclusivo, se burlan de reivindicaciones, demandas y conquistas del feminismo (Díez, 2022).
Otro punto puesto por la ultraderecha es su crítica a la presencia en los sistemas educativos de temas y problemas asociados a la memoria y los derechos humanos. El neofascismo se ha esmerado por cultivar el olvido, el silencio y la impunidad con respecto a los procesos dictatoriales recientes vividos en Chile, América Latina y el mundo. En esta dirección, niegan la memoria colectiva, la memoria de los pueblos, invisibilizan violaciones sistemáticas a los derechos humanos, omiten el terrorismo de Estado, silencian responsabilidades directas de la represión. El discurso negacionista y la falsificación histórica son promovidos y defendidos por estos sectores, al punto de llegar a profanar y destruir espacios de memoria, centros de detención y tortura, y diversos sitios y símbolos que rememoran el terrorismo de Estado. Considerando lo anterior, el profesorado de las asignaturas vinculadas a la historia, las ciencias sociales y las humanidades se encuentran en el centro del ataque neofascista.
Y a todo lo anterior, habría que agregar que la ultraderecha promueve procesos de militarización de la educación, creando escuelas y campamentos militares, espacios en los cuales se promueven “valores patrios” asociados con símbolos tradicionales (bandera, himno, escudo, etc.) y un nacionalismo rancio, con olor a latifundio, orden y autoridad. En todos estos espacios, la ultraderecha exacerba el discurso de la “inseguridad” y del “enemigo interno”, todo lo que impulsa a ciertos sectores de la sociedad a armarse para defenderse de la delincuencia, del vandalismo, del terrorismo (Díez, 2022; Sena, 2022).
Como señalamos más arriba, la ultraderecha y su discurso contra el “adoctrinamiento ideológico” ha sido promotora del discurso neoliberal en educación, legitimando y defendiendo privatizaciones, el lucro, la libertad de enseñanza, la segregación escolar, el endeudamiento de las familias, la teoría del capital humano, la meritocracia, el individualismo, la competencia, el exitismo, las lógicas de gerenciamiento, la defensa de privilegios, la promoción de la eficiencia y la eficacia, la estandarización, entre otras (Ruíz, Reyes y Herrera, 2018; Cabaluz 2022). Articulado con lo anterior, la ultraderecha ha defendido con uñas y dientes la educación confesional en las escuelas. Defendiendo la supuesta “libertad de enseñanza” han protegido los proyectos educativos de órdenes religiosas conservadoras como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo. Obviamente, estos paladines del orden y la libertad de enseñanza no acusan a las escuelas que promueven dogmas religioso de “adoctrinar ideológicamente” (Díez, 2022; Sena, 2022).
Obviamente, cada uno de los puntos señalados, contribuye sistemáticamente con el desprestigio de la educación pública y de los espacios educativos democráticos, plurales. Se cuestiona la actividad docente, se desconfía de su quehacer cotidiano, se instalan lógicas de control y vigilancia, se judicializan los espacios educativos, se promueven perspectivas conservadoras, tradicionales, militaristas y autoritarias. Y con ello, no sólo se vulneran condiciones de trabajo del profesorado, sino que también, se vulneran todo tipo de derechos de la infancia y las juventudes a educarse en la democracia, la pluralidad, la justicia, los derechos humanos.
IV
En lo que va del siglo XXI, la ultraderecha no sólo ha avanzado a nivel global en la conquista de espacios de representación política, escaños parlamentarios o gubernamentales, sino que principalmente, a ganado terreno en el sentido común de nuestras sociedades. En este sentido, el crecimiento del bolsonarismo, el trumpismo, el pinochetismo, etc., son expresiones claras y muy preocupantes para quienes trabajamos desde el campo educativo, pues, se instala el desafío ineludible de combatir a la ultraderecha en el campo político, pero también, en el cultural y educativo. Por lo mismo, desde las organizaciones gremiales, sindicales, comunitarias y territoriales del campo educativo y pedagógico, requerimos una lectura certera y rigurosa que permita dar una respuesta organizada de diferentes organizaciones sociales y políticas contra la amenaza real de la ultraderecha.
