“La violencia basada en género ocurre en los espacios públicos y privados”
(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 29 de marzo 2023)
Hemos ido recorriendo distintas dimensiones vinculadas a las desigualdades de género, a la temática de los feminismos en América Latina y el Caribe y también visibilizando (que es parte de la estrategia de este Marzo, Mes de las Mujeres) las actividades de CLACSO vinculadas al tema: Conversatorios, libros, propuestas de Investigación, propuestas de Formación, actividades de Comunicación, entre otras.
Hoy, mencionaremos una de las dimensiones que nos quedó pendiente, la cual constituye uno de los temas más preocupantes en materia de desigualdad de género y que refiere a la autonomía física de las mujeres.
Por supuesto, allí son varios los indicadores, pero me voy a centrar principalmente en la que se refiere a la violencia basada en el género.
Durante la pandemia, y como nos alertaban varios informes principalmente del sistema de Naciones Unidas, la violencia contra las mujeres y las niñas evidentemente es una violación de sus derechos humanos de proporciones pandémicas. Nosotras decíamos: ésta es la pandemia real, la que no responde a una situación emergente como el virus (en el caso del COVID-19), sino que es cotidiana, estructural y que no se han encontrado soluciones.
Y es una violación de los derechos humanos hacia las mujeres y las niñas que ocurre, además, a la vista de todos y todas: en los espacios públicos y en los espacios privados.
Recordemos: Para Naciones Unidas, una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o violencia sexual. Y si agregamos a esta violencia física o sexual la dimensión del acoso sexual en el mundo, esta cifra es aún mayor.
Efectivamente, según los registros de la oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen (UNODC) en América Latina, están justamente 14 de los 25 países que tienen los índices de crímenes contra las mujeres más altos del mundo y que nuestra región es la segunda más peligrosa solo superada por África.
El último informe de UNODC pone el foco en un fenómeno de los asesinatos de las mujeres y las niñas por razones de género. Y allí lo que se plantea es que el ámbito principal donde sucede esta violencia contra las mujeres y las niñas es puertas adentro, en su propio hogar, en su propia familia. Las mujeres y las niñas se ven afectadas en todas las regiones del mundo de manera desproporcionada por estos homicidios, femicidios, en definitiva, en el ámbito privado.
Los últimos registros de dicha agencia de Naciones Unidas hablan de 81 mil mujeres y niñas asesinadas por razones de género en el mundo durante 2021. Y de esas 81.000 fueron ejecutadas por sus parejas o por algún familiar prácticamente el 60 por ciento de los casos de esos asesinatos, fueron cometidos puertas adentro en el ámbito privado.
Por supuesto, hay que hilar un poco más fino con las cifras y distinguir entre estos femicidios cometidos por parejas actuales o pasadas y los cometidos por otro tipo de vínculos familiares de esas mujeres asesinadas. Pero quiero destacar que efectivamente el grupo más numeroso de quienes perpetran estos femicidios son las parejas actuales o las parejas anteriores de esas mujeres que refería recién.
Siempre de acuerdo con dicho informe, nuestra región se caracteriza por tener la tasa de homicidio y femicidio relacionados con la pareja más alta del mundo. En América Latina y el Caribe, las mujeres tienen muchas más probabilidades de ser asesinadas por sus parejas o exparejas íntimas que por otros miembros de la familia.
Evidentemente el tema de femicidio es uno de los problemas principales de la violencia basada en género, es el más agudo, pero claramente no es el único, porque esta violencia de género es una manifestación de las desigualdades relacionadas con el género que se impone a las mujeres y a las niñas a causa de su posición subordinada, de dominación, en el sistema de género y de los sistemas sociales. Esto se expresa también en otras dimensiones como en la violencia física, la violencia sexual, emocional, económica, institucional, patrimonial, entre otras.
Además, es importante también mencionar justamente que en los últimos años se empezaron a reconocer estas otras violencias que por mucho tiempo fueron invisibilizadas, como por ejemplo la penalización de la interrupción del aborto, la violencia obstétrica, la esterilización forzada, el acoso sexual en el ámbito de trabajo, el acoso callejero, el acoso digital o violencias vinculadas a expresiones de odio como pueden ser la expresiones transfóbicas y las expresiones antifeministas que tanto observamos también en nuestra región.
Son muchos los fenómenos de violencia que están fuertemente influenciados por las desigualdades de género. Uno de los fenómenos también es sobre la trata de personas: el 72 por ciento de todas las víctimas de la trata a nivel mundial son mujeres y niñas; y cuatro de cada cinco mujeres víctima de la trata son, además, utilizadas para la explotación sexual.
Quiero agregar una última mirada sobre este mismo tema vinculado a lo que Naciones Unidas determinó para el Día Internacional de la Mujer (8 de marzo pasado) en torno a las cuestiones digitales con esa consigna de “Por un mundo digital inclusivo, innovación, tecnología para la igualdad de género”. Allí también hay violencia.
Justamente podemos observar que en los distintos informes que se han dado a conocer en estos días se menciona la dimensión de violencia de género facilitada por la tecnología. Allí aparecen distintos ejemplos con nombres que no estamos tan acostumbrados a manejar, vinculados al acecho digital, al grooming, a la difusión no autorizada de imágenes íntimas y otras formas de abuso, que se producen en muchos casos en un entorno habitual, pero que son manifestaciones de esa violencia de género que provocan sin duda daños muy tangibles (y no daños virtuales) y que no finaliza además cuando uno/a se desconecta de esos espacios. Allí hay un uso indebido de la tecnología digital que se expresa en estos nuevos tipos de violencia, nuevos tipos de delitos. También suelen ser utilizados estos medios digitales y virtuales para difundir los discursos de odio sexistas, los discursos de odio vinculados a la cuestión de género, para difundir imágenes o figuras que cosifican a las mujeres y otros mensajes que naturalizan la violencia y la limitación en términos de los derechos de las mujeres.
También debemos tener en cuenta la dimensión digital menos tangible concretamente, pero que sin duda es una forma de expresión de violencia hacia nosotras, las mujeres.