“El cambio climático afecta de manera desproporcionada a las comunidades más pobres”
Transcripción de la columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 7 de junio 2023
Hoy, tocaremos el tema de la justicia climática en América Latina y el Caribe, de creciente importancia por los desafíos y las desigualdades que enfrenta nuestra región en relación con el cambio climático.
América Latina es una de las regiones más vulnerables al cambio climático por muchas razones, vinculadas a su diversidad biológica, su diversidad desde el punto de vista geográfico en la extensa costa y la alta dependencia que todavía se observa de los recursos naturales.
Cuando hablamos de justicia climática, hablamos de la necesidad de abordar de manera equitativa los impactos del cambio climático, como también las causas que están por detrás y las responsabilidades asociadas. Por lo tanto, implica garantizar que todas las personas, particularmente las más vulnerables, tengan acceso a recursos y a oportunidades para hacer frente a esta situación y participar en la toma de decisiones relacionadas con dicho tema.
En Montevideo, Uruguay, siempre nos hemos caracterizado por tener una gran disponibilidad de agua dulce, por tener agua potable de la mejor calidad a nivel de la región y del mundo. Sin embargo, desde hace un mes Montevideo y el área metropolitana, donde vive más de la mitad de la población de Uruguay, no está contando con agua potable en sus grifos. Es decir, tenemos agua en definiciones de las autoridades de gobierno “bebible”, pero no necesariamente potable, porque se han aumentado las cantidades de sodio y cloro que contienen esas aguas, que se entregan a la población por la red de saneamiento y por la red de agua potable en Montevideo.
Y esto es consecuencia de una profunda sequía que se está viviendo y afecta justamente los cursos de agua que alimentan a Montevideo y a su área metropolitana.
Por supuesto, también estamos hablando en dicho tema sobre justicia climática en la medida que evidentemente las más impactadas hoy en Montevideo, son aquellas personas de menores recursos, que no pueden comprar agua embotellada para beber o para quienes hacerlo representa un porcentaje de sus ingresos muy significativo.
El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), decía básicamente seis elementos en sus conclusiones. Primero, que los efectos relacionados con el clima son peores de las previsiones y proyecciones que se tenían y estaban disponibles. Segundo, que los efectos del cambio climático en el corto plazo seguirán empeorando, es decir, no van a mejorar. Tercero, que los riesgos van a aumentar rápidamente con las temperaturas cada vez más altas que se están registrando y va a generar efectos irreversibles en el cambio climático. Cuarto, que la desigualdad, los conflictos y los problemas de desarrollo, aumentan con la vulnerabilidad a los riesgos climáticos. Quinto, que hay una cuestión vinculada a la adaptación, es decir, ya existen algunas soluciones viables, pero se necesita más apoyo para llegar a las comunidades más vulnerables. Y por último, que algunos efectos del cambio climático son ya demasiado graves para lograr esa adaptación y que necesitamos medidas urgentes para hacer frente a la pérdida, los daños y las afectaciones a las poblaciones concretas.
Un primer tema es que en América Latina hay diversos desafíos en materia de esta justicia climática como la definimos anteriormente. Evidentemente uno de esos desafíos son las desigualdades sociales y económicas. Lo hemos dicho: nuestra región tiene altísimos niveles de desigualdad, implica que los impactos de este cambio climático van a afectar de manera desproporcionada a las comunidades más pobres y a las comunidades marginadas. Por supuesto que dichas comunidades, además, tienen menos recursos para adaptarse a los cambios climáticos, tienen mayor vulnerabilidad a los fenómenos extremos que estamos observando todos los días en nuestra región, como sequías, inundaciones y tormentas.
Hay un segundo tema: el de la deforestación y la pérdida de biodiversidad. La región tiene una gran cantidad de biodiversidad: Pero también, bosques tropicales, cuya deforestación, junto a la degradación de los ecosistemas que continúan hoy en muchos países, aumentan la vulnerabilidad al cambio climático y nuevamente afectan a las comunidades locales, que dependen además de estos recursos para su subsistencia.
Un tercer tema que es materia de preocupación en América Latina y el Caribe, es el extractivismo y la explotación de los recursos naturales. Conocemos la riqueza de nuestra región en materia de recursos naturales. Quizás esa misma riqueza ha servido de mala inspiración para la intensa explotación de esos recursos minerales, petróleo y gas. Dicha extracción ocurre en muchos casos sin tener en cuenta los impactos ambientales y los impactos sociales, generando conflictos con las comunidades locales y, por supuesto, constituyendo un factor coadyuvante en el fenómeno del cambio climático.