Los casos recientes en los que la ultraderecha ha sido gobierno nos muestran lo que realmente está en juego: la posibilidad de aniquilar los derechos sociales y las conquistas alcanzadas por las luchas de la clase trabajadora y los grupos subalternos. Particularmente en educación, la experiencia brasilera bajo el gobierno de Bolsonaro, nos muestra los altos niveles de violencia que pueden expresarse en las escuelas, universidades e instituciones educativas si prolifera el discurso contra el “adoctrinamiento ideológico”, puesto que se incrementan ataques de odio (presenciales y por redes sociales) y se deslegitima el trabajo académico, científico, pedagógico y político, erosionando gravemente la democracia y las posibilidades de avanzar en procesos de justicia social (Sena, 2022).
Sólo para finalizar este ensayo, nos interesa visibilizar dos tácticas que han movilizado las organizaciones del profesorado, los/as trabajadores/as de la educación, los/as educadores/as populares en América Latina, para confrontar el discurso de la ultraderecha en torno al “adoctrinamiento ideológico”.
Una primera táctica ha reconocido que la educación es un espacio de disputa y contradicciones ideológicas y, que por tanto, así como los sectores neoliberales y conservadores promueven ideologías meritocráticas, individualistas, autoritarias, etc., es legítimo confrontarlos con posiciones “ideológicas” que promueven la democracia, la justicia, la igualdad, la dignidad, etc. Esta posición implica aceptar teórica y políticamente que el rol de una educación crítica y transformadora pasaría por confrontar la ideología dominante y promover, a partir de procesos democráticos o de construcción de “consenso comunitario de los/as de abajo”, una ideología que defienda y promueva los intereses populares. Al emplear esta táctica, se asume una concepción ampliada de la ideología. Se moviliza un recurso discursivo que se monta sobre la acusación de la ultraderecha, para devolver la misma acusación a los grupos dominantes.
Y una segunda táctica enfatiza en reconocer que la educación es un espacio de lucha y contradicción contra todas las ideologías, entendidas como aquellas concepciones de la realidad que la retuercen para legitimarla y validarla. Desde esta posición,se apuesta por desarrollar una crítica dura contra la ideología neoliberal y conservadora que privilegia la vida de unos pocos y sacrifica la de las grandes mayorías. Es una táctica que pone al educador/a a trabajar en procesos de desnaturalización y problematización de la vida social; que valora el conocimiento científico y disciplinario en la medida en que se pone al servicio de procesos de justicia social. Al emplear esta táctica, se asume una concepción acotada de la ideología. Se moviliza un recurso discursivo contrario a lo que señala la ultraderecha, es decir, se enfatiza en que desde la educación pública, el profesorado no adoctrinaría ideológicamente, sino que entregaría insumos epistemológicos, teóricos, conceptuales, metodológicos y prácticos para oponerse, criticar y superar las ideologías.
Obviamente el posicionamiento por una u otra táctica, más que responder a concepciones teóricas y políticas abstractas, responde y/o debería responder a un análisis histórico concreto, que considere los escenarios, sujetos, recursos y relaciones de fuerza que realmente existen en nuestra sociedad, para a partir de ese análisis, definir eventuales líneas de acción.
Y nos parece que es relevante, tal como se señaló en el apartado destinado a las reflexiones de Marx en torno a la ideología, el reconocer que la única oposición real a la ideología es la transformación concreta y radical de esta realidad que se encuentra invertida. No basta con tácticas que sepan cómo confrontar discursivamente a la ultraderecha. En este sentido, no podemos olvidar la importancia de mantener vivas las organizaciones, movilizaciones y luchas materiales y concretas que desarrollan maestras/os, educadores/as, profesores y trabajadores/as de la educación.
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[1] Docente e investigador de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Playa Ancha y del Departamento de Educación, FACSO, Universidad de Chile. Es integrante del Grupo de Trabajo CLACSO Educación popular y pedagogías críticas. Coordinador del Grupo de Investigación de Pedagogías Latinoamericanas, UPLA. https://upla-cl.academia.edu/FabianCabaluz
[2] Para profundizar en una caracterización de la ultraderecha en la actualidad se sugiere la lectura de: Stefanoni (2021), Mudde (2021) y García Linera (2023).
[3] Es el propio Lenin en el libro ¿Qué hacer?, donde refiere al concepto de “ideología socialista” en contraposición con la “ideología burguesa”, pero al referirse a la ideología socialista, lo hace refiriéndose a la teoría del socialismo científico o de cómo el conocimiento científico puede orientar la práctica revolucionaria. Estas formulaciones de Lenin calaron hondo en los partidos comunistas y en el seno del marxismo soviético y sus esferas de influencia (Markovic, 1978).
Cuaderno-PLC-N97-MAYO-2024
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