En nuestra región tenemos la problemática del desplazamiento forzado y las migraciones. Dichos eventos climáticos extremos y los impactos del cambio climático pueden provocar desplazamientos forzados y migración de comunidades enteras. Lo hemos visto, lo vemos en distintas regiones, quizás de manera más frecuente en Centroamérica y el Caribe, pero es una realidad que afecta a toda América Latina. Personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares por inundaciones, por sequías, por aumento del nivel del mar o por otros efectos del cambio climático.
¿Cómo abordar estos desafíos? Hay que trabajar a nivel de las políticas, particularmente de las políticas públicas de alcance nacional, regional e internacional. Y también en acciones que fomenten distintas adaptaciones al cambio climático y la protección de los derechos de las comunidades más afectadas y más vulnerables. Tenemos que garantizar la participación sustantiva de las comunidades afectadas en la toma de decisiones relacionadas con el ambiente y el cambio climático y además distribuir de manera justa los beneficios de estas posibles acciones que se realicen.
Tenemos que considerar que nuestra región, para avanzar en esta dirección, cuenta con un instrumento único para mejorar la toma de decisiones en materia ambiental, para proteger el derecho de todas las personas a un medio ambiente sano, limpio y sostenible. Es el famoso acuerdo regional sobre acceso a la información, la participación pública y el acceso a la justicia en asuntos ambientales en América Latina y el Caribe, conocido como el Acuerdo de Escazú, que es pionero y único en el mundo.
Tenemos un instrumento concreto, una plataforma clara que promueve las soluciones, la búsqueda de alianzas entre los distintos países y entre los gobiernos nivel nacional, local y municipal con el sector privado, la comunidad científica y la sociedad civil para favorecer una distribución equitativa de los beneficios económicos y de los impactos ambientales en términos regionales. Dicho acuerdo también plantea la necesidad de resguardar los derechos fundamentales de todas las personas, con especial foco en las voces que no son debidamente escuchadas.
Entonces, tenemos este desafío, pero también tenemos este instrumento para poder trabajar a nivel regional. Debemos incorporar el cambio climático como una de las dimensiones centrales hoy en términos de desarrollo, de bienestar y, en definitiva, en términos del futuro que nos espera.
CLACSO está comprometido desde siempre con la temática de cambio climático, pero en estos años se está focalizando en su trabajo, combinando los elementos como el conocimiento, las políticas públicas, los movimientos y las organizaciones sociales que trabajan en temas ambientales.
Lo estamos haciendo en una de nuestras Plataformas para el Diálogo Social. Desde ahí, invitamos a todos y a todas a sumarse al trabajo en torno a la PDS de Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo.
– En Montevideo, Uruguay, el agua se está transformando en algo bebible pero no potable. Es decir, es la muestra absoluta de cómo algunas modificaciones en las cuestiones climáticas se transforman en consecuencias bien directas, ¿no?
Absolutamente. El problema ya se anunciaba hace meses. Concretamente, hace unas seis semanas. En Montevideo el agua dejó de ser potable por el aumento del sodio y del cloro. Si bien se afirma que es bebible, no es recomendable beberla. Incluso las autoridades de salud han dicho que el tema del agua trae problemas serios de consumo para aquellas personas con hipertensión, así como para niños y niñas.
Lo que está ocurriendo es que de un día para el otro, todos y todas tenemos la necesidad de comprar agua embotellada, algo que en este país no ocurría de manera regular, y otras desigualdades que van aflorando. Porque no es solamente disponer una vez más la mercantilización, no es solamente disponer el dinero para poder comprar esa agua, sino que también los circuitos de distribución son bien diferentes según las distintas zonas de Montevideo. Además, hay un problema con la distribución, donde realmente se escuchan relatos de personas que viven en los barrios más populares de Montevideo con ciertos niveles de angustia por no poder disponer del producto para comprarlo, en el caso que tengan el dinero.
No hay ninguna medida a nivel gubernamental en términos de subsidios, más allá de iniciativas puntuales de asistir a los hospitales para la distribución del agua o de otorgar a algunos de los sectores muy pequeños de la población, los más vulnerables, agua potable bebible. Las tarifas siguen siendo las mismas. En definitiva, una vez más: “resuelve tu problema como puedas”. Y ese “como puedas” está condicionado por los recursos disponibles que cada uno o una tiene para hacerlo.
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